jueves, 3 de abril de 2014

Preguntas

¿Por qué somos así? – un día me preguntó una de mis hermanas, la que como yo, también miente. No supe qué contestar. O mejor, no tuve, y hoy tampoco tengo, la respuesta. Somos así porque no podemos ser de otra manera. Y no podemos porque me recuerdo a mí misma que ya lo hemos intentado. No sabemos enamorarnos, ó nos enamoramos con demasiada facilidad. No sabemos querer de verdad ó queremos a varios y éstos son demasiados. No sabemos ser fieles ó mejor, damos un sentido, una interpretación personal al significado de fidelidad. Somos fieles a nosotras mismas y eso ya es suficiente. Somos como somos porque no podemos cambiar. No es ser mejor ni peor, es ser diferentes. Diferentes a lo establecido, a lo esperado, a lo que todo el mundo cataloga como normal. Nuestro catálogo de normalidad es otro, es el nuestro y por eso somos así.

¿Qué es lo nuestro? – un día me preguntó “A”.
Lo nuestro es una competición de mentiras e infidelidades permitidas. Me replicas que tú tienes mi permiso pero que yo no gozo del tuyo, porque tú si me deseas y sin embargo soy yo la que te niega, la que siempre tiene un no por respuesta. Te contesto, no sé si lo digo o lo pienso, que no necesito permiso para serte infiel. No es cuestión de poder. La base que sustenta mi yo, mis actos, mis decisiones, mis errores y aciertos es la fidelidad a mí misma, a mis sentimientos, emociones, deseos e incluso caprichos, tenga o no tu aprobación y permiso.
Lo nuestro dejó de ser una relación hace mucho tiempo. Somos cómplices de momentos. Nos robamos a veces, el tiempo. Y competimos en engañarnos, en ocultarnos la verdad, en mentirnos, en acusarnos, y en vivir historias y momentos paralelos, aunque ésta no sea la palabra adecuada, pues lo nuestro ya no es nada. O mejor, es un nada con sentido y consentido. Que parece lo mismo pero no es igual. Me explico. Tiene sentido porque los dos, de una u otra manera nos beneficiamos, aunque haya otros muchos momentos que nos perjudique. Y es consentido pues tácitamente lo estamos permitiendo. Jugamos a engañarnos cuando los dos sabemos, con edad para no jugar, que hacemos justo lo que no decimos y mentimos para vivir de verdad.

¿Dónde has estado durante toda mi vida? – me preguntó él.
He estado viviendo una vida complicada. Una de esas vidas en la que te pierdes en los brazos equivocados, en la que te das sin ofrecer nada a cambio, en la que no valoras el dolor de las heridas, porque tienes energía suficiente para superar cada golpe, cada prueba. Aunque tampoco te voy a engañar, he vivido una vida de experiencias, de risas y mariposas. He vivido, en una palabra, con sus más y sus menos. Y entonces llegó un momento en el que me dije a mí misma, basta. Deja de hacerlo. Cierra los ojos. Empieza de nuevo. Serenaté. Madura. Y paré el tiempo. Respiré hondo sin ver nada más que la oscuridad que serenaba mis párpados cerrados. Unos segundos después sonreí. Fue una mueca espontánea. Fue un punto y final. Y resulta que cuando abrí los ojos te encontré allí. Fijándote en mí. Habías jodido mi plan. Y no me quedó otra que escribir un punto y seguido, porque ibas a formar parte de mi vida. Lo sentí. Y al garete se fue mi madurez, mi serenidad. Empecé a quererte. Entendí que la vida es una aventura en la que nunca sabes lo que el destino tiene preparado para personas especiales, como tú y como yo, salvo encontrarnos, disfrutarnos y recorrerla juntos. Y si no estuve antes, ahora estaré.

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