jueves, 10 de abril de 2014

Cerca es demasiado cerca

Cuando dos personas adultas consienten, cualquier cosa puede ocurrir entre ellos. Podría ser, por ejemplo, que CV decidiese estar acompañado una noche y después de hablar sobre temas triviales un rato en el sofá, consintiese irse a dormir con ella. Y aunque pactaran entre ellos despojarse de toda la ropa antes de introducirse en la cama, pudiera ser que no cumplieran el acuerdo. Y quedase ella con el tanga y la chaqueta puesta de un pijama prestado. Y él con la otra parte, el pantalón. Y pudiera haber ocurrido que él la abrazara y la susurrara algunas palabras sarcásticas. La quitara el tanga y la chaqueta de su pijama. Quizá ella, para estar en las mismas condiciones que él, le ayudara a que los pantalones cayeran fuera.

La escena podría haber continuado. Por qué no. Con dos adultos tendidos en la cama, desnudos, comentando algo sin importancia. Uno de los dos, él, podría haber estado cansado. Quizá demasiado. Y quedarse con los ojos cerrados. Y ella, podía haber mostrado deseo en besar los labios de su contrario, su torso, su costado, su ingle y su miembro. Y puede que ella se quedase allí jugando varios minutos. Marcando rutas de ida y vuelta con su lengua, para que aquel fuese tomando vida. Y puede que él cambiara de postura y forcejeara con ella. Para dar más emoción a la escena. Y rieran juntos antes de revolver las sábanas. Podría estar ella boca arriba y él encima. Y luego ella boca abajo y él encima. Más tarde ella tendida y él explorando su cuerpo. Hasta quedar encima de él y su pene dentro. Quizás sus primeros movimientos fuesen lentos. Después, más rápidos. Para alcanzar el orgasmo.
Podría haberse dado el caso que él no terminara y entonces ella retomase el juego, descendiendo hasta su cintura y lengueteando largo y tendido para que él acabase en su boca. Y tras la calma del éxtasis, pudiera ser que él se encendiese un cigarro.

También pudiera haber sido un momento menos sexual. Más romántico. En el que CV
tras acomodar a su perra, se metiese en la cama. Y se abrazase a su espalda, mientras la susurraba algo como "me encanta que estés aquí contigo". Palabras dulces que no comprometen a nada. Y después, la girase para dejarla tendida boca arriba y desabrocharla la chaqueta del pijama. Descubriendo su pecho, recorriéndola con suaves besos. Mientras sus dedos simulaban pintar sobre su cuerpo. Estremeciéndose, suave muy suave, para llegar hasta su tanga, que deslizaría con cuidado hasta hacerle desaparecer de entre sus piernas.
Y seguirían tendidos en la cama. Desnudos. Comentando algo sin importancia. Y en esa conversación puede que él la dijese que le apetecía que le besara. Y ella lo hiciera. Empezando por sus labios, su torso, su costado, su ingle y llegando a su miembro. Después, y para dar más intensidad a la noche, cambiarían de postura, hasta alcanzar juntos y entre besos el orgasmo.

Y todo esto pudiera haber ocurrido. Y todo esto conmigo. O no.

CV es de los que invita a dormir en su casa. Sin prejuicios. Ese espíritu suyo conquistador hace que su soltería se apunte tantos sexuales continuamente. Aunque vaya sobrado de alcohol. En este caso, dice, que se diviertan ellas. Porque la dureza de su miembro es inversamente proporcional a su grado de inconsciencia. Y por la mañana lleva el desayuno a la cama. Café con dulces variados. Del gusto que quieras. O eso cuenta. Porque pudiera haber desayunado conmigo. O no.

Y en su ducha hay gel con olor a chocolate. Para los juegos eróticos previos al revolcón. Esos que propone siempre que no haya anillo. Prefiere compartir su albornoz a colgar junto al suyo uno para ella. Para esa que pudiera tener cualquier nombre, menos el de novia. Porque no está preparado para compromisos. Para enjabonar siempre a la misma. O eso cuenta. Porque pudiera haberse duchado conmigo. O no.

Y en su pared hay una poesía enmarcada titulada “Lo que vale una vida”. Que aconseja ser feliz, cada día. Ver en cualquier ventana una aventura y tomar como un regalo el olvido. O eso cuenta. Porque pudiera yo misma haberla leído. O no.

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