miércoles, 9 de abril de 2014

No hay dos sin tres

Día de veterinario. No hay dos sin tres.
Cuando parece que todo va, todo puede dejar de ir.
A Cocó la ha pillado un coche. Ha sido rápido. Un golpe seco antes de un grito ahogado. Tiene fracturada la patita delantera derecha. Hay que operar.

Mi hermana se ha llevado un buen susto. Y un ataque de ansiedad. Iban las dos dando el paseo de la media tarde. Ya había oscurecido. Cocó se había adelantado. Ella pensó que no cruzaría la calle. Cuando pasó el coche lo hizo. Es tan pequeña que el conductor no la vio. Frenó cuando mi hermana gritó. Demasiado tarde.

El veterinario se centra en la pata. La rotura es visible. Cada unas de las partes del hueso apunta para un lado. Al ser de raza pequeña aconseja meterla una placa. Mi hermana asiente. Llegados a este punto, lo que sea. Y el punto lleva demasiados ceros en la factura que hay que pagar. Y los paga con responsabilidad. Es su hija. Mi sobrina. La nieta de su abuelo.

Vuelve a casa con la pata rasurada y unos cuantos puntos. También la han puesto el collar isabelino que siempre ha detestado Flecha. Éste es más pequeño. Acorde con su tamaño. Para que no se lama la herida. Pero da igual. Tienen la habilidad de logarlo. Todavía Cocó no tiene la energía para hacerlo. Está demasiado quieta. Jodida, diría yo.

Necesita reposo absoluto. Todos la bajamos en brazos. Cuando lo hace mi hermana. Cuando lo hace su abuelo. Cuando lo hace otras de sus tías. Cuando lo hago yo. Es ponerla en el suelo, y en cuanto pisa la tierra hace pis. No es que no pueda caminar, es que ni siquiera quiere. Como tampoco quiere comer. Así no se recuperará. Mezclamos el pienso con paté. Lo malo será desacostumbrarla a los caprichos. Pero eso ya lo sopesaremos después.

Duerme entre cojines. Cuidamos para que no sea ella la que salte desde el sofá. Que seamos nosotros quien la ayudemos a bajar, con cuidado. Ponemos obstáculos para que no lo haga. Según van pasando los días empieza a estar más animada. Camina muy despacio. Cojea. Buscando siempre una pared que la proteja. Busca los mimos de su abuelo, que es quien cuida de ella mientras mi hermana trabaja. Y cuando es festivo también. Porque Cocó es la sombra de mi padre. Su guardaespaldas. Aunque hoy no guarde más que la cama.

Y mi padre la acaricia. Y la da ánimos para que se ponga buena. Porque tienen que ir a pasear por la alameda. A ver a las lagartijas. A bañarse en el río.

Se recuperará. Tiene que hacerlo.

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