viernes, 25 de abril de 2014

Silvia

Silvia está muy triste hoy. Y no es para menos. Witch (macho, raza de aguas, color blanco y padre de Mateo, para más señas) se ha ido. Ya estaba muy mayor. Los últimos días sus paseos por el parque eran muy lentos. Todo sospechábamos sin decirlo que más temprano que tarde ocurriría. Y Silvia más.
Esta mañana Witch se levantó mareado. Ya no se sostenía en sus cuatro patas. Vomitó varias veces. Ella sabía que era el final. Y con todo el dolor de su corazón se preparó para llevarlo a la clínica. Allí dormiría para siempre. Y él no se resistió. Porque aunque no queramos creerlo, saben más que nosotros. Sienten su final antes de la despedida. Y murió tranquilo. Sin dolor. Ya no merecía la pena sufrir.
Silvia dejó caer sus lágrimas sin importarla hoy si estropearían su maquillaje. Ojala estos momentos sólo fueran un mal sueño.
Ella le abrazó todos los minutos de ese último momento. Para que él sintiese su corazón. Juntó los labios y le besó en el hocico. Hasta que dejó de respirar. Y entonces lloró recordando sus carreras por el parque, las anécdotas de los momentos de compañía, los distintos juegos de correas y complementos que le compraba en las tiendas de moda. En un suspiro, todo recuerdos.
Se fue su ser querido. Uno de los dos. Ahora la queda Mateo. Silvia le echará mucho de menos. Pero la bastará con mirar al cielo para saber que una nueva estrella, la de Wich, brillará para ella. Y yo también quiero pensarlo. Porque ahora la que llora soy yo.

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