martes, 1 de abril de 2014

A Cocó no le gusta Gusiluz

Mi hermana se ha echado un vecino. Mejor, mi hermana se ha echado un ligue que es su vecino. Más que mejor, súper: Mi hermana se ha echado un problema con cabeza de “gusiliz”. Parece difícil de entender, pero es muy simple. Es guapa, delgada y muy atractiva. Su vida amorosa, hasta la fecha, no ha resultado. Ha tenido novios, rollos, novios y rollos, ligues fijos, otros alternos, y novios, rollos y ligues al mismo tiempo. Es de las mías. La parte genética que justifica comportamientos de este tipo fue para nosotras dos. En otros repartos también hemos salido ganando. En la actualidad estaba soltera. O lo que es lo mismo que soltera busca pero no encuentra. Y esta situación, a mi entender, la ha llevado a lo que se dice coloquialmente como “agarrarse a un clavo ardiendo”. Y este clavo es su vecino y lleva cara de gusiluz. Los gusiluz son una especie de peluches de tacto suave y con una gran cabeza redonda y hueca que en la oscuridad, cuando les aprietas la barriga, se les ilumina la cabeza. Al rollo de mi hermana no se le ilumina la cabeza cuando se le toca la barriga, que yo sepa. Puedo imaginarme qué se le ilumina cuando ella le toca en otro sitio, pero eso son cosas de ellos. Desde luego éste tiene cabeza de gusiluz, aunque él aún no lo sepa. Es el apodo con el que le he bautizado, antes incluso de conocerlo. Busqué su nombre completo en Google y apareció su curriculum en Linkedin, la web de profesionales para intercambiar ideas y oportunidades. Y él estaba ahí. Con su foto de carnet escaneada. Con su cara de gusiluz. Es lo que tiene Internet. Que estás fichado antes casi de existir. Es como si los pequeños enanitos que yo me imagino trabajando para Google dentro de mi ordenador leyeran, a través de las huellas dactilares de mis dedos al teclear, lo que pienso, lo que tengo pensado hacer. Seguro que el día que me embarace, si eso llegase a ocurrir, antes incluso de parir, en Google encontraría una foto del bebé que esté dentro de mí. Y si no, al tiempo. Y bueno, así encontré al que espero no llegue a ser nunca mi cuñado. Pura premonición. La intuición me dice que no me gustará. Soy consciente que todos tenemos pasado, pero no me dan confianza aquellos que recriminan lo que en un acto de confianza les has contado de tu yo personal y pasado. Y te lo echan en cara. Y este gusiluz, según cuenta mi hermana, es de esos. Así que, nominado a salir de su vida lo antes posible. Al irse será un gusano sin luz.

A Cocó tampoco le gusta. Cuando él se pasa por la casa de mi hermana, ni siquiera se levanta de su cunita para saludarle. El comportamiento normal de un perro es ponerse contento, expresión que muestra moviendo el rabo, e ir corriendo a que le acaricien. En este caso Cocó no se inmuta. Señal inequívoca que su sentido animal no le aprueba. Mientras dura su visita, Cocó no le quita la vista de encima. Analiza sus movimientos. Y cuando interpreta el que es el de la despedida, se acerca hasta la puerta y le lanza los dientes. Es su forma de decirle “por aquí no vuelvas capullo”, mientras se da media vuelta. Y si a mi sobrina no le gusta, a mí tampoco. Ya lo dice un dicho, “si a tu perro no le gusta una persona, probablemente a ti tampoco debería gustarte”. Y yo me quedo con eso.

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