J: Buenos días, mañana recordaré vía mail a la empresa para que lleve el muestrario de colores. Y si pudiera llevar más, pues mejor. En efecto, las muestras de la foto son bastante claras y no se diferencian tonalidades. A no ser que las hayas hecho con el flash a dos metros de distancia. Ya me había dicho Luis que pasó y vio también las muestras muy apagadas. No obstante, no descartes alguna pintada, grafiti ó similar.
Ayer, cosa poco frecuente, no encendí el ordenador al llegar a casa. Además me fui a hacer un poco de deporte. Tocaba frontenis. Del comienzo de tu correo, te recuerdo que sigo en tratamiento respecto del mal de timidez que me diagnosticaron y poco a poco lo voy superando con psicólogos, terapias de grupo y medicación ligera. Para la pregunta en concreto, no tengo respuesta, creo entonces que no estoy avanzando con el tratamiento, sino que voy hacia atrás.
Yo: Hola de nuevo deportista, qué tal el frontenis? Es similar a la pelota vasca, ó navarra ó de la denominación que sea? A mi padre le gusta verlo en tv y me parece de lo más aburrido. Lo malo de darle vueltas al tema de color es que así la obra nos va a durar una eternidad. No van a cumplir el plazo y luego las últimas partes a realizar van a ser a la carrera. En ese caso será la terraza, encima de mi casa y, chapuzas las justas!. Recuerda que tienen que insonorizar, e impermeabilizar. No, no hace falta que me instaléis barbacoa o similar. Oye, que te vaya bien con el tratamiento y avances poco a poco. Aunque no me creo yo que los avances sean tan pocos. Mera sospecha.
Ah, y la foto la hice con el fono, que no es ninguna pasada, y no la aclaré con fotoshop. Malpensado. Menos mal que ya te había comentado algo Luis que si no, me hubieras tomado por mentirosa y, vale que lo pudiera ser en otros temas, pero en los que atañen a mi presidencia, no. Que tengas buen día de huelga. Procura evitar las manifestaciones y concentraciones que a los pijos se los tiene ganas.
J: El frontenis se juega con raquetas de tenis, en pistas de frontón, pero con pelota más rápida. Se juegan siempre dos contra dos. Es la única manera que he encontrado, por ahora, de tener pareja, lo mismo que en el padel.
Lo que van haciendo en la obra, no está mal. Ha costado meterles en el carril, pero van cumpliendo y realizando lo que se les dice. Siguen teniendo trabajo que hacer, aunque no se aprecia a simple vista. Es preferible una semana más de trabajo pero que quede bien. La otra fachada es más pequeña. Respecto a la terraza de arriba, yo creo que lo mejor es que coloquemos una lona, manita de pintura roja y a salir corriendo.
Yo: Antes de empezar, tú que pareces tan listo, cómo se quita la tinta impregnada en la piel? Estaba yo colgando un cuadro, imagínate la escena: subida a la escalera, martillo en mano, haciendo equilibrio, midiendo a ojo, cuando, para hacer la marca en la pared y saber dónde martillar, he cogido uno de esos rotuladores que una abandona en una cubeta de cuando era universitaria. Al quitar la tapa, suerte que no lo he hecho con la boca, si no con la mano libre que tenía, ha empezado a escurrir toda la tinta azulándome la mano, el brazo, el camisón de satén, la tarima..
En maldita hora se me ha ocurrido a mí cambiar la decoración hoy. Total, tengo la mano azul al completo y tras varias friegas con jabón eso sigue sin salir. Te sabes algún truco casero de esos que hayas utilizado en tu juventud? Ya sabes que la experiencia es un grado!!!! Ni sueñes que en la terraza aceptaremos una chapuza. Te repito que se dónde vives y las rubias a malas somos lo peor. Yo que tú no me la jugaría. Un saludo con la mano azul!
J: Yo iría esta tarde a un spa y dejaría la mano en remojo durante un buen rato e iría frotando hasta ver que la tinta pasa al agua poco a poco. Si eso no te gusta, todo el mundo sabe que la única posibilidad es frotar con alcohol, zumo de limón o disolvente. De todo esto, imagino lo más a mano que tendrás será la colonia. Aplica sobre la zona ese frasco de colonia que ya no te pones. Si, esa que se llama Pachuli, marca de moda en otros tiempos. Si esto no funciona, recurre al spa. El jabón no vale de nada, el disolvente que lleva el rotulador se ha metido en la piel y ahora debes aplicar otro disolvente para sacarlo, tipo los que te he comentado. La consulta son cien euros. Gracias. Más barato que tu veterinario.
La visita sería a las 3.30 pero voy a intentar que sea a las 12.00 y así contamos con tu presencia.
Yo: Pachuli? Pero de qué época es esa marca? No vale "Chispas"?No te jode!!!!
No hay presupuesto para spa, ni colonias caras. Así se queda. Que se vaya quitando con el tiempo. Gracias de todas formas. Me confirmas hora de la reunión cuando sepas algo. Ten buen día, en azul.
J: Buenas tardes, espero que esta mañana te haya llegado correo con la confirmación de la visita para mañana a las 12.00. Como llevas tu disfraz en la mano de pitufo? Has conseguido quitarte la tinta? Me dicen de la constructora que han hecho o están haciendo otras muestras de acabado de fachada para mañana. A ver si se puede decidir color. Saludos
Yo: Hola. Sí, recibí confirmación de visita de mañana. Espero no quedarme dormida y que me de tiempo a quitarme los rulos y las pantuflas. Luego me daré una vuelta por la fachada para ver en qué recóndito sitio han preparado las muestras esta vez. Mañana lo vemos.
Blog mío, que es lo mismo que decir personal, pero con menos letras. Esta soy yo y mi vida, porque después de todo, conmigo es posible. Si te apatece, empieza leyendo de la más antigua a la actual, para que puedas seguir el hilo y entenderme. De lo contrario creeras que no estoy muy cuerda, y quizas asi sea.....Me lo dirás???.
lunes, 31 de marzo de 2014
viernes, 28 de marzo de 2014
Elección de colores (1 )
J: Buenos días, para esta semana tienes un cometido. Yo pienso que sencillo y para lo que creo estas plenamente capacitada. El tema es que tenéis que elegir entre los dos tonos posibles a aplicar en la fachada. La cosa no puede ser más sencilla. Crema ó beige. Si no hay acuerdo, se decidirá con moneda al aire. Solo recordarte, que vuestro grado de decisión, sumando todos los vecinos, presidente y administrador es del 49%. El 51% restante corresponde a la dirección de las obras. Pero bueno, por no decir que no se os escucha. Saludos.
Yo: Buenos Días, gracias por encomiarme tal cometido. Espero votar por el tono más correcto. Por cierto, mi voto dónde pesará más, en el 49% como vecina o en el 51% como presidenta y miembro de la Comisión? Para ver si elijo en cada votación un color diferente o me centro en uno. Y dónde podemos localizar las muestras? La exposición de colores cuándo se inaugura? Gracias
PD: Por cierto, qué están picando ahora? Desde las ocho de la mañana están pegando golpes. Así no hay quien descanse. Creo que empiezo a hacer maletas. Pásame, definitivamente, la dirección de tu casa. Gracias
J: Buenos días, no has entendido el correo. Te lo explico más despacio: a la comunidad, incluida la presidenta, le corresponde el 49% de decisión. Al arquitecto, el 51 %. Espero hagan las muestras de colores en esta semana. La dirección de mi casa está en la copia de la documentación que te di. Lo que tendré que darte es un juego de llaves.
Yo: Buenos Medios Días, gracias por la aclaración. Pensaba que la dirección de obras era la comisión de obras, pero veo que no. Con estas tonalidades tan claras estamos pidiendo a gritos que vengan tus amigos los grafiteros a que nos deleiten con sus pintadas. No es posible un grado más oscuro? La dirección de obras qué opina? Luego echo un ojo a la dirección de tu Dni y veo si aparece en el Google maps. Para ver cómo llegamos Flecha y yo más rápido. Dónde dices que me dejas la copia de las llaves?
J: Tan solo para que hagas un hueco en tu agenda, este viernes está previsto hacer de nuevo visita de obras, a las 15.30. Si te saltas esta, ya hasta dentro de 15 días nada, ya que imagino harás puente en el fin de semana próximo. Y es que, cuánto llevas trabajando ya seguido sin tomarte unos días de descanso? Quince días seguidos?. Veremos las muestras de color. A ver que tonos dan cuando sequen. Estos productos que vienen ya predosificados dan más garantías de uniformidad en color y acabado, pero permiten solo los colores que están en la carta.
Yo: Adjunto envío foto de las pruebas de color. Para que luego no me digas que no estoy pendiente de los avances. Yo veo el color muy claro. Dejo que opines. Respecto a la reunión del viernes, veré como tengo mi agenda y te comentaré. Te parece?. Se que en cada cita me echas de menos. Por cierto, te apetece adoptar un perro? Te mejoraría el humor y el carácter. Que tengas dulces sueños!!!
J: La verdad es que las muestras, según las fotos, si que parecen demasiado claras. Veremos con el muestrario si se parecen ó es sólo fantasía, y qué otras alternativas nos quedan. Ya veo que te estás tomando en serio los deberes de esta semana. Gracias por el ofrecimiento del perro, pero por ahora no puedo dedicarle el tiempo que necesitaría y para no tenerlo en condiciones, prefiero no adoptar. Creo que ahora, solo podría tener un pez y no me hace ninguna ilusión.
Yo: Me alegro que tu tono irónico se haya atenuado. Ciertamente un perro necesita atenciones y mimos. Y yo tampoco te veo a ti centrado en esa labor, teniendo en cuenta el carácter que gastas y el tiempo que te ocupa tu Laura. Pero bueno, todo se andará. Lo de la idea del pez, no es muy aconsejable, no sea que te contagie su falta de memoria y para qué queremos más. Y sí, las muestras quedan demasiado claras. Para el escenario de una boda, vale, pero para un edificio en este barrio, que precisamente no es noble, yo votaría por una opción más oscura. Insisto.
Yo, de nuevo: Oye, no es por incordiar pero, las nuevas muestras tienen truco? Yo no veo la diferencia.
J: Solo por descartar posibilidades, no habrás bajado ahora a verlo con la luz de las farolas, no?
Yo: Los colores los ví ayer a plena luz del día. Y, ó tengo un problema desconocido en la vista o la diferencia de colores, a mi parecer, es mínima. Así no avanzamos.
J: Le pongo un correo a la dirección de la empresa para que nos hagan muestras más oscuras y que traigan la carta de colores para poder verificar las muestras que aparecen.
Yo: A ver si luego puedo hacer una foto al nuevo muestrario y ves tú la diferencia.
J: El muestrario lo tienes tu? Pensé que lo tenía la empresa.
Yo: No, el muestrario lo tiene quien lo tenga. Me refería al nuevo muestrario realizado en la pared para apreciar las diferencias. Ahora el rubio pareces tú. No te enteras.
J: No, si yo lo que pensaba, era que ibas a hacer una comparativa completamente eficaz y definitiva, poniendo el muestrario que nos enseñaron y las muestras que están sobre la fachada. Te mando la foto que hice en la visita del otro día. Ponte las gafas que aún no tienes y verás que al menos diferencia de tonalidad si que se aprecia.
Yo: Ayer hice yo una foto y ahí no está el color ocre que yo elegí. Son todos casi iguales. No me gustaría tener que elegir una sin haber tenido un muestrario donde elegir. Creo que el importe total de la obra no es como para elegir un tono al tuntún, porque no queda otra. No crees?
J: Si le preguntas a los operarios te comentarán que en las otras muestras de fachada una mano oculta les echó lejía, para matarles el color. Espero que en estas no hayan hecho lo mismo. Tenéis enemigos por el barrio? Estáis al corriente de pago de todo? Si nada más terminar las obras la van a llenar de grafitis por algo, debería saberlo.
Yo: Oye, y cómo es posible que tú con ese humor tan, tan, tan inglés, no hayas conquistado a un cuerpo serrano? A lo que vamos, que a mí me conste, no tenemos enemigos en el barrio. Pero pintar la fachada de blanco es como llamar a los grafiteros a gritos. Eso corre como la pólvora, y rápidamente se comenta por los barrios periféricos y tenemos los “Farlopa” tatuados en distintos colores y relieves. Y espérate que no tengamos algún desahucio y empiecen con la pega de papeles y colgada de pancartas. Dios no quiera y los bancos tampoco. Ya estás en pijama y con las zapatillas de cuadros? Espero no molestar. Paso de puntillas.
Yo: Buenos Días, gracias por encomiarme tal cometido. Espero votar por el tono más correcto. Por cierto, mi voto dónde pesará más, en el 49% como vecina o en el 51% como presidenta y miembro de la Comisión? Para ver si elijo en cada votación un color diferente o me centro en uno. Y dónde podemos localizar las muestras? La exposición de colores cuándo se inaugura? Gracias
PD: Por cierto, qué están picando ahora? Desde las ocho de la mañana están pegando golpes. Así no hay quien descanse. Creo que empiezo a hacer maletas. Pásame, definitivamente, la dirección de tu casa. Gracias
J: Buenos días, no has entendido el correo. Te lo explico más despacio: a la comunidad, incluida la presidenta, le corresponde el 49% de decisión. Al arquitecto, el 51 %. Espero hagan las muestras de colores en esta semana. La dirección de mi casa está en la copia de la documentación que te di. Lo que tendré que darte es un juego de llaves.
Yo: Buenos Medios Días, gracias por la aclaración. Pensaba que la dirección de obras era la comisión de obras, pero veo que no. Con estas tonalidades tan claras estamos pidiendo a gritos que vengan tus amigos los grafiteros a que nos deleiten con sus pintadas. No es posible un grado más oscuro? La dirección de obras qué opina? Luego echo un ojo a la dirección de tu Dni y veo si aparece en el Google maps. Para ver cómo llegamos Flecha y yo más rápido. Dónde dices que me dejas la copia de las llaves?
J: Tan solo para que hagas un hueco en tu agenda, este viernes está previsto hacer de nuevo visita de obras, a las 15.30. Si te saltas esta, ya hasta dentro de 15 días nada, ya que imagino harás puente en el fin de semana próximo. Y es que, cuánto llevas trabajando ya seguido sin tomarte unos días de descanso? Quince días seguidos?. Veremos las muestras de color. A ver que tonos dan cuando sequen. Estos productos que vienen ya predosificados dan más garantías de uniformidad en color y acabado, pero permiten solo los colores que están en la carta.
Yo: Adjunto envío foto de las pruebas de color. Para que luego no me digas que no estoy pendiente de los avances. Yo veo el color muy claro. Dejo que opines. Respecto a la reunión del viernes, veré como tengo mi agenda y te comentaré. Te parece?. Se que en cada cita me echas de menos. Por cierto, te apetece adoptar un perro? Te mejoraría el humor y el carácter. Que tengas dulces sueños!!!
J: La verdad es que las muestras, según las fotos, si que parecen demasiado claras. Veremos con el muestrario si se parecen ó es sólo fantasía, y qué otras alternativas nos quedan. Ya veo que te estás tomando en serio los deberes de esta semana. Gracias por el ofrecimiento del perro, pero por ahora no puedo dedicarle el tiempo que necesitaría y para no tenerlo en condiciones, prefiero no adoptar. Creo que ahora, solo podría tener un pez y no me hace ninguna ilusión.
Yo: Me alegro que tu tono irónico se haya atenuado. Ciertamente un perro necesita atenciones y mimos. Y yo tampoco te veo a ti centrado en esa labor, teniendo en cuenta el carácter que gastas y el tiempo que te ocupa tu Laura. Pero bueno, todo se andará. Lo de la idea del pez, no es muy aconsejable, no sea que te contagie su falta de memoria y para qué queremos más. Y sí, las muestras quedan demasiado claras. Para el escenario de una boda, vale, pero para un edificio en este barrio, que precisamente no es noble, yo votaría por una opción más oscura. Insisto.
Yo, de nuevo: Oye, no es por incordiar pero, las nuevas muestras tienen truco? Yo no veo la diferencia.
J: Solo por descartar posibilidades, no habrás bajado ahora a verlo con la luz de las farolas, no?
Yo: Los colores los ví ayer a plena luz del día. Y, ó tengo un problema desconocido en la vista o la diferencia de colores, a mi parecer, es mínima. Así no avanzamos.
J: Le pongo un correo a la dirección de la empresa para que nos hagan muestras más oscuras y que traigan la carta de colores para poder verificar las muestras que aparecen.
Yo: A ver si luego puedo hacer una foto al nuevo muestrario y ves tú la diferencia.
J: El muestrario lo tienes tu? Pensé que lo tenía la empresa.
Yo: No, el muestrario lo tiene quien lo tenga. Me refería al nuevo muestrario realizado en la pared para apreciar las diferencias. Ahora el rubio pareces tú. No te enteras.
J: No, si yo lo que pensaba, era que ibas a hacer una comparativa completamente eficaz y definitiva, poniendo el muestrario que nos enseñaron y las muestras que están sobre la fachada. Te mando la foto que hice en la visita del otro día. Ponte las gafas que aún no tienes y verás que al menos diferencia de tonalidad si que se aprecia.
Yo: Ayer hice yo una foto y ahí no está el color ocre que yo elegí. Son todos casi iguales. No me gustaría tener que elegir una sin haber tenido un muestrario donde elegir. Creo que el importe total de la obra no es como para elegir un tono al tuntún, porque no queda otra. No crees?
J: Si le preguntas a los operarios te comentarán que en las otras muestras de fachada una mano oculta les echó lejía, para matarles el color. Espero que en estas no hayan hecho lo mismo. Tenéis enemigos por el barrio? Estáis al corriente de pago de todo? Si nada más terminar las obras la van a llenar de grafitis por algo, debería saberlo.
Yo: Oye, y cómo es posible que tú con ese humor tan, tan, tan inglés, no hayas conquistado a un cuerpo serrano? A lo que vamos, que a mí me conste, no tenemos enemigos en el barrio. Pero pintar la fachada de blanco es como llamar a los grafiteros a gritos. Eso corre como la pólvora, y rápidamente se comenta por los barrios periféricos y tenemos los “Farlopa” tatuados en distintos colores y relieves. Y espérate que no tengamos algún desahucio y empiecen con la pega de papeles y colgada de pancartas. Dios no quiera y los bancos tampoco. Ya estás en pijama y con las zapatillas de cuadros? Espero no molestar. Paso de puntillas.
miércoles, 26 de marzo de 2014
Quedada sin mi
Informe de Silvia tras una quedada: Buenos días amigos, no se cómo me he levantado pero aquí estoy en el trabajo. Toda una campeona. Para los ausentes (CV por enfermedad familiar, … y yo), un resumen breve redactado antes de que me quede dormida. Cuando salimos de Velate nos fuimos a tomar una copa a un bar próximo del que no recuerdo el nombre. Después el grupo de fue desperdigando, cada uno a su casa. Quedamos Irene, Miguel, el becario, mi hermana Ana y yo. Fuimos a otro local a tomar unas copas más, y ya de madrugada se terminó la noche. Muy divertida por cierto.
El becario se apunta al resumen, aportando su toque artístico y nos envía vía mail:
La cena bien. Lo de ir a Velate es lo que tiene. Éxito seguro. No es lo mismo si faltan algunos, como CV. Desde luego más tranquilos estuvimos, particularmente sin nadie que me de la brasa diciendo lo mayor que soy, las carnes que me faltan, el pelo que me deja, lo grande que me quedan los pantalones, y lo pijo, vago, maleante y liante que soy. Te deseo una pronta recuperación con tu mamá, pero eso sí, lejos.
A pesar de esta lamentable ausencia, todo bien. Los fijos muy correctos y las nuevas incorporaciones, aprobado con nota. Prudentes, integrados y sin crear polémicas. Irene sin móvil. Ahora que había conseguido una tarifa especial en la que la pagaban un euro por minuto hablado. Calcular. Las hermanas “sister” muy guapas las dos. Silvia con modelazo a lo Salomé ( “desde que llegaste sólo vivo cantando, hey, vivo soñando, hey…”). Por cierto, por la tarde estuve en el parque y se está poniendo muy complicado. Lleno de pitbulls, doberman…Cualquier día se meriendan a uno de los nuestros. Y lo malo es que ni nos enteramos. Y eso porque algunas están más pendientes de los amos que de los animales. “A” dando gritos entre los setos. Paseantes que te orinan en los zapatos. Otros trapicheando con droga. Vamos, un número. Propongo cambiar de parque y organizar otra quedada, a ser posible un jueves, para estrechar lazos y evitar que la panda se desintegre. Besos y abrazos para to2.
El becario se apunta al resumen, aportando su toque artístico y nos envía vía mail:
La cena bien. Lo de ir a Velate es lo que tiene. Éxito seguro. No es lo mismo si faltan algunos, como CV. Desde luego más tranquilos estuvimos, particularmente sin nadie que me de la brasa diciendo lo mayor que soy, las carnes que me faltan, el pelo que me deja, lo grande que me quedan los pantalones, y lo pijo, vago, maleante y liante que soy. Te deseo una pronta recuperación con tu mamá, pero eso sí, lejos.
A pesar de esta lamentable ausencia, todo bien. Los fijos muy correctos y las nuevas incorporaciones, aprobado con nota. Prudentes, integrados y sin crear polémicas. Irene sin móvil. Ahora que había conseguido una tarifa especial en la que la pagaban un euro por minuto hablado. Calcular. Las hermanas “sister” muy guapas las dos. Silvia con modelazo a lo Salomé ( “desde que llegaste sólo vivo cantando, hey, vivo soñando, hey…”). Por cierto, por la tarde estuve en el parque y se está poniendo muy complicado. Lleno de pitbulls, doberman…Cualquier día se meriendan a uno de los nuestros. Y lo malo es que ni nos enteramos. Y eso porque algunas están más pendientes de los amos que de los animales. “A” dando gritos entre los setos. Paseantes que te orinan en los zapatos. Otros trapicheando con droga. Vamos, un número. Propongo cambiar de parque y organizar otra quedada, a ser posible un jueves, para estrechar lazos y evitar que la panda se desintegre. Besos y abrazos para to2.
domingo, 23 de marzo de 2014
Momentos sin gracia
Sigo afónica. Lo he comprobado al intentar contestar al teléfono. No me salía la voz así que he tenido que hablar como si lo hiciera en secreto, susurrando. Menos mal que la conversación era con una de mis hermanas. En otro caso hubiera sonado raro. Tan raro como los comportamientos de algunos de los invitados en una boda. Cada una me aporta una experiencia más. Una anécdota. La de ayer no fue nada divertida. Yo desde luego no le encontré la gracia.
Mi papel el día de la boda es organizar la llegada de invitados y coordinar los tiempos de los distintos momentos. Si la ceremonia es en la misma finca que han alquilado los novios para la ocasión, dirigir a los invitados hacia el espacio donde se va a desarrollar la misma, estar pendiente de la llegada de la novia, avisar para que suene su canción en el momento oportuno, dar indicaciones al director del catering, y durante la cena, simplemente estar. Mientras los invitados disfrutan del menú, observar que todo va sobre ruedas y nadie está fuera de control. Un control que a cada tanto, alguien se empeña en descontrolar.
Ayer el descontrol llegó a la hora del postre. Los novios decidieron saltarse la tradición de cortar una tarta de pisos. Pretendían huir de tener en su álbum de fotos aquella con la espada empuñada por los dos, de pie, mientras el resto de los invitados vocearían un “que se besen con lengua”, a gritos. De esta foto se habían salvado, pero el que no se salvó fue el novio, cuando el listo del grupo decidió que había que desnudarle y embadurnarle con los restos de la cena previamente mezclados en una botella de dos litros. Premeditación y alevosía. Y así, con esta singular idea, además del novio, fue el baño de señores el que terminó encharcado con la espesa papilla.
Dí instrucciones para que nadie del servicio limpiase el cuarto de baño. No sería yo la que no permitiese que resbalasen los invitados con aquel suelo pringoso. Si había que reírse, lo suyo es que nos riésemos todos.
Yo era la responsable y desde luego, aunque tuviera que hacer frente a ciento sesenta invitados, tomaría cartas en el asunto.
Antes de mover ficha, paseé entre las mesas del salón. Observé movimientos. Discretamente escuche el siguiente plan a llevar a cabo por lo amigos. Esperé que el hermano del novio estuviese a solas y solicité su atención. Le ofrecía la posibilidad de salvar la fiesta antes que el instinto animal humano alcanzara una cota de alcohol no racional. Le aseguré que no iba a permitir otra como la que embadurnaba el cuarto de baño. Se disculpó y ofreció a limpiar personalmente el embrollo. Respondí que no sería necesario siempre y cuando me garantizase que aquella gracia de la que yo no me reía no se repetiría.
Fui hasta el baño con fregona y cubo, y en él se encontraba un hombre, calvo para más señas, limpiándolo con papel.
- Eres tú la encargada de aquí? - me preguntó.
- Sí.
- Pues que sepas que eres una pija.- Así me soltó, sin paños calientes, sin preámbulos, sin conocerme. A bocajarro.
Cogió la fregona que yo sujetaba entre mis manos y mientras la pasaba y repasaba por el suelo continuó escupiendo:
- Porque eres una pija. Una pija que se molesta por dar un par de pasadas a la fregona. – Y repitió tal calificativo al menos veinte veces más. Yo no me ofendí.
- Por cierto, puedes salirte del baño de caballeros? – me preguntó.
- No - respondí -. Aquí las normas las pongo yo.
Me miró con furia en los ojos mientras seguía girando la fregona. Y repitiendo otras tantas veces lo pija que le parecía que era. Le sugerí que dejase de fregar, que parecía lo suficientemente limpio, y me contestó que daría un par de pasadas más.
- Yo tengo que estar aquí toda la noche así que no tengo prisa.- Contesté pausada. Y me crucé de brazos cambiando el peso de mi cuerpo de la sandalia de tacón de mi pierna derecha a la izquierda.
La furia le salía por los poros de los pelos de la cabeza que no tenía.
Finalmente se arrodilló y con una toallita de papel de manos secó el suelo mojado.
El hermano del novio le había llamado la atención, eso estaba claro. Una broma de mal gusto podía provocar que finalizase la boda antes de tiempo, y si encima era una rubia en minifalda la que tomaba esa decisión, jodía. Y más, a un amigo inmaduro y calvo. El resto de los invitados, a partir del momento “fregona – baño”, empezaron a mirarme con intenciones que ni en sus mejores sueños podrían hacerse realidad. Joderme no les iba a resultar tan fácil, por no decir imposible, en todos los sentidos.
Otra de las veces en lugar de pija me llamaron pit bull (raza de perro para más señas). Y es que los invitados son la mar de ingeniosos en sus calificativos. Aquella vez se debió a que impedí que más de una docena de amigos lanzasen a la fuente de nueve chorros, al novio. Previamente éste había firmado un contrato en la que una claúsula establecía dicha prohibición. Pero enfrentarse a la pandilla de amigos en plena efeverscencia no es tarea fácil. Aunque exista prohibición de por medio. Y para eso estoy yo. Para impedir, que dentro del espacio que yo debo controlar, se olviden del saber estar. Se olviden de comportarse.
Los amigos cogieron al novio en hombros y a la voz de “al pilón” se dirigieron hacia la fuente que yo estaba custodiando cruzada de brazos. Nunca imaginé lo que una mirada puede intimidar. La mía. Pero lo hizo. Se frenaron en seco. No dije ni una palabra. Lo juro. Les había fastidiado la posibilidad de escalabrar al novio. Y eso era lo divertido. A sus ojos. No a los míos. Para quedar por encima de mí, o al menos intentarlo, me calificaron de raza de perro agresiva. Lo que hace el desconocimiento y la falta de educación. Yo no me reí pues no le encontré la gracia.
Otro día el padre de la novia pensaba que yo era la novia, pero la suya. Era un señor que yo creo que aparentaba más años de los que realmente tenía, aunque no se los pregunté. Tenía cara de buena persona y andaba como un pingüino. Pasito a pasito parecía que no avanzaba, pero cuando te querías dar cuenta se había alejado unos metros. Bastantes. Los suficientes para tener que echar una carrera si querías alcanzarle. Y eso fue lo que hice cuando su mujer me indicó que podía perderse. Tenía alzehimer. Y posiblemente no recordaría como volver.
Subí la cuesta que llevaba hasta el parking. El sol calentaba con fuerza. Me llevaba bastante ventaja, pero no iría muy lejos. Algo sofocada le alcancé.
- Puedo acompañarle?- Le pregunté.
- Sí, te esperaba – Me contestó con toda naturalidad.
- Pues volvamos juntos que ya va a empezar la ceremonia – añadí.
- Vale – me dijo. Y se agarró a mi brazo, como si fuéramos novios. – Así que nos vamos a casar? Pues vaya novia más guapa que me he echado!
- Sí, vamos de boda – y no añadí nada más.
Cuando bajamos todas las escaleras hice un guiño a su mujer, que preocupada le estaba esperando.
- Pero dónde estaba este hombre? – preguntaba en voz alta.
- Estaba dando un paseo – La contesté. Y la ofrecí el brazo de él para que fuera ella quien le orientara. Y el señor sonrió, sin saber si iba a ser el novio, el padre de la novia o un pingüino paseando bajo el sol de agosto. Nada tenía sentido en su cabeza y yo no quise darle vueltas a la mía. Esto tampoco tenía gracia.
Volví a mi trabajo.
Mi papel el día de la boda es organizar la llegada de invitados y coordinar los tiempos de los distintos momentos. Si la ceremonia es en la misma finca que han alquilado los novios para la ocasión, dirigir a los invitados hacia el espacio donde se va a desarrollar la misma, estar pendiente de la llegada de la novia, avisar para que suene su canción en el momento oportuno, dar indicaciones al director del catering, y durante la cena, simplemente estar. Mientras los invitados disfrutan del menú, observar que todo va sobre ruedas y nadie está fuera de control. Un control que a cada tanto, alguien se empeña en descontrolar.
Ayer el descontrol llegó a la hora del postre. Los novios decidieron saltarse la tradición de cortar una tarta de pisos. Pretendían huir de tener en su álbum de fotos aquella con la espada empuñada por los dos, de pie, mientras el resto de los invitados vocearían un “que se besen con lengua”, a gritos. De esta foto se habían salvado, pero el que no se salvó fue el novio, cuando el listo del grupo decidió que había que desnudarle y embadurnarle con los restos de la cena previamente mezclados en una botella de dos litros. Premeditación y alevosía. Y así, con esta singular idea, además del novio, fue el baño de señores el que terminó encharcado con la espesa papilla.
Dí instrucciones para que nadie del servicio limpiase el cuarto de baño. No sería yo la que no permitiese que resbalasen los invitados con aquel suelo pringoso. Si había que reírse, lo suyo es que nos riésemos todos.
Yo era la responsable y desde luego, aunque tuviera que hacer frente a ciento sesenta invitados, tomaría cartas en el asunto.
Antes de mover ficha, paseé entre las mesas del salón. Observé movimientos. Discretamente escuche el siguiente plan a llevar a cabo por lo amigos. Esperé que el hermano del novio estuviese a solas y solicité su atención. Le ofrecía la posibilidad de salvar la fiesta antes que el instinto animal humano alcanzara una cota de alcohol no racional. Le aseguré que no iba a permitir otra como la que embadurnaba el cuarto de baño. Se disculpó y ofreció a limpiar personalmente el embrollo. Respondí que no sería necesario siempre y cuando me garantizase que aquella gracia de la que yo no me reía no se repetiría.
Fui hasta el baño con fregona y cubo, y en él se encontraba un hombre, calvo para más señas, limpiándolo con papel.
- Eres tú la encargada de aquí? - me preguntó.
- Sí.
- Pues que sepas que eres una pija.- Así me soltó, sin paños calientes, sin preámbulos, sin conocerme. A bocajarro.
Cogió la fregona que yo sujetaba entre mis manos y mientras la pasaba y repasaba por el suelo continuó escupiendo:
- Porque eres una pija. Una pija que se molesta por dar un par de pasadas a la fregona. – Y repitió tal calificativo al menos veinte veces más. Yo no me ofendí.
- Por cierto, puedes salirte del baño de caballeros? – me preguntó.
- No - respondí -. Aquí las normas las pongo yo.
Me miró con furia en los ojos mientras seguía girando la fregona. Y repitiendo otras tantas veces lo pija que le parecía que era. Le sugerí que dejase de fregar, que parecía lo suficientemente limpio, y me contestó que daría un par de pasadas más.
- Yo tengo que estar aquí toda la noche así que no tengo prisa.- Contesté pausada. Y me crucé de brazos cambiando el peso de mi cuerpo de la sandalia de tacón de mi pierna derecha a la izquierda.
La furia le salía por los poros de los pelos de la cabeza que no tenía.
Finalmente se arrodilló y con una toallita de papel de manos secó el suelo mojado.
El hermano del novio le había llamado la atención, eso estaba claro. Una broma de mal gusto podía provocar que finalizase la boda antes de tiempo, y si encima era una rubia en minifalda la que tomaba esa decisión, jodía. Y más, a un amigo inmaduro y calvo. El resto de los invitados, a partir del momento “fregona – baño”, empezaron a mirarme con intenciones que ni en sus mejores sueños podrían hacerse realidad. Joderme no les iba a resultar tan fácil, por no decir imposible, en todos los sentidos.
Otra de las veces en lugar de pija me llamaron pit bull (raza de perro para más señas). Y es que los invitados son la mar de ingeniosos en sus calificativos. Aquella vez se debió a que impedí que más de una docena de amigos lanzasen a la fuente de nueve chorros, al novio. Previamente éste había firmado un contrato en la que una claúsula establecía dicha prohibición. Pero enfrentarse a la pandilla de amigos en plena efeverscencia no es tarea fácil. Aunque exista prohibición de por medio. Y para eso estoy yo. Para impedir, que dentro del espacio que yo debo controlar, se olviden del saber estar. Se olviden de comportarse.
Los amigos cogieron al novio en hombros y a la voz de “al pilón” se dirigieron hacia la fuente que yo estaba custodiando cruzada de brazos. Nunca imaginé lo que una mirada puede intimidar. La mía. Pero lo hizo. Se frenaron en seco. No dije ni una palabra. Lo juro. Les había fastidiado la posibilidad de escalabrar al novio. Y eso era lo divertido. A sus ojos. No a los míos. Para quedar por encima de mí, o al menos intentarlo, me calificaron de raza de perro agresiva. Lo que hace el desconocimiento y la falta de educación. Yo no me reí pues no le encontré la gracia.
Otro día el padre de la novia pensaba que yo era la novia, pero la suya. Era un señor que yo creo que aparentaba más años de los que realmente tenía, aunque no se los pregunté. Tenía cara de buena persona y andaba como un pingüino. Pasito a pasito parecía que no avanzaba, pero cuando te querías dar cuenta se había alejado unos metros. Bastantes. Los suficientes para tener que echar una carrera si querías alcanzarle. Y eso fue lo que hice cuando su mujer me indicó que podía perderse. Tenía alzehimer. Y posiblemente no recordaría como volver.
Subí la cuesta que llevaba hasta el parking. El sol calentaba con fuerza. Me llevaba bastante ventaja, pero no iría muy lejos. Algo sofocada le alcancé.
- Puedo acompañarle?- Le pregunté.
- Sí, te esperaba – Me contestó con toda naturalidad.
- Pues volvamos juntos que ya va a empezar la ceremonia – añadí.
- Vale – me dijo. Y se agarró a mi brazo, como si fuéramos novios. – Así que nos vamos a casar? Pues vaya novia más guapa que me he echado!
- Sí, vamos de boda – y no añadí nada más.
Cuando bajamos todas las escaleras hice un guiño a su mujer, que preocupada le estaba esperando.
- Pero dónde estaba este hombre? – preguntaba en voz alta.
- Estaba dando un paseo – La contesté. Y la ofrecí el brazo de él para que fuera ella quien le orientara. Y el señor sonrió, sin saber si iba a ser el novio, el padre de la novia o un pingüino paseando bajo el sol de agosto. Nada tenía sentido en su cabeza y yo no quise darle vueltas a la mía. Esto tampoco tenía gracia.
Volví a mi trabajo.
sábado, 22 de marzo de 2014
Tengo una sobrina
Tengo una sobrina. Y esto es una gran noticia. Porque es especial. La encontré. Hay quien dice que la rapté. Tonterías. Estaba perdida. Su madre, mi hermana, la adoptó. Sugerí su nombre. Su madre la bautizó. Hoy es la futura heredera.
Todo empezó un sábado cualquiera del verano pasado. Empezamos a organizar el montaje de una boda en una finca en el campo. Las mesas rodaban, los manteles se estiraban, los platos se colocaban en su sitio. Después las copas, los cubiertos, servilletas y centros de flores. Y allí apareció ella. Tímida. Pequeña. Cubierta de espigas. La ofrecimos agua y comida. Bebió tranquila, sin asustarse. Y se sentó a observarnos. Seguimos trabajando. Cuando terminamos preguntamos a los dueños de las fincas próximas. Nadie había perdido un perro. Señal inequívoca que pronto tendría una nueva familia. Hoy se llama Cocó (hembra, de raza Yorkshire Terrier, y pelo jaspeado entre marrón y negro, para más señas).
Mi hermana no tenía claro lo de ampliar su yo. Lo de compartirse con un ser dependiente más allá de aquellas parejas que se cruzaban por su vida. Pero sucedió. Fue el destino. O fue el momento de querer de verdad.
La idea era que mientras mi hermana trabajaba, Cocó se quedase tranquila en casa. Hasta su vuelta a las tres de la tarde. Pero esa sólo era una idea. Estúpida por cierto. Ya que Cocó tenía otros planes. El primer día mi hermana la sacó antes de las ocho de la mañana para el primer pis. Las dos fueron juntas paseando hasta la zona de evacuación canina. Después volvieron a casa. Allí se quedó la pequeña, hasta el mediodía. Cuando mi hermana giró la llave, a su vuelta, se encontró con una realidad que jamás hubiese imaginado. Los papeles que había en la mesa, cientos por cierto, estaban en otro espacio. La tierra de las macetas abonaba aquellos papeles, que a su vez entarimaban el suelo. Huellas de patitas pintaban con tierra todos los muebles. Y los cojines. Y la tapicería del sofá. Cocó emocionada por ver de nuevo a su madre saltaba como loca sin ser consciente que aquella que se había quedado petrificada era la que hacía horas había decidido querer de verdad. Y ya no había marcha atrás.
Quería tener una responsabilidad en la vida, sin tener en cuenta que hay veces que la vida no te lo pone fácil. Y otras, Cocó.
Había que pensar un plan. Y éste estaba claro. Su abuelo se encargaría de ella en horario de trabajo. No puso demasiadas pegas. La pequeña se hacía querer, aunque tenía los mismos cambios de humor que su madre, mi hermana. El abuelo accedió a recibirla en su casa a primera hora de la mañana. Es más, permitía que se subiese a su cama. Después juntos desayunaban. Y tras el aseo, a la calle, a pasear. Y a hacer la compra juntos. Y al banco a ver si han ingresado la pensión. Y después a esperar la entrega del la comida diaria. Porque desde que empezó a tener el famoso “run run“ contratamos un servicio de catering a domicilio. Para controlarle la alimentación y asegurarnos que estuviese bien nutrido. Que con la edad ya se sabe. Y con la pereza también. Y eso que mi padre nunca ha sido muy doméstico, pero desde que su mujer, mi madre, decidió ser divorciada, no le quedó más remedio que cocinarse. Porque nosotras, sus hijas, no hemos salido muy de nuestra casa, que digamos. Algunas más. Las que más, menos. Y así él aprendió a prepararse lentejas, cocidos y patatas con costillas, por resaltar algunos de sus cocinados. Pero cuando empezó a encontrarse raro se abandonó. El primer diagnóstico del médico fue desnutrición y deshidratación. Así pues, no podíamos volver a permitirlo. Y a la hora en punto cada día le traen su servicio de comida y cena. Los siete días de la semana. Todas las semanas del mes. Salvo cuando tenemos otros planes y anulamos el pedido.
- A ver qué nos han traído hoy para comer Cocó.- Comenta el abuelo a la pequeña.
- Qué rico! Un guiso de verduras, ensalada y “cocretas”.- La explica. Porque para mi padre siempre han sido y serán “cocretas”. No hay forma de hacerle entender que dice mal esa palabra. Cuando le corregimos nos contesta un: - Yo las llamo así y punto. Si he dicho cocretas pues cocretas son. Sabrán igual las llames como las llames, no? Yo me entiendo”.- Y no hay más que hablar. Cocretas entonces.
Son las dos del mediodía. Se sienta a comer. Él en una de las banquetas de la Cocina. Cocó a sus pies. El único sonido que rompe el silencio es la radio. Y lo hace a gritos. Porque dice que sino no la oye. Yo creo que es escuchada por todo el bloque y algunas manzanas más allá. Para él no está alta. Aunque tampoco se entere de lo que dice. No presta atención. Pero necesita tenerla encendida. Será para sentirse acompañado. Será para no sentirse sólo. Será.
Cocó empieza a llorar. O a emitir un ruido que no llega a ser ladrido. Para llamar la atención. Para decir que la deje algo. Y el abuelo que ya ha dejado en el plato algunas cucharadas de guiso, desmenuza un poco de pan. Sólo la miga. Que a Cocó no le gusta la corteza. Y se lo pringa en la salsa. Y lo remueve. Después pone el plato en el suelo y Cocó empieza a comer.
Le hemos dicho que mejor se lo ponga en su comedero. Pero él responde que a su niña la gusta comerlo ahí. Y damos por perdida la batalla. De algún mal hay que morir.
A las tres de la tarde pasa su madre a buscarla. Bueno, a veces son las cuatro. Y pilla a los dos en plena siesta. Compitiendo en ronquidos. Otras veces mi hermana se inventa quehaceres y deja a su hija con el abuelo toda la tarde ó incluso algún que otro día seguido. Y entonces el abuelo se va de paseo a la alameda con “ la suya Cocó”. Porque él es “el suyo abuelo”. Y menudas charlas se pegan los dos. O mejor, menuda conversación tiene el abuelo con ella. Y así está entretenido. Olvida que a veces tiene un “run run” que a nosotras nos llega al corazón.
Tengo una sobrina. Y espero que sea la primera de un montón. Aunque tengan cuatro patas. Aunque tengan dos. Biko y Fecha tienen una prima, que se llama Cocó.
Todo empezó un sábado cualquiera del verano pasado. Empezamos a organizar el montaje de una boda en una finca en el campo. Las mesas rodaban, los manteles se estiraban, los platos se colocaban en su sitio. Después las copas, los cubiertos, servilletas y centros de flores. Y allí apareció ella. Tímida. Pequeña. Cubierta de espigas. La ofrecimos agua y comida. Bebió tranquila, sin asustarse. Y se sentó a observarnos. Seguimos trabajando. Cuando terminamos preguntamos a los dueños de las fincas próximas. Nadie había perdido un perro. Señal inequívoca que pronto tendría una nueva familia. Hoy se llama Cocó (hembra, de raza Yorkshire Terrier, y pelo jaspeado entre marrón y negro, para más señas).
Mi hermana no tenía claro lo de ampliar su yo. Lo de compartirse con un ser dependiente más allá de aquellas parejas que se cruzaban por su vida. Pero sucedió. Fue el destino. O fue el momento de querer de verdad.
La idea era que mientras mi hermana trabajaba, Cocó se quedase tranquila en casa. Hasta su vuelta a las tres de la tarde. Pero esa sólo era una idea. Estúpida por cierto. Ya que Cocó tenía otros planes. El primer día mi hermana la sacó antes de las ocho de la mañana para el primer pis. Las dos fueron juntas paseando hasta la zona de evacuación canina. Después volvieron a casa. Allí se quedó la pequeña, hasta el mediodía. Cuando mi hermana giró la llave, a su vuelta, se encontró con una realidad que jamás hubiese imaginado. Los papeles que había en la mesa, cientos por cierto, estaban en otro espacio. La tierra de las macetas abonaba aquellos papeles, que a su vez entarimaban el suelo. Huellas de patitas pintaban con tierra todos los muebles. Y los cojines. Y la tapicería del sofá. Cocó emocionada por ver de nuevo a su madre saltaba como loca sin ser consciente que aquella que se había quedado petrificada era la que hacía horas había decidido querer de verdad. Y ya no había marcha atrás.
Quería tener una responsabilidad en la vida, sin tener en cuenta que hay veces que la vida no te lo pone fácil. Y otras, Cocó.
Había que pensar un plan. Y éste estaba claro. Su abuelo se encargaría de ella en horario de trabajo. No puso demasiadas pegas. La pequeña se hacía querer, aunque tenía los mismos cambios de humor que su madre, mi hermana. El abuelo accedió a recibirla en su casa a primera hora de la mañana. Es más, permitía que se subiese a su cama. Después juntos desayunaban. Y tras el aseo, a la calle, a pasear. Y a hacer la compra juntos. Y al banco a ver si han ingresado la pensión. Y después a esperar la entrega del la comida diaria. Porque desde que empezó a tener el famoso “run run“ contratamos un servicio de catering a domicilio. Para controlarle la alimentación y asegurarnos que estuviese bien nutrido. Que con la edad ya se sabe. Y con la pereza también. Y eso que mi padre nunca ha sido muy doméstico, pero desde que su mujer, mi madre, decidió ser divorciada, no le quedó más remedio que cocinarse. Porque nosotras, sus hijas, no hemos salido muy de nuestra casa, que digamos. Algunas más. Las que más, menos. Y así él aprendió a prepararse lentejas, cocidos y patatas con costillas, por resaltar algunos de sus cocinados. Pero cuando empezó a encontrarse raro se abandonó. El primer diagnóstico del médico fue desnutrición y deshidratación. Así pues, no podíamos volver a permitirlo. Y a la hora en punto cada día le traen su servicio de comida y cena. Los siete días de la semana. Todas las semanas del mes. Salvo cuando tenemos otros planes y anulamos el pedido.
- A ver qué nos han traído hoy para comer Cocó.- Comenta el abuelo a la pequeña.
- Qué rico! Un guiso de verduras, ensalada y “cocretas”.- La explica. Porque para mi padre siempre han sido y serán “cocretas”. No hay forma de hacerle entender que dice mal esa palabra. Cuando le corregimos nos contesta un: - Yo las llamo así y punto. Si he dicho cocretas pues cocretas son. Sabrán igual las llames como las llames, no? Yo me entiendo”.- Y no hay más que hablar. Cocretas entonces.
Son las dos del mediodía. Se sienta a comer. Él en una de las banquetas de la Cocina. Cocó a sus pies. El único sonido que rompe el silencio es la radio. Y lo hace a gritos. Porque dice que sino no la oye. Yo creo que es escuchada por todo el bloque y algunas manzanas más allá. Para él no está alta. Aunque tampoco se entere de lo que dice. No presta atención. Pero necesita tenerla encendida. Será para sentirse acompañado. Será para no sentirse sólo. Será.
Cocó empieza a llorar. O a emitir un ruido que no llega a ser ladrido. Para llamar la atención. Para decir que la deje algo. Y el abuelo que ya ha dejado en el plato algunas cucharadas de guiso, desmenuza un poco de pan. Sólo la miga. Que a Cocó no le gusta la corteza. Y se lo pringa en la salsa. Y lo remueve. Después pone el plato en el suelo y Cocó empieza a comer.
Le hemos dicho que mejor se lo ponga en su comedero. Pero él responde que a su niña la gusta comerlo ahí. Y damos por perdida la batalla. De algún mal hay que morir.
A las tres de la tarde pasa su madre a buscarla. Bueno, a veces son las cuatro. Y pilla a los dos en plena siesta. Compitiendo en ronquidos. Otras veces mi hermana se inventa quehaceres y deja a su hija con el abuelo toda la tarde ó incluso algún que otro día seguido. Y entonces el abuelo se va de paseo a la alameda con “ la suya Cocó”. Porque él es “el suyo abuelo”. Y menudas charlas se pegan los dos. O mejor, menuda conversación tiene el abuelo con ella. Y así está entretenido. Olvida que a veces tiene un “run run” que a nosotras nos llega al corazón.
Tengo una sobrina. Y espero que sea la primera de un montón. Aunque tengan cuatro patas. Aunque tengan dos. Biko y Fecha tienen una prima, que se llama Cocó.
jueves, 20 de marzo de 2014
Mi voz no quiere hablar como yo
J: Buenos días, hemos quedado hoy en pasar a ver los avances de las obras esta tarde. Ya se te ha quitado la tos? Vuelves a ser tu misma?J.
Yo: Lo siento, yo esta tarde tengo reunión con una pareja de novios, así que no estaré con vosotros para compartir la merienda y el bocadillo de lechuga. Y no, sigo con una tos del carajo y la voz completamente ronca. Puedes seguir llamándome cariñosamente Manolo.
J: Pues nada Manolo, tu sigue sin ir al médico y tomando cosas frías.
Yo: Y el cartel? Ya está listo? Veras “tu Laura” cuando vea que no estas haciendo nada al respecto. Va a pensar que ignoras lo que te dice. No hay nada peor que empezar así una relación.
J: Anda, endósaselo a Alejandro, de la comisión. De lo contrario no le vamos a invitar a la mariscada que pagará la comunidad en breve. Debe estar deseando que le deis protagonismo. No me pongas una cruz más encima de las que ya llevo.
Bueno, mucha coña conmigo y Laura, pero por tu parte que?Habrá que afilar y sacarle punta a algo, o es que reservas tu intimidad?
Yo: Vale. Le paso a Alejandro el fono de “tu Laura” y que se ocupe. A ver si al final se va a ocupar de algo más y tenemos que tirarle por el balcón abajo por no guardar los turnos de conquista. Que el primero eres tú. Mariscada? De eso nada, a un vegetariano. Déjate de comer animalitos muertos. Mi vida y yo? Pues, ya sabes, uno, otro. No soy sentimentalmente de fiar. Buena tarde en el andamio.
J: Esta tarde me voy a un pueblecito de Jaén. Mi amigo tiene una carrera de caballos y le acompaño como ayuda desinteresada. Nos vamos a mojar seguro. Dan lluvias. Pero es lo que hay. Ahora contestas y me pones a parir por tener un amigo que tiene caballos. Que si somos unos pijos y bla, bla, bla. Claro, todo eso si te atreves.
Yo: No te preocupes, me encanta tener amigos pijos, con caballos, fincas, casas y pisos. Porque si son mis amigos algún día me invitarán, no?
Cada cual que sea como quiera. Eso sí, si vais a cazar, ni me lo digas porque entonces te miraré con otros ojos, y te aseguro que no te gustaría. No soporto a los cazadores hijos de cualquier desvergonzada. Tampoco a los que disfrutan viendo una corrida de toros o con el sufrimiento animal. Espero que no sea tu caso. No te pega nada pero, cruzo los dedos hasta que lea tu respuesta. Pásalo bien. Abrígate que luego mira lo que te pasará. Ronquera y toses. Yo mañana voy de boda. Buen fin de semana y tráeme algo.
J: Si fuera a cazar, a setas o a rolex, te lo diría. No voy a decir una cosa por la otra. Vamos a una carrera que se hace mañana y hay que salir hoy para llegar a tiempo. Espero volver mañana y no tener que quedarme hasta el domingo. Al final es un poco de paliza. No soy taurino. No voy a las corridas. Tampoco soy de los que se manifiesta en la Puerta del Sol. Creo que era en topless o algo parecido. Nunca ví esas fotos, ni se si se hizo tal manifestación. Miraré si hay algún souvenir, pero voy al medio del campo. Es posible que en breve ponga un examen sobre las actas de la obra. Ya sabes, 5 preguntas aleatorias sobre el contenido de lo que escribo y se puntúa sobre 10. Lo suelo hacer en todas las obras. Estos exámenes sorpresa figuran en el contrato, apartado décimo noveno. En caso de no superar la prueba se penaliza con un % de la obra. Revísalo que creo ese punto no te lo has mirado bien.
Yo: Lo siento, yo esta tarde tengo reunión con una pareja de novios, así que no estaré con vosotros para compartir la merienda y el bocadillo de lechuga. Y no, sigo con una tos del carajo y la voz completamente ronca. Puedes seguir llamándome cariñosamente Manolo.
J: Pues nada Manolo, tu sigue sin ir al médico y tomando cosas frías.
Yo: Y el cartel? Ya está listo? Veras “tu Laura” cuando vea que no estas haciendo nada al respecto. Va a pensar que ignoras lo que te dice. No hay nada peor que empezar así una relación.
J: Anda, endósaselo a Alejandro, de la comisión. De lo contrario no le vamos a invitar a la mariscada que pagará la comunidad en breve. Debe estar deseando que le deis protagonismo. No me pongas una cruz más encima de las que ya llevo.
Bueno, mucha coña conmigo y Laura, pero por tu parte que?Habrá que afilar y sacarle punta a algo, o es que reservas tu intimidad?
Yo: Vale. Le paso a Alejandro el fono de “tu Laura” y que se ocupe. A ver si al final se va a ocupar de algo más y tenemos que tirarle por el balcón abajo por no guardar los turnos de conquista. Que el primero eres tú. Mariscada? De eso nada, a un vegetariano. Déjate de comer animalitos muertos. Mi vida y yo? Pues, ya sabes, uno, otro. No soy sentimentalmente de fiar. Buena tarde en el andamio.
J: Esta tarde me voy a un pueblecito de Jaén. Mi amigo tiene una carrera de caballos y le acompaño como ayuda desinteresada. Nos vamos a mojar seguro. Dan lluvias. Pero es lo que hay. Ahora contestas y me pones a parir por tener un amigo que tiene caballos. Que si somos unos pijos y bla, bla, bla. Claro, todo eso si te atreves.
Yo: No te preocupes, me encanta tener amigos pijos, con caballos, fincas, casas y pisos. Porque si son mis amigos algún día me invitarán, no?
Cada cual que sea como quiera. Eso sí, si vais a cazar, ni me lo digas porque entonces te miraré con otros ojos, y te aseguro que no te gustaría. No soporto a los cazadores hijos de cualquier desvergonzada. Tampoco a los que disfrutan viendo una corrida de toros o con el sufrimiento animal. Espero que no sea tu caso. No te pega nada pero, cruzo los dedos hasta que lea tu respuesta. Pásalo bien. Abrígate que luego mira lo que te pasará. Ronquera y toses. Yo mañana voy de boda. Buen fin de semana y tráeme algo.
J: Si fuera a cazar, a setas o a rolex, te lo diría. No voy a decir una cosa por la otra. Vamos a una carrera que se hace mañana y hay que salir hoy para llegar a tiempo. Espero volver mañana y no tener que quedarme hasta el domingo. Al final es un poco de paliza. No soy taurino. No voy a las corridas. Tampoco soy de los que se manifiesta en la Puerta del Sol. Creo que era en topless o algo parecido. Nunca ví esas fotos, ni se si se hizo tal manifestación. Miraré si hay algún souvenir, pero voy al medio del campo. Es posible que en breve ponga un examen sobre las actas de la obra. Ya sabes, 5 preguntas aleatorias sobre el contenido de lo que escribo y se puntúa sobre 10. Lo suelo hacer en todas las obras. Estos exámenes sorpresa figuran en el contrato, apartado décimo noveno. En caso de no superar la prueba se penaliza con un % de la obra. Revísalo que creo ese punto no te lo has mirado bien.
miércoles, 19 de marzo de 2014
Detalles invisibles
Flecha tiene cita con el dentista. Tiene un diente roto y desde hace días más ennegrecido. He notado que a veces la duele. Sólo hay que observar. Al morder la pelota, la ha soltado tan rápido como si hubiese sentido un latigazo. Reconozco el dolor de una caries. Y el de los perros no va a ser diferente. Lo que no sabía es si a ellos también se les empasta. El veterinario me ha dicho que me deje de tontadas. Pero lo que sí hay que hacer es extraerle. Para evitarla una infección. Así pues hoy iremos a ello.
Vamos andando desde casa. Ella va tan contenta en su paseo. Los nervios vendrán luego. En cuanto cruzamos la puerta de la clínica. Huele a miedo. El mismo miedo que dan las consultas dentales humanas. O al menos a mí. Flecha se pone tensa. Quiere irse de allí. Y a toda prisa. Trato de tranquilizarla. El veterinario la agarra. Dice que tardará un par de horas. Tendrá que anestesiarla. Concretamente utiliza la palabra “gasearla”. La expresión de mi cara cambia tanto al oír esa palabra que el veterinario trata de explicarme que la entienda como sinónimo de adormecerla.
- Pero no la pasará nada, ¿no? – Pregunto asustada.
- Tranquila. Estará bien.- Contesta.
-¿ Seguro?- Insisto sin soltarla.
- De verdad. Vete tranquila.
Veo como Flecha sube a la planta de arriba. Estoy nerviosa y tengo miedo. Confío que no la pasará nada. Es un diente, me digo. Luego vendrá el ratoncito Pérez. Y salgo de la clínica a esperar en la cafetería de al lado. Aprovecharé para escribir.
Cuando voy a buscarla ya está lista. Tiene la carita que pone cuando quiere hacerse la buena o está malita. Parece una tontería pero es cierto. Igual que una madre controla los cambios en sus hijos, yo controlo los de la mía. Son detalles invisibles que sólo el instinto maternal sabe interpretar. Tiene caídas las orejas y los ojillos muy brillantes. Síntoma inequívoco que necesita mimos. El veterinario me dice que en una hora estará bien. Y que la ponga frío en la encía para ayudarla a cicatrizar. Volvemos andando. Flecha va despacio. Medio mareada. Como la vez cuando la esterilicé.
No medité demasiado la decisión. Tuvo los primeros síntomas de su primera regla y llamé a la clínica. Me dieron cita para los días siguientes. Hay quien dice que es cruel hacerle eso a un animal. Más cruel es abandonar a la camada, pienso yo. Tras siete horas de espera, entre operación y recuperación, pasamos a recogerla. Esta vez me acompañó mi hermana y su novio. No podía volver andando. Era demasiado camino hasta casa. Daba penita y risa al mismo tiempo. Continuaba medio adormilada y jodida. Con la panzita afeitada y una docena de puntos. Para que no pudiera lamerse la herida la habían puesto uno de esos collares isabelinos protectores de plástico. Quizá práctico, pero realmente incómodo. La ayudamos a subir al coche. Flecha no tenía fuerzas para impulsarse y fue un triunfo que subiese los tres pisos hasta casa. La acomodé en el balcón, donde hacía más fresco, y allí se quedó dormida. A cada rato me asomaba a comprobar cómo estaba. Si respiraba. No porque temiese que algo la pasara, el veterinario me confirmó que era muy improbable cualquier complicación, si no para acariciarla y demostrarla que yo la protegía. Que yo estaba con ella. Un detalle quizá invisible a la vista, pero no para los otros sentidos.
Y a veces son estos detalles invisibles los que se nos quedan tatuados en el interior. Tatuajes que los sentidos no ven pero que los ojos sienten. Como aquella mañana de verano que me encontré a mi ex por el barrio. Hacía meses que no nos veíamos. Justo los que habían pasado desde que me había dejado. Me escribió entonces en una nota que necesitaba ver su mundo desde otras perspectivas. Siempre le gustaba utilizar palabras complicadas para decir las cosas más simples. Con el paso del tiempo comprendí que lo hacía porque nunca tuvo los huevos suficientes para decir las cosas a la cara. Y con palabras rebuscadas le parecía que todo sonaba diferente. Aquel día era viernes. Un viernes maldito de agosto. Llevaba unos días encontrándome mal. Vomitaba por las mañanas. No tenía apetito. Creía que me dolía el estómago. Finalmente fui al médico. Medio en serio medio en broma, y tras narrarle mis síntomas, me dijo un “tú lo que estás es embarazada” que me dejó clavada. Como aquella caja de propaganda en el maletero de mi amigo Fernando. El me sonrió. Yo no lo hice. Síntoma que aquello no estaba planeado. Pero acertó. Y es que hacía meses, siete exactamente, o quizá ocho, puede que incluso fueran nueve (nunca he sido de memorizar fechas y esta vez no iba a ser una excepción) los que habían pasado desde que mi relación de cinco años había terminado. Y en este impás me había enrollado con un compañero de clase del master que, era de fuera, tenía novia y casi fecha de boda. Pero por eso de vivir sólo y compartir demasiado tiempo juntos preparando el proyecto fin de curso, lo uno llevó a lo otro. Después el se fue de vacaciones. Era un final acordado. Eran unos cuantos polvos y nada más. Pero ese nada a mí me quiso complicar.
- Hola – me dijo.- Qué tal? – preguntó mi ex
- Bien – contesté sin saber ni siquiera qué decía. Acababa de abandonar la consulta y aún me costaba digerir la noticia.
- Estas segura? No tienes buena cara.
- Sí, no. No sé. – Musité.
- Te conozco. Dime lo que te ocurre – Insistió.
Y porque me conocía, y porque me sentía bloqueada, estúpida y sola, se lo conté.
- Esta tarde salgo de viaje hacia el norte. A la casa que tienen allí mis padres. Quieres venirte conmigo el fin de semana? – me preguntó.
- Sí, no. No sé.- Volví a repetir.
- Venga, te recojo en una hora y hablaremos durante el viaje. Te despejarás.
- Vale- Añadí sin pensar demasiado.
No necesitaba mucha ropa para pasar dos días de verano. Mi equipaje era una pequeña bolsa de mano con lo justo.
Durante el viaje escuchamos música. No tenía ganas de hablar porque mis pensamientos estaban batallando dentro de mí. Demasiados por qués. Me centré en el paisaje y las canciones. Como esa del grupo los Despistaos que decía “… quería decirte, como te he dicho otras veces que pase lo que pase estoy aquí. Quería contarte que es muy fuerte esto que siento…” Y yo muerta de miedo con mi explosión de sentimientos.
Llegamos al anochecer. Justo a tiempo para cenar algo. Un algo que se me atragantaba en la garganta. En la habitación con dos camas de noventa nos instalamos. Meses atrás hubiéramos dormido los dos juntos en una. Compartiendo cada centímetro de sábana, cada bocanada de oxígeno. Ahora éramos ex y su piel ya no era mi piel. Me abracé a mi almohada y dejé que las lágrimas, esas que había estado luchando por contener, me ahogaran. Pero no fueron suficientes, porque el amanecer me despertó y seguía respirando.
Aún era temprano para levantarme así que me giré esperando dormirme de nuevo y que al despertar todo hubiera cambiado.
Un aliento conocido se hundió en mi pelo. Un cuerpo acreditado se coló en mi espacio. Y me abrazó. Poco a poco nos quitamos la ropa. Sin saber si deberíamos o no. O al menos sin pensarlo. Hoy no recuerdo si echamos un polvo o simplemente hicimos el amor. Pero sí se que le dije un te quiero despacio y él no me respondió. Entendí entonces que los detalles invisibles son importantes. Y él y yo teníamos los momentos contados. Pasase lo que pasase, él ya no estaría ahí.
Al día siguiente me dijo que me acompañaría a la clínica en la que abortaría. Y así lo hizo. No sé si por remordimiento o por quedar bien. Pero ya no me importó saber su por qué. Me recogió, esperó en silencio y me acompañó de nuevo a casa. Después se fue. Y lo hizo para siempre. Qué extraña fue la forma de dolerme por dentro y por fuera. Nos dejamos. Nuestras pieles dejaron de hablar. Me dolía al respirar. Finalmente no sentí nada. Y olvidé los detalles invisibles de una vida compartida. Ya no nos quedaba ni ser amigos.
Vamos andando desde casa. Ella va tan contenta en su paseo. Los nervios vendrán luego. En cuanto cruzamos la puerta de la clínica. Huele a miedo. El mismo miedo que dan las consultas dentales humanas. O al menos a mí. Flecha se pone tensa. Quiere irse de allí. Y a toda prisa. Trato de tranquilizarla. El veterinario la agarra. Dice que tardará un par de horas. Tendrá que anestesiarla. Concretamente utiliza la palabra “gasearla”. La expresión de mi cara cambia tanto al oír esa palabra que el veterinario trata de explicarme que la entienda como sinónimo de adormecerla.
- Pero no la pasará nada, ¿no? – Pregunto asustada.
- Tranquila. Estará bien.- Contesta.
-¿ Seguro?- Insisto sin soltarla.
- De verdad. Vete tranquila.
Veo como Flecha sube a la planta de arriba. Estoy nerviosa y tengo miedo. Confío que no la pasará nada. Es un diente, me digo. Luego vendrá el ratoncito Pérez. Y salgo de la clínica a esperar en la cafetería de al lado. Aprovecharé para escribir.
Cuando voy a buscarla ya está lista. Tiene la carita que pone cuando quiere hacerse la buena o está malita. Parece una tontería pero es cierto. Igual que una madre controla los cambios en sus hijos, yo controlo los de la mía. Son detalles invisibles que sólo el instinto maternal sabe interpretar. Tiene caídas las orejas y los ojillos muy brillantes. Síntoma inequívoco que necesita mimos. El veterinario me dice que en una hora estará bien. Y que la ponga frío en la encía para ayudarla a cicatrizar. Volvemos andando. Flecha va despacio. Medio mareada. Como la vez cuando la esterilicé.
No medité demasiado la decisión. Tuvo los primeros síntomas de su primera regla y llamé a la clínica. Me dieron cita para los días siguientes. Hay quien dice que es cruel hacerle eso a un animal. Más cruel es abandonar a la camada, pienso yo. Tras siete horas de espera, entre operación y recuperación, pasamos a recogerla. Esta vez me acompañó mi hermana y su novio. No podía volver andando. Era demasiado camino hasta casa. Daba penita y risa al mismo tiempo. Continuaba medio adormilada y jodida. Con la panzita afeitada y una docena de puntos. Para que no pudiera lamerse la herida la habían puesto uno de esos collares isabelinos protectores de plástico. Quizá práctico, pero realmente incómodo. La ayudamos a subir al coche. Flecha no tenía fuerzas para impulsarse y fue un triunfo que subiese los tres pisos hasta casa. La acomodé en el balcón, donde hacía más fresco, y allí se quedó dormida. A cada rato me asomaba a comprobar cómo estaba. Si respiraba. No porque temiese que algo la pasara, el veterinario me confirmó que era muy improbable cualquier complicación, si no para acariciarla y demostrarla que yo la protegía. Que yo estaba con ella. Un detalle quizá invisible a la vista, pero no para los otros sentidos.
Y a veces son estos detalles invisibles los que se nos quedan tatuados en el interior. Tatuajes que los sentidos no ven pero que los ojos sienten. Como aquella mañana de verano que me encontré a mi ex por el barrio. Hacía meses que no nos veíamos. Justo los que habían pasado desde que me había dejado. Me escribió entonces en una nota que necesitaba ver su mundo desde otras perspectivas. Siempre le gustaba utilizar palabras complicadas para decir las cosas más simples. Con el paso del tiempo comprendí que lo hacía porque nunca tuvo los huevos suficientes para decir las cosas a la cara. Y con palabras rebuscadas le parecía que todo sonaba diferente. Aquel día era viernes. Un viernes maldito de agosto. Llevaba unos días encontrándome mal. Vomitaba por las mañanas. No tenía apetito. Creía que me dolía el estómago. Finalmente fui al médico. Medio en serio medio en broma, y tras narrarle mis síntomas, me dijo un “tú lo que estás es embarazada” que me dejó clavada. Como aquella caja de propaganda en el maletero de mi amigo Fernando. El me sonrió. Yo no lo hice. Síntoma que aquello no estaba planeado. Pero acertó. Y es que hacía meses, siete exactamente, o quizá ocho, puede que incluso fueran nueve (nunca he sido de memorizar fechas y esta vez no iba a ser una excepción) los que habían pasado desde que mi relación de cinco años había terminado. Y en este impás me había enrollado con un compañero de clase del master que, era de fuera, tenía novia y casi fecha de boda. Pero por eso de vivir sólo y compartir demasiado tiempo juntos preparando el proyecto fin de curso, lo uno llevó a lo otro. Después el se fue de vacaciones. Era un final acordado. Eran unos cuantos polvos y nada más. Pero ese nada a mí me quiso complicar.
- Hola – me dijo.- Qué tal? – preguntó mi ex
- Bien – contesté sin saber ni siquiera qué decía. Acababa de abandonar la consulta y aún me costaba digerir la noticia.
- Estas segura? No tienes buena cara.
- Sí, no. No sé. – Musité.
- Te conozco. Dime lo que te ocurre – Insistió.
Y porque me conocía, y porque me sentía bloqueada, estúpida y sola, se lo conté.
- Esta tarde salgo de viaje hacia el norte. A la casa que tienen allí mis padres. Quieres venirte conmigo el fin de semana? – me preguntó.
- Sí, no. No sé.- Volví a repetir.
- Venga, te recojo en una hora y hablaremos durante el viaje. Te despejarás.
- Vale- Añadí sin pensar demasiado.
No necesitaba mucha ropa para pasar dos días de verano. Mi equipaje era una pequeña bolsa de mano con lo justo.
Durante el viaje escuchamos música. No tenía ganas de hablar porque mis pensamientos estaban batallando dentro de mí. Demasiados por qués. Me centré en el paisaje y las canciones. Como esa del grupo los Despistaos que decía “… quería decirte, como te he dicho otras veces que pase lo que pase estoy aquí. Quería contarte que es muy fuerte esto que siento…” Y yo muerta de miedo con mi explosión de sentimientos.
Llegamos al anochecer. Justo a tiempo para cenar algo. Un algo que se me atragantaba en la garganta. En la habitación con dos camas de noventa nos instalamos. Meses atrás hubiéramos dormido los dos juntos en una. Compartiendo cada centímetro de sábana, cada bocanada de oxígeno. Ahora éramos ex y su piel ya no era mi piel. Me abracé a mi almohada y dejé que las lágrimas, esas que había estado luchando por contener, me ahogaran. Pero no fueron suficientes, porque el amanecer me despertó y seguía respirando.
Aún era temprano para levantarme así que me giré esperando dormirme de nuevo y que al despertar todo hubiera cambiado.
Un aliento conocido se hundió en mi pelo. Un cuerpo acreditado se coló en mi espacio. Y me abrazó. Poco a poco nos quitamos la ropa. Sin saber si deberíamos o no. O al menos sin pensarlo. Hoy no recuerdo si echamos un polvo o simplemente hicimos el amor. Pero sí se que le dije un te quiero despacio y él no me respondió. Entendí entonces que los detalles invisibles son importantes. Y él y yo teníamos los momentos contados. Pasase lo que pasase, él ya no estaría ahí.
Al día siguiente me dijo que me acompañaría a la clínica en la que abortaría. Y así lo hizo. No sé si por remordimiento o por quedar bien. Pero ya no me importó saber su por qué. Me recogió, esperó en silencio y me acompañó de nuevo a casa. Después se fue. Y lo hizo para siempre. Qué extraña fue la forma de dolerme por dentro y por fuera. Nos dejamos. Nuestras pieles dejaron de hablar. Me dolía al respirar. Finalmente no sentí nada. Y olvidé los detalles invisibles de una vida compartida. Ya no nos quedaba ni ser amigos.
martes, 18 de marzo de 2014
Una ronda de cervezas y nestea
Estimada Silvia, esperemos que hoy estés mejor de tu dolor de cabeza.
Ayer te echamos de menos, primero en el parque y después en nuestras habitual cena de a cada tanto. Pero aquí estoy yo par a ponerte al día con un breve informe:
Los primeros que llegamos fuimos “A” y yo. Media hora más tarde fueron llegando los demás. Ya sabes que CV después del paseo tiene que acicalarse en exceso, y más anoche que fue acompañado. Si recuerdas, desde hace meses CV llevaba prometiendo a Antonio que le presentaría a su amiga Amaya, y ahora que es oficial que Antonio está pillado/acaramelado/enamorado de Eva, va nuestro buen amigo CV y se presenta a la cena con Amaya. Con amigos así…
Como te digo, ya es oficial lo de Antonio y Eva. Llegaron de la mano. Ella algo despeinada. Yo no pregunté por qué. Y él con esa carita de “Por favor que estos cabrones no se pasen” y no, no lo hicimos. Por una vez, y espero que sin que sirva de precedente, o esta panda empezaría a desmerecer, no nos metimos con él. Es cierto que no calzó nuestro pantalón favorito ni mostró chocolatina, por lo que no nos dio mucho juego. Por cierto, cuando tengamos más confianza con Eva, yo tengo algunas preguntas de chicas que hacerla.
Alfredo y Viviana trajeron a su amiga María. CV le lanzó alguna que otra mirada, pero sin más intención que la de observarla bien. El estrabismo de sus ojos nos tenía a todos muy desorientados. Silvia, tú tranquila, no es rival para ti. Es compañera de trabajo de Viviana, profesora de inglés también.
Miguel, Irene y Pedrito también estuvieron. Éste estuvo practicando cómo servir vino, pues este sábado irá de camarero con nosotros a una boda.
No hace falta decirte que las tostas y raciones estuvieron muy bien, y que hubo al menos, hasta una primera copa. Y todo ello acompañado por el hilo musical de Velate. Antonio intentó con su Blackberry sorprendernos de nuevo como Dj, lanzando un video de Falete. Parece ser que es el cantante favorito de Eva. No quiero ni imaginar con qué tipo de música dibuja ahora.
Yo me retiré cuando empezaron con la primera, y ahí les dejé:
Antonio haciendo ojitos a Eva. Lo que son los primeros días de amor!
CV preparándose la segunda copa antes incluso de empezar la primera. Será que con más de un gintónic gana en interés e intenciones.
Amaya defendiendo a un equipo de futbol perdedor frente a Pedrito.
“A” hablando en inglés con la teacher María.
Alfredo pringando en la salsa de los callos.
Irene pensando en colarse en la boda del sábado y planeando que si alguien la preguntara de qué parte de la familia ha ido, contestaría que del aprendiz de camarero.
El becario que dijo se pasaría, faltó a la cita. Apunto el punto negativo que se merece.
Vamos, cada uno en la línea de siempre.
Está pendiente decidir qué tarde de la próxima semana habrá merienda con fuente de chocolate en casa de CV. Un día será para chicas y otro para chicos. Más que nada debido a la falta de espacio y para no amontonarnos, dijo el anfitrión.
Ayer te echamos de menos, primero en el parque y después en nuestras habitual cena de a cada tanto. Pero aquí estoy yo par a ponerte al día con un breve informe:
Los primeros que llegamos fuimos “A” y yo. Media hora más tarde fueron llegando los demás. Ya sabes que CV después del paseo tiene que acicalarse en exceso, y más anoche que fue acompañado. Si recuerdas, desde hace meses CV llevaba prometiendo a Antonio que le presentaría a su amiga Amaya, y ahora que es oficial que Antonio está pillado/acaramelado/enamorado de Eva, va nuestro buen amigo CV y se presenta a la cena con Amaya. Con amigos así…
Como te digo, ya es oficial lo de Antonio y Eva. Llegaron de la mano. Ella algo despeinada. Yo no pregunté por qué. Y él con esa carita de “Por favor que estos cabrones no se pasen” y no, no lo hicimos. Por una vez, y espero que sin que sirva de precedente, o esta panda empezaría a desmerecer, no nos metimos con él. Es cierto que no calzó nuestro pantalón favorito ni mostró chocolatina, por lo que no nos dio mucho juego. Por cierto, cuando tengamos más confianza con Eva, yo tengo algunas preguntas de chicas que hacerla.
Alfredo y Viviana trajeron a su amiga María. CV le lanzó alguna que otra mirada, pero sin más intención que la de observarla bien. El estrabismo de sus ojos nos tenía a todos muy desorientados. Silvia, tú tranquila, no es rival para ti. Es compañera de trabajo de Viviana, profesora de inglés también.
Miguel, Irene y Pedrito también estuvieron. Éste estuvo practicando cómo servir vino, pues este sábado irá de camarero con nosotros a una boda.
No hace falta decirte que las tostas y raciones estuvieron muy bien, y que hubo al menos, hasta una primera copa. Y todo ello acompañado por el hilo musical de Velate. Antonio intentó con su Blackberry sorprendernos de nuevo como Dj, lanzando un video de Falete. Parece ser que es el cantante favorito de Eva. No quiero ni imaginar con qué tipo de música dibuja ahora.
Yo me retiré cuando empezaron con la primera, y ahí les dejé:
Antonio haciendo ojitos a Eva. Lo que son los primeros días de amor!
CV preparándose la segunda copa antes incluso de empezar la primera. Será que con más de un gintónic gana en interés e intenciones.
Amaya defendiendo a un equipo de futbol perdedor frente a Pedrito.
“A” hablando en inglés con la teacher María.
Alfredo pringando en la salsa de los callos.
Irene pensando en colarse en la boda del sábado y planeando que si alguien la preguntara de qué parte de la familia ha ido, contestaría que del aprendiz de camarero.
El becario que dijo se pasaría, faltó a la cita. Apunto el punto negativo que se merece.
Vamos, cada uno en la línea de siempre.
Está pendiente decidir qué tarde de la próxima semana habrá merienda con fuente de chocolate en casa de CV. Un día será para chicas y otro para chicos. Más que nada debido a la falta de espacio y para no amontonarnos, dijo el anfitrión.
lunes, 17 de marzo de 2014
Quizá si. O quizá no.
Deshacer lo hecho o desdecir lo dicho es complicado. Como lo es pedir perdón. Porque en seco, te preguntas, cómo hacerlo. Y más cuando las dos partes piensan que tienen razón. Y más cuando el tiempo sigue pasando y se difuminan los detalles. El olvido hace que sea la invención la que dé forma de nuevo a aquello que creíste que ocurrió y a las palabras que te pareció que oíste o dijiste. Y así la realidad no cuadra. Las versiones son encontradas. Total, un buen marrón.
Y eso es lo que me ocurre a mí en la relación con mi hermana. Que el tiempo pasa y no encuentro la excusa perfecta para romper el hielo y empezar de cero. Ella tampoco.
Quedamos las cuatro hijas con mi madre en un restaurante. La costumbre hace que casi siempre nos sentemos de la misma manera en la mesa. Siguiendo esa pauta yo quedo frente a mi hermana. Justo la que no me habla. Decido que por mi parte el tema está olvidado. Pero la otra parte no lo tiene tan claro. No hay palabras. No hay ni siquiera miradas encontradas. Mi madre me suplica con los ojos al borde de las lágrimas que ceda en mi postura. Y mi postura no es otra que obviar que yo tengo razón. La misma razón que se me escapó aquella vez que las dos fuimos a pasar un fin de semana a casa de mi amigo 8a. Y pasó lo que yo no fui capaz de imaginar que pudiera ocurrir. O quizá sí.
Ávila quedaba demasiado cerca como para no caer en la tentación de volver a sentir sus calles, sus jardines, sus bares y su gente. Hacía demasiado tiempo que habíamos dejado de vivir allí. Apetecía visitarla de nuevo para apreciar lo cambiada que estaba. Y 8a nos invitó. Desde que mi hermana pequeña nació yo me había ocupado de ella, y mi amigo había sido mi sustituto en los juegos en el parque. Cuando yo me cansaba de hacer de hermana mediana, él era mi relevo para ocuparse de aquella pequeña once años menor. En esta ocasión ella tenía ya diecinueve y nosotros acabábamos de inaugurar nuestra treintena. Que se dice pronto. Era sábado por la tarde cuando llegamos. Estuvimos de cafés, visitas turísticas y conversación hasta que salió la luna. Después empezamos con la primera copa. En aquel bar de moda coincidí con otros dos que en su momento fueron compañeros de clase. No me reconocieron. Hasta que insistí que era yo. La misma de siempre. Pero ellos no pensaron lo mismo. Salimos de aquel para ir a otro lugar. A otro sitio de moda en la noche abulense. Hasta que yo, no acostumbrada a eso, pedí irme a casa. Y mientras soñaba en la cama de matrimonio de mi mejor amigo, él y mi hermana volvieron a por la última. Como se dice en estos casos. Y la última copa llegó frente a la muralla de Ávila, bajo las estrellas y con mil besos. Los mismos que yo soñaba.
Descubrí por la mañana que mi amigo y ella habían tenido algo. Fue mientras desayunábamos. Ella tenía toda la barbilla pelada. Me dijo que se había tropezado, rozándose contra la pared de piedra, cuando fue al baño en el pub. ¿Realmente era una buena respuesta? Ellos pensaron que sí. Yo no quedé tan convencida. Y menos aún cuando sus miradas evitaban encontrarse.
Él no llegó a contármelo. Ella sí. No me enfadé. No tenía razón. O quizá sí. No era de mi incumbencia. No era de mi propiedad. O quizá sí. Sólo fueron besos. Me quedaría la oportunidad de tener sexo con él, sin los preámbulos. Para evitarle hacer comparaciones. O quizá sí. Aún no he llegado a comprobarlo. Y puede que no lo haga. O quizá sí.
Mi madre no quiere que en su vida se repita un silencio. Menos que sea entre sus hijas. Con sus hermanas no se habla. Errores del pasado que el presente no se atreve a desenredar. Y no quiere vivir la misma pesadilla dos veces. Por eso me suplica que lo deje estar. Y lo hago. No pienso volver a mencionar el tema. Por mi parte está olvidado. No buscaré aliados que defiendan mi postura. Y eso que podría. Se me da bien argumentar. Y más cuando tengo razón. Mi hermana sigue sin hablarme.
Yo no lo hice cuando destiñó el sofá de mi salón. Y tenía razones. Cuando compré y reformé mi apartamento acepté que mi hermana viviese conmigo un par de años, hasta que ella encontrase el suyo. Finalmente le encontró. Justo antes que venciese el plazo establecido. Aunque le hubiese prolongado. O quizá no. Y entonces compré cada uno de los muebles que le decoran según mi gusto. Uno de ésos fue un sofá de color blanco. Valoré los inconvenientes de elegir ese color. Pero realmente era el que más me gustaba. Y no tenía sentido comprarle de otro color por practicidad. O al menos a mí no me lo parecía. Así que, compré el blanco. Me encantaba. Un día en el que yo trabajaba en una boda, ella decidió lavar sus fundas. Sin tener en cuenta que llevaban un refuerzo interior de color azul oscuro que destiñó por toda la loneta. El resultado fue que mi sofá blanco quedó con un azulado pardo. Ya nunca ha vuelto a ser el mismo. Y no me enfadé. O quizá sí. Pero no dejé de hablarla. Hoy pongo encima de mi desteñido sofá una tela de color amarillo. Por recomendación del Feng Shui. Y de otra de mis hermanas que sí me habla.
La tensión sigue mascándose en el ambiente. Un ambiente estúpido que ya cansa. Un cansancio que cambiará. Porque por eso somos hermanas. Porque por eso somos familia. Porque separadas somos corrientes, pero juntas somos extraordinarias.
Como el día que juntas fuimos al mercadillo. A ese ambulante de las mañanas de domingos y festivos. Lleno de puestos de ropa, zapatos, sábanas y baratijas. No todas las veces que vamos compramos. Pero muchas sí lo hacemos. Por barato. Por adicción. Porque sí. Aquella vez encontramos los zapatos “de mi vida”. Después de comprar las camisetas de nuestra vida, los vestiditos de nuestra vida, varios pantalones de nuestra vida y algunos complementos. Porque siempre la última adquisición es lo más. Hasta la siguiente. Y esta vez fueron unos preciosos zapatos abiertos por delante, peep toe, color nude. Realmente espectaculares. Encontré un número treinta y siete izquierdo en el montón. Después un treinta y ocho derecho. Tenía casi el par. Y el casi era porque los números no coincidían. Pedimos al tendero la pareja que nos faltaba. Pero ésta no aparecía. Ni con ayuda ni sin ella. Revolvimos el puesto y no hubo suerte. Incluso miramos en unas cajas en las que nos indicó que allí no estaban. También ojeamos las manos de otras compradoras por si los habían retenido. Por cerciorarnos que ciertamente no se encontraban. Porque no estábamos dispuestas a irnos sin ellos. El tendero no tenía respuestas para nuestras quejas, ni número para aquellos que ya estaban siendo los zapatos de mi vida. Y entonces planteó que me llevase ese par de números diferentes. Uno me quedaba bien. El otro un tanto grande. Protesté de mala gana. No pensaba pagar por una combinación de zapatos que no me encajaba. Volvió a mirarme y tras duras negociaciones, metiéndolos en una bolsa de plástico me los dio a cambio de nada. Bueno, le dimos las gracias. Y nos reímos. Cuando me los calcé después, anduve un poco rara. Controlar el chancleteo del pie derecho subida en un peep toe con tacón de más de ocho centímetros no era lo mío. Ya no se me da nada bien. Falta de costumbre. De ensayo. Nada que no pueda volver a practicar.
Siguen pasando las semanas. Y de pronto todo queda en el olvido. Ya ninguna de las dos recuerda aquella discusión. O quizá sí. Pero ninguna la menciona. Pasamos página. Y volvemos a hablar. Y a reírnos. Como siempre.
Hoy me pongo mis zapatos de tacón. Los de mi vida. Hasta que encuentre otros que me parezcan mejores. Pero lo importante es la anécdota al encontrarlos. Lo importante es que ya nos hablamos. Esperemos que no se vuelva a repetir. Quizá sí. O quizá no.
Y eso es lo que me ocurre a mí en la relación con mi hermana. Que el tiempo pasa y no encuentro la excusa perfecta para romper el hielo y empezar de cero. Ella tampoco.
Quedamos las cuatro hijas con mi madre en un restaurante. La costumbre hace que casi siempre nos sentemos de la misma manera en la mesa. Siguiendo esa pauta yo quedo frente a mi hermana. Justo la que no me habla. Decido que por mi parte el tema está olvidado. Pero la otra parte no lo tiene tan claro. No hay palabras. No hay ni siquiera miradas encontradas. Mi madre me suplica con los ojos al borde de las lágrimas que ceda en mi postura. Y mi postura no es otra que obviar que yo tengo razón. La misma razón que se me escapó aquella vez que las dos fuimos a pasar un fin de semana a casa de mi amigo 8a. Y pasó lo que yo no fui capaz de imaginar que pudiera ocurrir. O quizá sí.
Ávila quedaba demasiado cerca como para no caer en la tentación de volver a sentir sus calles, sus jardines, sus bares y su gente. Hacía demasiado tiempo que habíamos dejado de vivir allí. Apetecía visitarla de nuevo para apreciar lo cambiada que estaba. Y 8a nos invitó. Desde que mi hermana pequeña nació yo me había ocupado de ella, y mi amigo había sido mi sustituto en los juegos en el parque. Cuando yo me cansaba de hacer de hermana mediana, él era mi relevo para ocuparse de aquella pequeña once años menor. En esta ocasión ella tenía ya diecinueve y nosotros acabábamos de inaugurar nuestra treintena. Que se dice pronto. Era sábado por la tarde cuando llegamos. Estuvimos de cafés, visitas turísticas y conversación hasta que salió la luna. Después empezamos con la primera copa. En aquel bar de moda coincidí con otros dos que en su momento fueron compañeros de clase. No me reconocieron. Hasta que insistí que era yo. La misma de siempre. Pero ellos no pensaron lo mismo. Salimos de aquel para ir a otro lugar. A otro sitio de moda en la noche abulense. Hasta que yo, no acostumbrada a eso, pedí irme a casa. Y mientras soñaba en la cama de matrimonio de mi mejor amigo, él y mi hermana volvieron a por la última. Como se dice en estos casos. Y la última copa llegó frente a la muralla de Ávila, bajo las estrellas y con mil besos. Los mismos que yo soñaba.
Descubrí por la mañana que mi amigo y ella habían tenido algo. Fue mientras desayunábamos. Ella tenía toda la barbilla pelada. Me dijo que se había tropezado, rozándose contra la pared de piedra, cuando fue al baño en el pub. ¿Realmente era una buena respuesta? Ellos pensaron que sí. Yo no quedé tan convencida. Y menos aún cuando sus miradas evitaban encontrarse.
Él no llegó a contármelo. Ella sí. No me enfadé. No tenía razón. O quizá sí. No era de mi incumbencia. No era de mi propiedad. O quizá sí. Sólo fueron besos. Me quedaría la oportunidad de tener sexo con él, sin los preámbulos. Para evitarle hacer comparaciones. O quizá sí. Aún no he llegado a comprobarlo. Y puede que no lo haga. O quizá sí.
Mi madre no quiere que en su vida se repita un silencio. Menos que sea entre sus hijas. Con sus hermanas no se habla. Errores del pasado que el presente no se atreve a desenredar. Y no quiere vivir la misma pesadilla dos veces. Por eso me suplica que lo deje estar. Y lo hago. No pienso volver a mencionar el tema. Por mi parte está olvidado. No buscaré aliados que defiendan mi postura. Y eso que podría. Se me da bien argumentar. Y más cuando tengo razón. Mi hermana sigue sin hablarme.
Yo no lo hice cuando destiñó el sofá de mi salón. Y tenía razones. Cuando compré y reformé mi apartamento acepté que mi hermana viviese conmigo un par de años, hasta que ella encontrase el suyo. Finalmente le encontró. Justo antes que venciese el plazo establecido. Aunque le hubiese prolongado. O quizá no. Y entonces compré cada uno de los muebles que le decoran según mi gusto. Uno de ésos fue un sofá de color blanco. Valoré los inconvenientes de elegir ese color. Pero realmente era el que más me gustaba. Y no tenía sentido comprarle de otro color por practicidad. O al menos a mí no me lo parecía. Así que, compré el blanco. Me encantaba. Un día en el que yo trabajaba en una boda, ella decidió lavar sus fundas. Sin tener en cuenta que llevaban un refuerzo interior de color azul oscuro que destiñó por toda la loneta. El resultado fue que mi sofá blanco quedó con un azulado pardo. Ya nunca ha vuelto a ser el mismo. Y no me enfadé. O quizá sí. Pero no dejé de hablarla. Hoy pongo encima de mi desteñido sofá una tela de color amarillo. Por recomendación del Feng Shui. Y de otra de mis hermanas que sí me habla.
La tensión sigue mascándose en el ambiente. Un ambiente estúpido que ya cansa. Un cansancio que cambiará. Porque por eso somos hermanas. Porque por eso somos familia. Porque separadas somos corrientes, pero juntas somos extraordinarias.
Como el día que juntas fuimos al mercadillo. A ese ambulante de las mañanas de domingos y festivos. Lleno de puestos de ropa, zapatos, sábanas y baratijas. No todas las veces que vamos compramos. Pero muchas sí lo hacemos. Por barato. Por adicción. Porque sí. Aquella vez encontramos los zapatos “de mi vida”. Después de comprar las camisetas de nuestra vida, los vestiditos de nuestra vida, varios pantalones de nuestra vida y algunos complementos. Porque siempre la última adquisición es lo más. Hasta la siguiente. Y esta vez fueron unos preciosos zapatos abiertos por delante, peep toe, color nude. Realmente espectaculares. Encontré un número treinta y siete izquierdo en el montón. Después un treinta y ocho derecho. Tenía casi el par. Y el casi era porque los números no coincidían. Pedimos al tendero la pareja que nos faltaba. Pero ésta no aparecía. Ni con ayuda ni sin ella. Revolvimos el puesto y no hubo suerte. Incluso miramos en unas cajas en las que nos indicó que allí no estaban. También ojeamos las manos de otras compradoras por si los habían retenido. Por cerciorarnos que ciertamente no se encontraban. Porque no estábamos dispuestas a irnos sin ellos. El tendero no tenía respuestas para nuestras quejas, ni número para aquellos que ya estaban siendo los zapatos de mi vida. Y entonces planteó que me llevase ese par de números diferentes. Uno me quedaba bien. El otro un tanto grande. Protesté de mala gana. No pensaba pagar por una combinación de zapatos que no me encajaba. Volvió a mirarme y tras duras negociaciones, metiéndolos en una bolsa de plástico me los dio a cambio de nada. Bueno, le dimos las gracias. Y nos reímos. Cuando me los calcé después, anduve un poco rara. Controlar el chancleteo del pie derecho subida en un peep toe con tacón de más de ocho centímetros no era lo mío. Ya no se me da nada bien. Falta de costumbre. De ensayo. Nada que no pueda volver a practicar.
Siguen pasando las semanas. Y de pronto todo queda en el olvido. Ya ninguna de las dos recuerda aquella discusión. O quizá sí. Pero ninguna la menciona. Pasamos página. Y volvemos a hablar. Y a reírnos. Como siempre.
Hoy me pongo mis zapatos de tacón. Los de mi vida. Hasta que encuentre otros que me parezcan mejores. Pero lo importante es la anécdota al encontrarlos. Lo importante es que ya nos hablamos. Esperemos que no se vuelva a repetir. Quizá sí. O quizá no.
viernes, 14 de marzo de 2014
A punto de empezar las obras...
J: Buenos días, me ha llamado la secretaria de la empresa constructora, Paqui, para quedar el lunes a las 9.00 de la mañana. Un poco tarde me parece ya que las 8.00 es una hora estupenda. Creo que también te ha llamado a ti y estás en la lista de asistentes. Me faltaría la foto para el cartel de la obra que tanto estás demorando y te resistes en enviar. La primera visita se puede hacer en chándal, pero las siguientes requerirán de la equipación imprescindible de seguridad. Chaleco, casco y botas. Pregunta en el “chino-todo a cien” por el pack completo. El de tienda de disfraces no está homologado y no vale.
Yo: Ja, ja, ja. Yo contigo me parto de risa. Si van a ser así todos los días me merecerá la pena la obra y el madrugón. Laura no se va a aburrir. Por cierto, cómo van esos avances?. Recuerda que soy una profesional de las Bodas y tengo que estar informada.
Ayer me llamó a mí también Paqui para decirme que se demoraba el comienzo de obra al lunes y que a las 9 llegarían los operarios al edificio. Pero no creo que yo tenga que estar en las presentaciones. O sí? Espero que para la primera visita valga el pijama. No me va a dar tiempo a sustituirlo por el chándal. Eso es un madrugón del copón.
He bajado a la tienda del chino y me ha dicho que no tienen chaleco + botas + casco a juego. Que cada cosa es de un modelo, y yo como presidenta creo que debo ir conjuntada. No? Espero que me puedas localizar un pack homologado, no vaya a ser que me accidente, y bien combinado. Podrás?.
Respecto al tema de la foto, te adjunto varias, elige la que prefieras. Incluyo el desnudo, para que no digas que soy una rajada. ( Retos a mi? JA!)
Ah, me dijo Laura que era necesaria también incluir la foto del arquitecto que dirigirá la obra. Ya sabes, a desnudarte. Yo creo que quiere ver tus atributos antes de vuestra cita. Es un suponer.
J: Bueno, por ser la primera visita yo creo que te la puedes saltar. Los operarios harán acto de presencia, descargarán unos sacos y poco más. Hasta no estar montado el andamio, no creo que empiecen a conciencia. Como resultado de cada visita haré un informe por escrito de lo que se vea y se acuerde, además de fotos del avance de las obras.
Con Laura, francamente bien. No se cómo te has enterado porque queremos llevarlo con discreción. Pero yo ya lo veo. Después de unas cuantas llamadas para preguntarla dudas que no tenia, me presenté en sus oficinas y una cosa llevó a la otra…
Para las fotos, la verdad es que ya casi he superado un trauma de timidez mediante unos cursos y medicación ligera, pero aún no me han dado el alta. Sigo en tratamiento y ahora mostrarme abiertamente, creo no me vaya a beneficiar.
Postdata: Laura no necesita volver a ver mis atributos.
Yo: Agradezco enormemente que me rescates de la primera visita. Por cierto, qué parte se empezará primero? O eso todavía y tras meses de espera no está decidido?
Qué emoción tener un book de fotos completo de las obras. Yo espero salir guapa en las mismas. He pensado que para no repetir modelito, ya que va a quedar constancia gráfica, píllate dos o tres pack de uniforme que me queden bien. Habla tú con el chino de tu barrio, ya que tienes don de gentes e idiomas. Ya sabes que a una profesional como yo no se la pueden ocultar sentimientos ni "quedadas" por muy discretamente que se lleve la relación. Me voy a partir y mondar cuando conozca personalmente a la tal Laura y vea yo, sus atributos.
No te preocupes por la timidez. Eso es como la primera vez. Parece que da vergüenza pero luego, ale, el despelote!. Espero que con el tratamiento la foto llegue antes del comienzo de las obras. A ver si ahora por tu enfermedad nos paralizan las obras y estas vecinas-gallinas te funden. Te aviso.
Y si Laura ya no tiene que volver a ver tus atributos no entiendo por qué me ha llamado insistentemente para que te reclame una foto. Pero la luz cómo estaba? Apagada? Por Dios, así no me extraña! Pásame el fono de tu terapeuta. A ver si doblándote la medicación aceleramos tu recuperación, que ya no nos queda tiempo.
Y si el lunes me despierta la descarga de sacos, bajo en pantuflas a saludaros. Ah!! A mí me gusta el café con leche xxl y dos de sacarina. Lo digo porque en las obras de las películas americanas siempre llega el arquitecto con su café y el otro para la Presidenta. Imagino que en este caso será lo mismo, no? Dejo que te ahorres los donuts, tampoco quiero esclavizarte, al menos en la primera visita. Besos para ti y Laura.
Empiezan con el picado de una de las fachadas, de momento la que no me toca, y ya salen algunos desperfectos en las viviendas (caídas de azulejos, grietas….):
Mail a J: No quiero ni imaginar cuando empiecen por mi fachada. Al final dónde era donde decías que vivías? Como todavía no te has lanzado a la conquista de tu "churri" tendrás hueco en el armario. No? Ya me llevo yo la muda y las sábanas para el sofá. Flecha ocupa casi nada.
J: Cuando tengas para apuntar, lapicero y papel, te dicto la dirección. Si que te adelanto que está dentro del perímetro de la M-30. Es zona sur. Que te traigas a Flecha vale, pero también a la muda? Al final me salen las cuentas que somos cuatro. No hay problema. Hay espacio y armarios.
Yo: Ahora en serio. Tu señora esposa está encantada contigo. Eres un chiste!.
J: La verdad es que tenemos una relación bastante espacial, nos dejamos mucho, pero que mucho espacio libre. Me sorprende. Entre mis amigos, yo soy el más serio y el que menos hablo. Por timidez, claro.
Yo: Lo de "espacial, nos dejamos mucho pero que mucho espacio libre", va con segundas? terceras? Recuerda que soy rubia, y a veces no lo entiendo todo a la primera. Y tímido tú?Ja y ja!.
J: Te lo explico. Nos damos tanto espacio que aún no he dado con ella. Que no nos hemos encontrado. Esto lo debes haber entendido, que rubia si, pero con estudios. Por cierto, Te mando foto de cómo están los balcones de tu casa, en concreto la estructura de hierro. Fíjate que está desaparecido casi el apoyo y lo que entra en el muro. Cuando quieras, saltas en el centro del balcón de tu casa y vemos qué pasa.
Yo: Oye gracioso, tan mal te caigo que quieres que me espachurre? Yo desde hoy no piso en mi balcón ni de coña. Flecha está enfadada desde ya porque no la dejo salir y tumbarse en él.
Tiene balcones tu casa? Y terraza? Y patio? Para irnos haciendo a la idea. No te olvides decirme la dirección que tú siempre te haces el orejas.
J: No corras la voz entre tus vecinas que aunque la cosa es delicada, no corre un peligro inminente. Si puedes evitar salir, pues mejor, más seguro. Si tienes un tablero de madera y lo colocas en la base del balcón, hace de tablero de reparto y es más seguro. De todas formas, para la perra, pesa tan poco que no es de considerar. Además caería en el balcón de abajo, unos tres metros como mucho.
Ya sabía yo que a poco que te diera una pista de nada, sabrías entender y descifrar los correos electrónicos. Y no tengo terraza ni patio.
Yo: El próximo día probamos que caigas tú de mi balcón al de abajo, para ver cómo quedas tras la caída libre de tres metros de nada. Será interesante.
Gracias por las pistas que me das para descifrar tus correos electrónicos. Y no te preocupes que yo ya voy haciéndote la ficha personalizada, para cuando una candidata muestre interés. La enseño las tres cuartillas que ya llevo con tus características. A ver si ese espacio se va acortando. Te parece? No desesperes. Tenemos la suerte de nuestra parte, puesto que como tú ya no estás para elegir, te puede valer cualquier cosita. Será fácil.
Yo: Ja, ja, ja. Yo contigo me parto de risa. Si van a ser así todos los días me merecerá la pena la obra y el madrugón. Laura no se va a aburrir. Por cierto, cómo van esos avances?. Recuerda que soy una profesional de las Bodas y tengo que estar informada.
Ayer me llamó a mí también Paqui para decirme que se demoraba el comienzo de obra al lunes y que a las 9 llegarían los operarios al edificio. Pero no creo que yo tenga que estar en las presentaciones. O sí? Espero que para la primera visita valga el pijama. No me va a dar tiempo a sustituirlo por el chándal. Eso es un madrugón del copón.
He bajado a la tienda del chino y me ha dicho que no tienen chaleco + botas + casco a juego. Que cada cosa es de un modelo, y yo como presidenta creo que debo ir conjuntada. No? Espero que me puedas localizar un pack homologado, no vaya a ser que me accidente, y bien combinado. Podrás?.
Respecto al tema de la foto, te adjunto varias, elige la que prefieras. Incluyo el desnudo, para que no digas que soy una rajada. ( Retos a mi? JA!)
Ah, me dijo Laura que era necesaria también incluir la foto del arquitecto que dirigirá la obra. Ya sabes, a desnudarte. Yo creo que quiere ver tus atributos antes de vuestra cita. Es un suponer.
J: Bueno, por ser la primera visita yo creo que te la puedes saltar. Los operarios harán acto de presencia, descargarán unos sacos y poco más. Hasta no estar montado el andamio, no creo que empiecen a conciencia. Como resultado de cada visita haré un informe por escrito de lo que se vea y se acuerde, además de fotos del avance de las obras.
Con Laura, francamente bien. No se cómo te has enterado porque queremos llevarlo con discreción. Pero yo ya lo veo. Después de unas cuantas llamadas para preguntarla dudas que no tenia, me presenté en sus oficinas y una cosa llevó a la otra…
Para las fotos, la verdad es que ya casi he superado un trauma de timidez mediante unos cursos y medicación ligera, pero aún no me han dado el alta. Sigo en tratamiento y ahora mostrarme abiertamente, creo no me vaya a beneficiar.
Postdata: Laura no necesita volver a ver mis atributos.
Yo: Agradezco enormemente que me rescates de la primera visita. Por cierto, qué parte se empezará primero? O eso todavía y tras meses de espera no está decidido?
Qué emoción tener un book de fotos completo de las obras. Yo espero salir guapa en las mismas. He pensado que para no repetir modelito, ya que va a quedar constancia gráfica, píllate dos o tres pack de uniforme que me queden bien. Habla tú con el chino de tu barrio, ya que tienes don de gentes e idiomas. Ya sabes que a una profesional como yo no se la pueden ocultar sentimientos ni "quedadas" por muy discretamente que se lleve la relación. Me voy a partir y mondar cuando conozca personalmente a la tal Laura y vea yo, sus atributos.
No te preocupes por la timidez. Eso es como la primera vez. Parece que da vergüenza pero luego, ale, el despelote!. Espero que con el tratamiento la foto llegue antes del comienzo de las obras. A ver si ahora por tu enfermedad nos paralizan las obras y estas vecinas-gallinas te funden. Te aviso.
Y si Laura ya no tiene que volver a ver tus atributos no entiendo por qué me ha llamado insistentemente para que te reclame una foto. Pero la luz cómo estaba? Apagada? Por Dios, así no me extraña! Pásame el fono de tu terapeuta. A ver si doblándote la medicación aceleramos tu recuperación, que ya no nos queda tiempo.
Y si el lunes me despierta la descarga de sacos, bajo en pantuflas a saludaros. Ah!! A mí me gusta el café con leche xxl y dos de sacarina. Lo digo porque en las obras de las películas americanas siempre llega el arquitecto con su café y el otro para la Presidenta. Imagino que en este caso será lo mismo, no? Dejo que te ahorres los donuts, tampoco quiero esclavizarte, al menos en la primera visita. Besos para ti y Laura.
Empiezan con el picado de una de las fachadas, de momento la que no me toca, y ya salen algunos desperfectos en las viviendas (caídas de azulejos, grietas….):
Mail a J: No quiero ni imaginar cuando empiecen por mi fachada. Al final dónde era donde decías que vivías? Como todavía no te has lanzado a la conquista de tu "churri" tendrás hueco en el armario. No? Ya me llevo yo la muda y las sábanas para el sofá. Flecha ocupa casi nada.
J: Cuando tengas para apuntar, lapicero y papel, te dicto la dirección. Si que te adelanto que está dentro del perímetro de la M-30. Es zona sur. Que te traigas a Flecha vale, pero también a la muda? Al final me salen las cuentas que somos cuatro. No hay problema. Hay espacio y armarios.
Yo: Ahora en serio. Tu señora esposa está encantada contigo. Eres un chiste!.
J: La verdad es que tenemos una relación bastante espacial, nos dejamos mucho, pero que mucho espacio libre. Me sorprende. Entre mis amigos, yo soy el más serio y el que menos hablo. Por timidez, claro.
Yo: Lo de "espacial, nos dejamos mucho pero que mucho espacio libre", va con segundas? terceras? Recuerda que soy rubia, y a veces no lo entiendo todo a la primera. Y tímido tú?Ja y ja!.
J: Te lo explico. Nos damos tanto espacio que aún no he dado con ella. Que no nos hemos encontrado. Esto lo debes haber entendido, que rubia si, pero con estudios. Por cierto, Te mando foto de cómo están los balcones de tu casa, en concreto la estructura de hierro. Fíjate que está desaparecido casi el apoyo y lo que entra en el muro. Cuando quieras, saltas en el centro del balcón de tu casa y vemos qué pasa.
Yo: Oye gracioso, tan mal te caigo que quieres que me espachurre? Yo desde hoy no piso en mi balcón ni de coña. Flecha está enfadada desde ya porque no la dejo salir y tumbarse en él.
Tiene balcones tu casa? Y terraza? Y patio? Para irnos haciendo a la idea. No te olvides decirme la dirección que tú siempre te haces el orejas.
J: No corras la voz entre tus vecinas que aunque la cosa es delicada, no corre un peligro inminente. Si puedes evitar salir, pues mejor, más seguro. Si tienes un tablero de madera y lo colocas en la base del balcón, hace de tablero de reparto y es más seguro. De todas formas, para la perra, pesa tan poco que no es de considerar. Además caería en el balcón de abajo, unos tres metros como mucho.
Ya sabía yo que a poco que te diera una pista de nada, sabrías entender y descifrar los correos electrónicos. Y no tengo terraza ni patio.
Yo: El próximo día probamos que caigas tú de mi balcón al de abajo, para ver cómo quedas tras la caída libre de tres metros de nada. Será interesante.
Gracias por las pistas que me das para descifrar tus correos electrónicos. Y no te preocupes que yo ya voy haciéndote la ficha personalizada, para cuando una candidata muestre interés. La enseño las tres cuartillas que ya llevo con tus características. A ver si ese espacio se va acortando. Te parece? No desesperes. Tenemos la suerte de nuestra parte, puesto que como tú ya no estás para elegir, te puede valer cualquier cosita. Será fácil.
miércoles, 12 de marzo de 2014
No hay una sin dos
Día de hospital. No hay una sin dos. Cuando parece que todo va, todo puede dejar de ir. Mi padre tiene un “run-run”. Lo mismo dice una canción cuya autora no es de mi devoción y por eso omitiré su nombre. Aquella canta un “run run en mi corazón”. Mi padre un “run run abdominal”. Lleva meses de médicos y especialistas sin un resultado. Ni positivo, ni negativo. Y quizá esto sea lo bueno, aunque yo estoy más en que es lo malo. Tener un run run y saber de qué es tranquiliza más que tener un run run desconocido. Finalmente le han hospitalizado. Habitación 513 de la quinta planta del hospital general. Tras varias radiografías, analíticas, gastroscopias, y colonoscopías han decidido cambiarle la dieta alimenticia y probar a suprimirle el gluten y la lactosa. Por descartar, nos comentan. Puede que sea celiaco. Y alérgico. Fuera todos los productos con gluten y los lácteos. Estupendo. Abre la bandeja de hospital con el menú que le toca y es para salir corriendo. Puré de patata y zanahoria, filete de pavo, pan sin gluten y fruta.
Mi padre insiste que no tiene ese problema con el gluten, que él no es “ciriaco”. Y bromeando me acerco a él, le cojo la mano y mirándole a los ojos le digo pronunciando despacio cada palabra: - No, tú eres José María. Tu nombre es José María. No te llamas Ciriaco.
Y me dice que yo sí que estoy tonta. Y me río.
Está muy delgado. Se le marcan todos los huesos. El pijama que lleva le queda grande por todos lados. Y el color de su piel es el que reflejan las sábanas, paredes y fluorescentes de hospital. Blanco, demasiado blanco.
Coincidimos allí todas las hermanas. Y mientras el médico pasa consulta en la habitación, nos hacen salir al pasillo y hablamos. La soledad le está matando. O quizá la propia vejez. Tenemos que pensar en algo. Una de nosotros pone voz a la posibilidad de ingresarle en una residencia de ancianos. Idea que todas en un momento u otro hemos valorado. Pero a ninguna nos convence. Porque ayer por la tarde, él ya había formulado la pregunta:
- Y entonces me vais a dejar en una residencia? Con los viejos?.-
Y como si de repente una fuerza nos hubiese hipnotizado, nos invadió a todas un sentimiento de tristeza que nos ahogó la sonrisa en lágrimas. Y nos miramos unas a otras sin tener una respuesta. Y respondimos sin mirarnos. No.
Los médicos dicen que no tiene nada. No se le ha despertado el cáncer como él se empeña en decir. Todos los valores son negativos. No es celiaco ni alérgico. Se seguirá llamando José María. Y tendrá que dejar de darle vueltas a lo quiera que le dé. No tiene nada que pensar. No hay más que puedan hacer.
Su compañero de habitación está en las últimas. Sus órganos vitales ya no responden. No habla. No abre ni siquiera los ojos. Es casi un cadáver. Y entonces a mi padre, cuando están solos, se le saltan las lágrimas. Porque ese también será su destino. Y el mío. Pero a él se le hace demasiado real y eso duele. Más que el “run run“ abdominal. Su hijo aparece de madrugada, justo cuando acaba de dar el último suspiro. Ya no es nada. La vida se le ha ido. Qué difícil es entonces entonar unas palabras. Esas de consuelo que no consuelan nada. Y dices que le acompañas en el sentimiento. Y él sólo sabe que lo que ahora siente le rompe el pecho.
Como el día que mi padre perdió a mi abuelo. Dicen que cuando pierdes a un padre, te quedas sin referencia. Yo espero llegar muy tarde a esa cita. Pero sí recuerdo el día de aquel entierro. Para mí el primero. Me costó asimilar que mi abuelo había muerto. Era mi preferido. Y esa preferencia fue recíproca casi desde el principio. Con él compartí muchos veranos en los mil rincones de su pueblo. Juntos y descalzos recorríamos los canales que habíamos hecho para regar la huerta. Siguiendo sus órdenes apretaba el botón rojo para poner en funcionamiento la bomba que subía agua del pozo, y ésta brotaba con fuerza y corría por los surcos. Fría, muy fría. Y nosotros con los pantalones arremangados y los pies descalzos andábamos por ellos. Cambiábamos los montones a modo de frontera cuando la hilera ya estaba bien húmeda, para regar la siguiente. Y los pies bien negros por la mezcla de barro. Para merendar, un tomate recién cogido de la mata y un poco de sal que guardábamos en un agujero del tercer ladrillo. Aquel fruto rojo olía a huerta y sabía a gloria del cielo. Cuando llegaba la época, desgranábamos las alubias. En el corral extendíamos una sábana vieja y encima de ella se esparcían las vainas. Una vez secas había que espulgarlas, separando las buenas de las falsas. Y para almorzar, una sandía bien fresquita. Cogida del majuelo. Podíamos comernos de una sentada una sandía grande entre los dos. Rodaja a rodaja. Hasta terminarla. Salíamos y entrábamos en la casa sin dar explicaciones a mi abuela, que se enfadaba por nuestras largas ausencias. Hasta que llegó aquel maldito día en el que mi abuelo se ausentó para siempre.
- Nos veremos en el cielo – nos decían las vecinas a la familia más directa, mientras nos daban la mano a modo de pésame. Como se hace en los pueblos. La Iglesia estaba al completo. Siempre es así en los entierros. Todo el pueblo acude. A veces más por el “qué dirán” que por sentimiento. Y allí permanecimos, en el primer banco de la iglesia hasta que todos se fueron. Mi padre estaba en el altar, al lado del féretro, cuando rompió a llorar. Lloraba a mares. Puro sentimiento. Lloraba sin consuelo. Ese golpe había dolido. Fue un “run run” directo al corazón. Al suyo y al mío.
Recogemos el alta. Mi padre vuelve a casa.
Mi padre insiste que no tiene ese problema con el gluten, que él no es “ciriaco”. Y bromeando me acerco a él, le cojo la mano y mirándole a los ojos le digo pronunciando despacio cada palabra: - No, tú eres José María. Tu nombre es José María. No te llamas Ciriaco.
Y me dice que yo sí que estoy tonta. Y me río.
Está muy delgado. Se le marcan todos los huesos. El pijama que lleva le queda grande por todos lados. Y el color de su piel es el que reflejan las sábanas, paredes y fluorescentes de hospital. Blanco, demasiado blanco.
Coincidimos allí todas las hermanas. Y mientras el médico pasa consulta en la habitación, nos hacen salir al pasillo y hablamos. La soledad le está matando. O quizá la propia vejez. Tenemos que pensar en algo. Una de nosotros pone voz a la posibilidad de ingresarle en una residencia de ancianos. Idea que todas en un momento u otro hemos valorado. Pero a ninguna nos convence. Porque ayer por la tarde, él ya había formulado la pregunta:
- Y entonces me vais a dejar en una residencia? Con los viejos?.-
Y como si de repente una fuerza nos hubiese hipnotizado, nos invadió a todas un sentimiento de tristeza que nos ahogó la sonrisa en lágrimas. Y nos miramos unas a otras sin tener una respuesta. Y respondimos sin mirarnos. No.
Los médicos dicen que no tiene nada. No se le ha despertado el cáncer como él se empeña en decir. Todos los valores son negativos. No es celiaco ni alérgico. Se seguirá llamando José María. Y tendrá que dejar de darle vueltas a lo quiera que le dé. No tiene nada que pensar. No hay más que puedan hacer.
Su compañero de habitación está en las últimas. Sus órganos vitales ya no responden. No habla. No abre ni siquiera los ojos. Es casi un cadáver. Y entonces a mi padre, cuando están solos, se le saltan las lágrimas. Porque ese también será su destino. Y el mío. Pero a él se le hace demasiado real y eso duele. Más que el “run run“ abdominal. Su hijo aparece de madrugada, justo cuando acaba de dar el último suspiro. Ya no es nada. La vida se le ha ido. Qué difícil es entonces entonar unas palabras. Esas de consuelo que no consuelan nada. Y dices que le acompañas en el sentimiento. Y él sólo sabe que lo que ahora siente le rompe el pecho.
Como el día que mi padre perdió a mi abuelo. Dicen que cuando pierdes a un padre, te quedas sin referencia. Yo espero llegar muy tarde a esa cita. Pero sí recuerdo el día de aquel entierro. Para mí el primero. Me costó asimilar que mi abuelo había muerto. Era mi preferido. Y esa preferencia fue recíproca casi desde el principio. Con él compartí muchos veranos en los mil rincones de su pueblo. Juntos y descalzos recorríamos los canales que habíamos hecho para regar la huerta. Siguiendo sus órdenes apretaba el botón rojo para poner en funcionamiento la bomba que subía agua del pozo, y ésta brotaba con fuerza y corría por los surcos. Fría, muy fría. Y nosotros con los pantalones arremangados y los pies descalzos andábamos por ellos. Cambiábamos los montones a modo de frontera cuando la hilera ya estaba bien húmeda, para regar la siguiente. Y los pies bien negros por la mezcla de barro. Para merendar, un tomate recién cogido de la mata y un poco de sal que guardábamos en un agujero del tercer ladrillo. Aquel fruto rojo olía a huerta y sabía a gloria del cielo. Cuando llegaba la época, desgranábamos las alubias. En el corral extendíamos una sábana vieja y encima de ella se esparcían las vainas. Una vez secas había que espulgarlas, separando las buenas de las falsas. Y para almorzar, una sandía bien fresquita. Cogida del majuelo. Podíamos comernos de una sentada una sandía grande entre los dos. Rodaja a rodaja. Hasta terminarla. Salíamos y entrábamos en la casa sin dar explicaciones a mi abuela, que se enfadaba por nuestras largas ausencias. Hasta que llegó aquel maldito día en el que mi abuelo se ausentó para siempre.
- Nos veremos en el cielo – nos decían las vecinas a la familia más directa, mientras nos daban la mano a modo de pésame. Como se hace en los pueblos. La Iglesia estaba al completo. Siempre es así en los entierros. Todo el pueblo acude. A veces más por el “qué dirán” que por sentimiento. Y allí permanecimos, en el primer banco de la iglesia hasta que todos se fueron. Mi padre estaba en el altar, al lado del féretro, cuando rompió a llorar. Lloraba a mares. Puro sentimiento. Lloraba sin consuelo. Ese golpe había dolido. Fue un “run run” directo al corazón. Al suyo y al mío.
Recogemos el alta. Mi padre vuelve a casa.
martes, 11 de marzo de 2014
Cena y copas sin revolcón
“Querida Silvia,
Aquí va el resumen- informe de la cena de la panda anoche.
La hora del encuentro fue de entre las 21:30 a las 22:00 hrs. “A” y yo llegamos sobre las 22:15 ( ya sabes que yo necesito bastante tiempo para ir bien peinada), y ya estaban allí todos los miembros dándole a las primeras cervezas, así como los “amigos invitados”. Te adelanto que Eva y Jesús existen y asistieron. Los detalles vienen luego.
El plan, como recordarás, era el siguiente: Cenar en Velate y las copas y la fiesta en el mismo local, aunque comprando la bebida. Ya sabes, una especie de botellón en local cerrado para mayores de treinta y tantos.
CV, Alfredo y Antonio habían quedado a media tarde para comprar las bebidas. La primera idea fue Makro, para comprar alcohol a granel. Después, y dejando a un lado las influencias andaluzas, ya sabes los exagerados que son, acordaron que mejor en un supermercado del barrio, y finalmente lo terminaron comprando en El Corte Inglés a las nueve y pico de la noche. Un poco más y van al chino frente al Velate, para ahorrarse el esfuerzo del transporte.
La primera anécdota fue cuando antes de entrar al restaurante, “A” y yo vimos la moto de Antonio aparcada en la puerta con una bolsa del Corte Inglés colgando, repleta de refrescos y alcohol. Y es que Antoñito, con la emoción de conocer a Eva, se había olvidado el paquete. Y eso que parecía un chico centrado. Lo que están haciendo las malas influencias de la panda!!.
Tras los saludos, besos y presentaciones pasamos a la mesa. Enumeraré que fuimos Alfredo y Viviana, CV, el Becario, Antonio, Eva, el hermano de ésta y su mujer, Jesús, Miguel, Irene, Pedrito, “A” y yo.
Para facilitar la conversación, invitamos a Eva a sentarse al lado de Antonio y frente a CV. Fundamentalmente para que ella se sintieses bien acompañada y para que Antonio algún día reconozca el favor y nos los pague con una exhibición de su “chocolatina”. No?
Las raciones empezaron a poblar la mesa, presidida en uno de los extremos por Alfredo y en el otro por Miguel.
Se que estás impaciente por saber más detalles de los “amigos oferta” así que paso a explicarte. Eva, ciertamente es alta, aunque tampoco llega al cielo, delgada, media melena de pelo oscuro. Vestía pantalón pitillo azul, zapato negro con poco tacón y camisa estampada en tonos marinos y media manga. Educada, cordial, simpática, sonriente. Tampoco es que estuviese toda la noche hablando con ella, pero considero que encajó bien. Incluso hizo de Dj. Y es que la música de Antonio dejaba bastante que desear. Un bodrio en palabras de “A”. Eva vino con carabina, su hermano, quien no estuvo muy al quite cuando Antonio la pidió el número de teléfono para una próxima cita a solas.
Jesús, de él te contaré en informe privado, pero te avanzo que no era del tipo que esperábamos.
Las conversaciones fueron fluyendo sobre la marcha. Así nos enteramos que CV tiene un apartamento muy ordenadito. Según Alfredo y Antonio que pasaron la tarde merendando en su casa, es muy meticuloso y algo maniático con la limpieza. Las malas lenguas rumorean que allí además de merienda hubo conversaciones y acuerdos. Antonio anunció que próximamente tendrá nueva casa y que la inauguraremos con una sucesión de barbacoas en su estupenda terraza. Puntualizó que nos recibiría a todos con el pantalón que más nos gusta y que había pensado en ponérselo para sorprendernos, pero al final de decantó por un vaquero menos prieto, para evitar comparaciones. Viviana con unos coloretes muy simpáticos a causa del buen vino, explicó gesticulando lo que es “carne en barra”. Alfredo y “A”, como siempre, se enseñaron los calzoncillos y comentaron entre ellos.
Tras los postres, Alfredo pidió permiso para comerse uno de sus soñados “canutillos de crema” sin compartir, un pastel de chocolate y algunos dulces más. Después, empezamos con las copas y la música.
Antonio, quien había prometido tener música buena para bailar, nos puso la que él escucha para dibujar, así que con eso puedes imaginarte. Es más, retiro lo dicho respecto a la música que pinchó Pedrito la anterior vez. Y aunque la música era mala y los espontáneos Dj sólo nos dejaban escuchar los primeros compases, nos reímos, movimos las caderas y pasamos unas horas muy divertidas.
A destacar: El becario, sigue con el mismo número de puntos, así que no supera su candidatura para dejar de llevar ese nombre. Tuvo su mérito que se quedase hasta el final. Es más, bailamos él y yo un agarrado muy agarrado. Una tercera pierna surgió entre nosotros. Pero perdió los puntos ganados cuando dijo que veía arte en las corridas de toros. Este chico necesita un curso de formación para acceder a nuestra panda, además de unas clases de baile. Jesús, perdió puntos en su conversación. Tiene unos hobbies nada interesantes. El abuso de la cirugía plástica le afectó al cerebro. Antonio, no dejaba de tirar las copas al suelo así como dar besos y abrazos a “A” ( la suerte de la fea….). Irene, nos cantó a capela una canción que todos tarareamos entusiasmados, y que fue mejor que la música de toda la noche.
Con todo esto nos dieron las siete de la mañana. Momento en que decidimos finalizar e irnos a tomar un café – chocolate con porras en un bar al lado.
Imagino que algún detalle habré olvidado, pero así dejo temas para la conversación de esta noche en el parque “.
Aquí va el resumen- informe de la cena de la panda anoche.
La hora del encuentro fue de entre las 21:30 a las 22:00 hrs. “A” y yo llegamos sobre las 22:15 ( ya sabes que yo necesito bastante tiempo para ir bien peinada), y ya estaban allí todos los miembros dándole a las primeras cervezas, así como los “amigos invitados”. Te adelanto que Eva y Jesús existen y asistieron. Los detalles vienen luego.
El plan, como recordarás, era el siguiente: Cenar en Velate y las copas y la fiesta en el mismo local, aunque comprando la bebida. Ya sabes, una especie de botellón en local cerrado para mayores de treinta y tantos.
CV, Alfredo y Antonio habían quedado a media tarde para comprar las bebidas. La primera idea fue Makro, para comprar alcohol a granel. Después, y dejando a un lado las influencias andaluzas, ya sabes los exagerados que son, acordaron que mejor en un supermercado del barrio, y finalmente lo terminaron comprando en El Corte Inglés a las nueve y pico de la noche. Un poco más y van al chino frente al Velate, para ahorrarse el esfuerzo del transporte.
La primera anécdota fue cuando antes de entrar al restaurante, “A” y yo vimos la moto de Antonio aparcada en la puerta con una bolsa del Corte Inglés colgando, repleta de refrescos y alcohol. Y es que Antoñito, con la emoción de conocer a Eva, se había olvidado el paquete. Y eso que parecía un chico centrado. Lo que están haciendo las malas influencias de la panda!!.
Tras los saludos, besos y presentaciones pasamos a la mesa. Enumeraré que fuimos Alfredo y Viviana, CV, el Becario, Antonio, Eva, el hermano de ésta y su mujer, Jesús, Miguel, Irene, Pedrito, “A” y yo.
Para facilitar la conversación, invitamos a Eva a sentarse al lado de Antonio y frente a CV. Fundamentalmente para que ella se sintieses bien acompañada y para que Antonio algún día reconozca el favor y nos los pague con una exhibición de su “chocolatina”. No?
Las raciones empezaron a poblar la mesa, presidida en uno de los extremos por Alfredo y en el otro por Miguel.
Se que estás impaciente por saber más detalles de los “amigos oferta” así que paso a explicarte. Eva, ciertamente es alta, aunque tampoco llega al cielo, delgada, media melena de pelo oscuro. Vestía pantalón pitillo azul, zapato negro con poco tacón y camisa estampada en tonos marinos y media manga. Educada, cordial, simpática, sonriente. Tampoco es que estuviese toda la noche hablando con ella, pero considero que encajó bien. Incluso hizo de Dj. Y es que la música de Antonio dejaba bastante que desear. Un bodrio en palabras de “A”. Eva vino con carabina, su hermano, quien no estuvo muy al quite cuando Antonio la pidió el número de teléfono para una próxima cita a solas.
Jesús, de él te contaré en informe privado, pero te avanzo que no era del tipo que esperábamos.
Las conversaciones fueron fluyendo sobre la marcha. Así nos enteramos que CV tiene un apartamento muy ordenadito. Según Alfredo y Antonio que pasaron la tarde merendando en su casa, es muy meticuloso y algo maniático con la limpieza. Las malas lenguas rumorean que allí además de merienda hubo conversaciones y acuerdos. Antonio anunció que próximamente tendrá nueva casa y que la inauguraremos con una sucesión de barbacoas en su estupenda terraza. Puntualizó que nos recibiría a todos con el pantalón que más nos gusta y que había pensado en ponérselo para sorprendernos, pero al final de decantó por un vaquero menos prieto, para evitar comparaciones. Viviana con unos coloretes muy simpáticos a causa del buen vino, explicó gesticulando lo que es “carne en barra”. Alfredo y “A”, como siempre, se enseñaron los calzoncillos y comentaron entre ellos.
Tras los postres, Alfredo pidió permiso para comerse uno de sus soñados “canutillos de crema” sin compartir, un pastel de chocolate y algunos dulces más. Después, empezamos con las copas y la música.
Antonio, quien había prometido tener música buena para bailar, nos puso la que él escucha para dibujar, así que con eso puedes imaginarte. Es más, retiro lo dicho respecto a la música que pinchó Pedrito la anterior vez. Y aunque la música era mala y los espontáneos Dj sólo nos dejaban escuchar los primeros compases, nos reímos, movimos las caderas y pasamos unas horas muy divertidas.
A destacar: El becario, sigue con el mismo número de puntos, así que no supera su candidatura para dejar de llevar ese nombre. Tuvo su mérito que se quedase hasta el final. Es más, bailamos él y yo un agarrado muy agarrado. Una tercera pierna surgió entre nosotros. Pero perdió los puntos ganados cuando dijo que veía arte en las corridas de toros. Este chico necesita un curso de formación para acceder a nuestra panda, además de unas clases de baile. Jesús, perdió puntos en su conversación. Tiene unos hobbies nada interesantes. El abuso de la cirugía plástica le afectó al cerebro. Antonio, no dejaba de tirar las copas al suelo así como dar besos y abrazos a “A” ( la suerte de la fea….). Irene, nos cantó a capela una canción que todos tarareamos entusiasmados, y que fue mejor que la música de toda la noche.
Con todo esto nos dieron las siete de la mañana. Momento en que decidimos finalizar e irnos a tomar un café – chocolate con porras en un bar al lado.
Imagino que algún detalle habré olvidado, pero así dejo temas para la conversación de esta noche en el parque “.
lunes, 10 de marzo de 2014
Uno de veinte
Había decidido tener un revolcón con un veinteañero. Me apetecía. No era una decisión meditada. Era más un capricho. Ahora el tema estaba en cómo lograrlo. Sabía que no sería fácil, o sí. No soy modelo de pasarela, aunque no aparente los años que tengo. Repasé mi memoria para saber a cuántos contactos de esa edad tenía acceso. El tema se me presentaba difícil.
Si no recordaba mal, hacía un par de semanas conocí a uno. Decir conocer es incorrecto. Debería puntualizar el concepto. Crucé algunas palabras, varias frases y una sola mirada con él. Mirada con la suficiente intensidad como para haber deseado abofetearle allí mismo. Y es que a la hora de formular mi capricho, no tuve en cuenta lo chulo que puede ser un chico de veintitantos, cuyo principio es: “Atrévete: tienes mucho que ganar y poco que perder”.
Estábamos en plena organización de una boda. Era de mañana, lo que significaba que todos habíamos tenido que madrugar después de trasnochar por haber trabajado en otra boda la noche anterior. Se notaba en todos nosotros la falta de concentración, y en mí mayor tensión. Tenía que estar todo listo a plena luz del día. Y aunque parezca más de lo mismo, no es igual. Organizar los preparativos de una boda que se va a celebrar por la noche da más oportunidades. Hay más tiempo para cuidar los detalles, el encanto de la iluminación disimula los olvidos y la magia de las estrellas ayuda a hipnotizar a invitados y novios. Para un evento a plena luz del día se necesitan más de mil ojos. Repasé la hora de llegada de los invitados (a las 13:30), el comienzo del cocktail en el jardín (13:45), el inicio del almuerzo en el salón principal (15:00 hrs.) y el baile en el salón anexo a las 18:00. Repasé el montaje de las mesas, las copas, los cubiertos, centros de flores, tarjetones con el nombre de los novios y el menú, señalizadores…Todo estaba correcto. Eché un ojo al cielo y, no desde muy lejos iban llegando las nubes. Las primeras eran abiertas, blancas y algodonadas. Las siguientes más compactas, grises y amenazantes. Parecía que iba a llover y eso era lo que menos deseaba en aquel momento. Al menos, hasta que los invitados hubiesen acabado el cocktail en el jardín y pasado al salón para la comida. Comenzó el servicio. El metre recibió a los invitados. Los camareros empezaron a sacar bandejas, primero de bebida, después de canapés. El viento decidió anticiparse a la lluvia y algunos tocados y pamelas de las invitadas cambiaron su estilismo. Y yo mientras, suplicando veinte minutos de tregua, luego quince. Según iba pasando el tiempo, mis plegarias pasaron a ser por diez. Los camareros iban y venían, del jardín a la cocina, de la cocina al jardín. Las delicias calientes estaban en su punto. Bandejas con bocaditos vegetales, mini tostitas de sobrasada a la menta, cucharitas de foie con terciopelo de cebolla. Cinco minutos más y la lluvia empezó a caer. Primero despacio, gota a gota. Los invitados fueron pasando al salón. La lluvia pasó a ser más fuerte, justo en el momento en el que la pareja de novios hacía su entrada, saludando y sonriendo. Suspiré aliviada, la primera parte del servicio se había salvado, y con éxito. Los invitados se levantaron de sus sillas para recibir a la pareja. Después se acomodaron de nuevo en sus asientos. Fuera empezó el correr del personal de infraestructura para reubicar las cajas a cubierto. Los cocineros continuaron preparando los platos en la cocina. Nosotros no teníamos espacio dentro. La lluvia no era muy intensa, podríamos aguantar fuera si se mantenía tal como había empezado, pero eso iba a ser mucho pedir. Lo intuía. Los camareros, bajo las instrucciones del metre, sirvieron agua y vino a los comensales. Seguidamente, el entrante, el primer plato, el segundo y comenzó el diluvio en toda regla. Mientras los invitados degustaban el postre, los camareros en su entrar y salir empezaron a notar los efectos del agua en sus uniformes. Los que estábamos fuera apostábamos por encontrar alguna parte de nuestras prendas sin humedecer. La recogida de material estaba empezando a ser un caos, al margen del éxito de la organización cara a los invitados. Y fue en ese momento de máxima tensión, lluvia a granel, aire, frío, cuando un camarero me preguntó si no había un plato seco y limpio para ponerse algo de comer. Era lo único que me faltaba. Me pareció un despropósito por su parte. No había tiempo. No era el momento. Le grité. Contesté. Ante una pregunta sin sentido, una respuesta fuera de lugar. Y me cabreé. Quizá en exceso. Tuvo suerte que no reaccionara peor. Podía haberle lanzado un plato. Uno que previamente hubiera secado bajo la lluvia. Como pedía. No lo hice. Tenía otras cosas que pensar. Otros detalles que organizar. Otros problemas que solventar. Con la mirada encendida y empapada hasta la ropa interior intenté relajarme. Mientras, contaba hasta un millón. El veinteañero, camarero en la boda, pasó por mi lado, llamó mi atención y retándome con la mirada me dijo: - “ Todavía le estás dando vueltas a eso?” – Y aunque lo estaba haciendo, le contesté que no. Y me quedé parada, mirándole. Él se giró y continuó con su trabajo. Aquello empezaba a superarme. Le hubiera lanzado aquel maldito plato aunque él no fuera el que lo había pedido, pero ya me estaba dando la espalda y eso hubiera sido a traición.
La fiesta terminó con éxito. Los novios estaban felices, los padres también, y un número importante de invitados con sobredosis de alcohol. Las bebidas gratis y la música, hacían olvidar que las normas del protocolo indican que una dama que se precie no debe descalzarse para bailar al son de la “Macarena”, y un caballero no debe quitarse el chaleco, arremangarse la camisa y besar con lengua a la prima de la novia por muy recién divorciada que esté, delante de la familia aún presente. Pero somos así. Son así. Quieren una boda excelente en detalles, perfecta en atenciones, excesiva en delicatessen, suprema en calidad y luego pierden las formas y modales a la primera de cambio.
Terminamos de recoger todo el montaje. Empezó el desfile de personal. Se despidieron los cocineros y camareros con un adiós dicho desde lejos. Hasta la próxima.
Después de nuestro primer impacto visual y unas cuantas palabras no muy acertadas, volvimos a coincidir. Esta segunda vez, y no sé aún por qué, hubo una conexión de unas cuantas frases y una promesa de una tableta de chocolate de regalo. Le habían dado unas tabletas y quería compartirlas conmigo. Si volvíamos a coincidir, me las daría. Y coincidimos.
Hubo otra boda a la semana siguiente. El espacio era otro, el menú diferente, pero el trabajo para que todo estuviese a punto, era el mismo. Cada equipo tenía las instrucciones perfectamente redactadas, detalladas con horarios y pormenores. Tras dos horas de montaje de mesas, sillas y detalles de decoración todo quedó listo. Los invitados fueron llegando. Después, los novios. Empezó el cocktail y a continuación la cena. El servicio muy correcto, los invitados educados y los novios agradecidos. Con el momento baile y las copas, quizá debería rectificar los adjetivos, pero tampoco es cuestión de sacar punta a todos los comportamientos. Mi trabajo había terminado. Antes de irme, mi veinteañero me regaló una tableta de chocolate. No se había olvidado.
Al día siguiente y antes de la media noche, le mandé un sms: “X cierto, el chocolate muy muy rico. Engordaré y tendré michelines a tu costa. En serio, muchas gracias. Bsos”
Pasada más de una hora, recibí: “Me alegra tu sms y q te haya gustado mi choco. Si por mi culpa tienes miche, lo puedo arreglar, je, je. Bss wpa”. No pude dejar de contestar: “Ok, tendré en cuenta tu propuesta..ja,ja. Dulces sueños. Hasta la próxima. Bsos de chocolate”. Al día siguiente un nuevo mensaje me despertó: “Deberíamos quedar”. Respondí: “¿por qué?”. Y recibí de vuelta un: “¿Por qué no?”.
Pasados unos días, quedamos. No puedo decir que tuviésemos una cita. Fue más una tarde de charla y refrescos. Después hablamos, durante días, por teléfono a media noche. Finalmente cuadramos nuestras agendas y volvimos a quedar. Nuestro primer beso me pilló por sorpresa. Habíamos estado tomando algo y charlando en el que decidimos llamar “nuestro bar” y en ese momento caminábamos por la calle dirección al metro. Ni siquiera sé de qué estábamos hablando. De pronto sentí sus labios sobre los míos. Y me gustó. Continuamos andando como si no hubiera pasado nada. Y nada era lo que precisamente no iba a ocurrir entre nosotros. Nos deseábamos. Nos atraíamos. Y empezamos con el plan establecido. Nos desnudamos. Nos acariciamos. Su cuerpo musculoso era perfecto. Y sus besos deliciosos. Podía haber estado besándole sin más, y hubiera llegado al orgasmo. Era pasional, dedicado, decidido y salvaje. Era para repetir. Y lo hice. Fue sexo. Y complicidad. Fue deseo. Y amistad. Fue un pecado que no me podía permitir de nuevo. Fue un capricho cumplido.
Días después sentí que le echaba de menos. Quería que me mirase, que me acariciase, que me besase y me tocase. Quería que me abrazase y que me hiciera el amor. Pero él no sabe qué es eso. Para él es sexo. Y yo no quería un polvo más y un adiós con prisas. No quería que esperase a que cerrase los ojos para salir huyendo.
No quiero que me diga que no puede dormir conmigo. Por eso hoy le digo que no quedaremos. Que no quiero follar. Que no tengo helado para derretir por su cuerpo porque he decidido congelar mi deseo y no volverle a besar.
Si no recordaba mal, hacía un par de semanas conocí a uno. Decir conocer es incorrecto. Debería puntualizar el concepto. Crucé algunas palabras, varias frases y una sola mirada con él. Mirada con la suficiente intensidad como para haber deseado abofetearle allí mismo. Y es que a la hora de formular mi capricho, no tuve en cuenta lo chulo que puede ser un chico de veintitantos, cuyo principio es: “Atrévete: tienes mucho que ganar y poco que perder”.
Estábamos en plena organización de una boda. Era de mañana, lo que significaba que todos habíamos tenido que madrugar después de trasnochar por haber trabajado en otra boda la noche anterior. Se notaba en todos nosotros la falta de concentración, y en mí mayor tensión. Tenía que estar todo listo a plena luz del día. Y aunque parezca más de lo mismo, no es igual. Organizar los preparativos de una boda que se va a celebrar por la noche da más oportunidades. Hay más tiempo para cuidar los detalles, el encanto de la iluminación disimula los olvidos y la magia de las estrellas ayuda a hipnotizar a invitados y novios. Para un evento a plena luz del día se necesitan más de mil ojos. Repasé la hora de llegada de los invitados (a las 13:30), el comienzo del cocktail en el jardín (13:45), el inicio del almuerzo en el salón principal (15:00 hrs.) y el baile en el salón anexo a las 18:00. Repasé el montaje de las mesas, las copas, los cubiertos, centros de flores, tarjetones con el nombre de los novios y el menú, señalizadores…Todo estaba correcto. Eché un ojo al cielo y, no desde muy lejos iban llegando las nubes. Las primeras eran abiertas, blancas y algodonadas. Las siguientes más compactas, grises y amenazantes. Parecía que iba a llover y eso era lo que menos deseaba en aquel momento. Al menos, hasta que los invitados hubiesen acabado el cocktail en el jardín y pasado al salón para la comida. Comenzó el servicio. El metre recibió a los invitados. Los camareros empezaron a sacar bandejas, primero de bebida, después de canapés. El viento decidió anticiparse a la lluvia y algunos tocados y pamelas de las invitadas cambiaron su estilismo. Y yo mientras, suplicando veinte minutos de tregua, luego quince. Según iba pasando el tiempo, mis plegarias pasaron a ser por diez. Los camareros iban y venían, del jardín a la cocina, de la cocina al jardín. Las delicias calientes estaban en su punto. Bandejas con bocaditos vegetales, mini tostitas de sobrasada a la menta, cucharitas de foie con terciopelo de cebolla. Cinco minutos más y la lluvia empezó a caer. Primero despacio, gota a gota. Los invitados fueron pasando al salón. La lluvia pasó a ser más fuerte, justo en el momento en el que la pareja de novios hacía su entrada, saludando y sonriendo. Suspiré aliviada, la primera parte del servicio se había salvado, y con éxito. Los invitados se levantaron de sus sillas para recibir a la pareja. Después se acomodaron de nuevo en sus asientos. Fuera empezó el correr del personal de infraestructura para reubicar las cajas a cubierto. Los cocineros continuaron preparando los platos en la cocina. Nosotros no teníamos espacio dentro. La lluvia no era muy intensa, podríamos aguantar fuera si se mantenía tal como había empezado, pero eso iba a ser mucho pedir. Lo intuía. Los camareros, bajo las instrucciones del metre, sirvieron agua y vino a los comensales. Seguidamente, el entrante, el primer plato, el segundo y comenzó el diluvio en toda regla. Mientras los invitados degustaban el postre, los camareros en su entrar y salir empezaron a notar los efectos del agua en sus uniformes. Los que estábamos fuera apostábamos por encontrar alguna parte de nuestras prendas sin humedecer. La recogida de material estaba empezando a ser un caos, al margen del éxito de la organización cara a los invitados. Y fue en ese momento de máxima tensión, lluvia a granel, aire, frío, cuando un camarero me preguntó si no había un plato seco y limpio para ponerse algo de comer. Era lo único que me faltaba. Me pareció un despropósito por su parte. No había tiempo. No era el momento. Le grité. Contesté. Ante una pregunta sin sentido, una respuesta fuera de lugar. Y me cabreé. Quizá en exceso. Tuvo suerte que no reaccionara peor. Podía haberle lanzado un plato. Uno que previamente hubiera secado bajo la lluvia. Como pedía. No lo hice. Tenía otras cosas que pensar. Otros detalles que organizar. Otros problemas que solventar. Con la mirada encendida y empapada hasta la ropa interior intenté relajarme. Mientras, contaba hasta un millón. El veinteañero, camarero en la boda, pasó por mi lado, llamó mi atención y retándome con la mirada me dijo: - “ Todavía le estás dando vueltas a eso?” – Y aunque lo estaba haciendo, le contesté que no. Y me quedé parada, mirándole. Él se giró y continuó con su trabajo. Aquello empezaba a superarme. Le hubiera lanzado aquel maldito plato aunque él no fuera el que lo había pedido, pero ya me estaba dando la espalda y eso hubiera sido a traición.
La fiesta terminó con éxito. Los novios estaban felices, los padres también, y un número importante de invitados con sobredosis de alcohol. Las bebidas gratis y la música, hacían olvidar que las normas del protocolo indican que una dama que se precie no debe descalzarse para bailar al son de la “Macarena”, y un caballero no debe quitarse el chaleco, arremangarse la camisa y besar con lengua a la prima de la novia por muy recién divorciada que esté, delante de la familia aún presente. Pero somos así. Son así. Quieren una boda excelente en detalles, perfecta en atenciones, excesiva en delicatessen, suprema en calidad y luego pierden las formas y modales a la primera de cambio.
Terminamos de recoger todo el montaje. Empezó el desfile de personal. Se despidieron los cocineros y camareros con un adiós dicho desde lejos. Hasta la próxima.
Después de nuestro primer impacto visual y unas cuantas palabras no muy acertadas, volvimos a coincidir. Esta segunda vez, y no sé aún por qué, hubo una conexión de unas cuantas frases y una promesa de una tableta de chocolate de regalo. Le habían dado unas tabletas y quería compartirlas conmigo. Si volvíamos a coincidir, me las daría. Y coincidimos.
Hubo otra boda a la semana siguiente. El espacio era otro, el menú diferente, pero el trabajo para que todo estuviese a punto, era el mismo. Cada equipo tenía las instrucciones perfectamente redactadas, detalladas con horarios y pormenores. Tras dos horas de montaje de mesas, sillas y detalles de decoración todo quedó listo. Los invitados fueron llegando. Después, los novios. Empezó el cocktail y a continuación la cena. El servicio muy correcto, los invitados educados y los novios agradecidos. Con el momento baile y las copas, quizá debería rectificar los adjetivos, pero tampoco es cuestión de sacar punta a todos los comportamientos. Mi trabajo había terminado. Antes de irme, mi veinteañero me regaló una tableta de chocolate. No se había olvidado.
Al día siguiente y antes de la media noche, le mandé un sms: “X cierto, el chocolate muy muy rico. Engordaré y tendré michelines a tu costa. En serio, muchas gracias. Bsos”
Pasada más de una hora, recibí: “Me alegra tu sms y q te haya gustado mi choco. Si por mi culpa tienes miche, lo puedo arreglar, je, je. Bss wpa”. No pude dejar de contestar: “Ok, tendré en cuenta tu propuesta..ja,ja. Dulces sueños. Hasta la próxima. Bsos de chocolate”. Al día siguiente un nuevo mensaje me despertó: “Deberíamos quedar”. Respondí: “¿por qué?”. Y recibí de vuelta un: “¿Por qué no?”.
Pasados unos días, quedamos. No puedo decir que tuviésemos una cita. Fue más una tarde de charla y refrescos. Después hablamos, durante días, por teléfono a media noche. Finalmente cuadramos nuestras agendas y volvimos a quedar. Nuestro primer beso me pilló por sorpresa. Habíamos estado tomando algo y charlando en el que decidimos llamar “nuestro bar” y en ese momento caminábamos por la calle dirección al metro. Ni siquiera sé de qué estábamos hablando. De pronto sentí sus labios sobre los míos. Y me gustó. Continuamos andando como si no hubiera pasado nada. Y nada era lo que precisamente no iba a ocurrir entre nosotros. Nos deseábamos. Nos atraíamos. Y empezamos con el plan establecido. Nos desnudamos. Nos acariciamos. Su cuerpo musculoso era perfecto. Y sus besos deliciosos. Podía haber estado besándole sin más, y hubiera llegado al orgasmo. Era pasional, dedicado, decidido y salvaje. Era para repetir. Y lo hice. Fue sexo. Y complicidad. Fue deseo. Y amistad. Fue un pecado que no me podía permitir de nuevo. Fue un capricho cumplido.
Días después sentí que le echaba de menos. Quería que me mirase, que me acariciase, que me besase y me tocase. Quería que me abrazase y que me hiciera el amor. Pero él no sabe qué es eso. Para él es sexo. Y yo no quería un polvo más y un adiós con prisas. No quería que esperase a que cerrase los ojos para salir huyendo.
No quiero que me diga que no puede dormir conmigo. Por eso hoy le digo que no quedaremos. Que no quiero follar. Que no tengo helado para derretir por su cuerpo porque he decidido congelar mi deseo y no volverle a besar.
sábado, 8 de marzo de 2014
El Juego que da cuando uno quiere jugar ( 2 )
(Continuación...)
Pasan algunos días más.
J: Buenos días, aunque ya sabes que no me corresponde hacer el cartel de las obras y a estas alturas estarás bronceándote en algún rincón exótico y lo que menos te importa es lo que te envío, me he tomado la libertad de adelantarlo para que luego no tengamos temas pendientes. Al cartel que te adjunto, habría que actualizar la fotografía, como te avancé. O dejar la que te envío. Al gusto. Es lo más semejante que he encontrado al cargo que ahora ejerces. No espero ninguna observación al respecto. Saludos
Yo: Desde El Caribe Mix de La Mancha. No te jode! Asunto: La brisa del atardecer es muy agradable mientras un moreno te sirve un batido bien fresquito. No obstante, y cumpliendo mis obligaciones de presidenta, contesto a tu mail comunicándote que merezco mejor foto, aunque la intención haya sido buena ( ó eso espero). Hubiera preferido otra más ajustada a mi persona - ideales-pensamientos, que al cargo. Así que si no te importa eliminas a la tal y ya te enviaré yo una en la que se me vea bien. Por otro lado, decirte que me acaban de llamar de la Gestoría para comunicarme que los de la Empresa Municipal de la Vivienda quieren pedirnos una cita para que les expliquemos qué obras vamos a llevar a cabo, si han comenzado las mismas, y etc, etc. En resumidas cuentas, que la funcionaria de turno está aburrida ahora que no hay trabajo en agosto y quiere una cita contigo. Yo he dicho que con quien tienen que hablar y quedar es contigo, que eres el que ha hecho y presentado el proyecto. Y si la "chica-señora-tipa-menda..." es maja, quizá de ahí salga algo más. Eso te lo dejo a ti. Contacta con la Gestoría para que te den el fono de la que quiere la cita y quedáis. Ah, y la vas preguntando para qué coño quieren una fotocopia del carnet de todos los vecinos compulsada. Si eso de compulsar ya no se estila. Ya me contarás.
J: Llamaré hoy a ver qué me cuentan. Yo esto de tener que contarles lo que se va a hacer cuando está escrito en el proyecto no lo entiendo. Ahora toca exámenes orales y con tribunal? Es la primera vez que me pasa. Veo de qué se trata y te cuento. Si es que, donde estés, tienes o te llega conexión de Internet. Si tengo que ir a ver a algún técnico, cosa que intentaré evitar, entre otras por principios, le llevaré copia del cartel a ver si lo dan por válido, incluyendo la foto modelo, claro.
J de nuevo al cabo de unos minutos: Acabo de hablar con la técnico municipal. Busca lápiz y apunta, su nombre es Laura. Es la que llevará el control y seguimiento de las obras. La he informado y puesto al día de como se encuentran las obras. He puntualizado que cuando comencemos, se le informará para que organice una primera visita a las obras. Parece maja, a priori. No tengo más datos que la conversación por teléfono.
Seré breve para que no cambies el chip de vacaciones y así dejes de pensar lo antes posible en tu comunidad. Te hago, por lo menos, en la playa.
Yo: Por cierto, y no las has preguntado para qué necesita fotocopia de los documentos compulsados?. Si es que siempre haces las gestiones a medias. Mira, con la excusa la vuelves a llamar y así quedáis antes.
J: Por eso te he dado su teléfono. Era lo que me pedías, que me hiciera con el teléfono para que tu llamaras a preguntarla que por que coño piden esos documentos ahora. Yo no puedo romper ahora el momento preguntando ese tema.
Yo: Joder!. Vale, ya llamaré yo. A ver dónde coño voy yo a compulsar una fotocopia. Pero no sabe la tal Laura que estamos en el siglo veintiuno?. Buen fin de semana.
Pasan algunos días más.
J: Buenos días, aunque ya sabes que no me corresponde hacer el cartel de las obras y a estas alturas estarás bronceándote en algún rincón exótico y lo que menos te importa es lo que te envío, me he tomado la libertad de adelantarlo para que luego no tengamos temas pendientes. Al cartel que te adjunto, habría que actualizar la fotografía, como te avancé. O dejar la que te envío. Al gusto. Es lo más semejante que he encontrado al cargo que ahora ejerces. No espero ninguna observación al respecto. Saludos
Yo: Desde El Caribe Mix de La Mancha. No te jode! Asunto: La brisa del atardecer es muy agradable mientras un moreno te sirve un batido bien fresquito. No obstante, y cumpliendo mis obligaciones de presidenta, contesto a tu mail comunicándote que merezco mejor foto, aunque la intención haya sido buena ( ó eso espero). Hubiera preferido otra más ajustada a mi persona - ideales-pensamientos, que al cargo. Así que si no te importa eliminas a la tal y ya te enviaré yo una en la que se me vea bien. Por otro lado, decirte que me acaban de llamar de la Gestoría para comunicarme que los de la Empresa Municipal de la Vivienda quieren pedirnos una cita para que les expliquemos qué obras vamos a llevar a cabo, si han comenzado las mismas, y etc, etc. En resumidas cuentas, que la funcionaria de turno está aburrida ahora que no hay trabajo en agosto y quiere una cita contigo. Yo he dicho que con quien tienen que hablar y quedar es contigo, que eres el que ha hecho y presentado el proyecto. Y si la "chica-señora-tipa-menda..." es maja, quizá de ahí salga algo más. Eso te lo dejo a ti. Contacta con la Gestoría para que te den el fono de la que quiere la cita y quedáis. Ah, y la vas preguntando para qué coño quieren una fotocopia del carnet de todos los vecinos compulsada. Si eso de compulsar ya no se estila. Ya me contarás.
J: Llamaré hoy a ver qué me cuentan. Yo esto de tener que contarles lo que se va a hacer cuando está escrito en el proyecto no lo entiendo. Ahora toca exámenes orales y con tribunal? Es la primera vez que me pasa. Veo de qué se trata y te cuento. Si es que, donde estés, tienes o te llega conexión de Internet. Si tengo que ir a ver a algún técnico, cosa que intentaré evitar, entre otras por principios, le llevaré copia del cartel a ver si lo dan por válido, incluyendo la foto modelo, claro.
J de nuevo al cabo de unos minutos: Acabo de hablar con la técnico municipal. Busca lápiz y apunta, su nombre es Laura. Es la que llevará el control y seguimiento de las obras. La he informado y puesto al día de como se encuentran las obras. He puntualizado que cuando comencemos, se le informará para que organice una primera visita a las obras. Parece maja, a priori. No tengo más datos que la conversación por teléfono.
Seré breve para que no cambies el chip de vacaciones y así dejes de pensar lo antes posible en tu comunidad. Te hago, por lo menos, en la playa.
Yo: Por cierto, y no las has preguntado para qué necesita fotocopia de los documentos compulsados?. Si es que siempre haces las gestiones a medias. Mira, con la excusa la vuelves a llamar y así quedáis antes.
J: Por eso te he dado su teléfono. Era lo que me pedías, que me hiciera con el teléfono para que tu llamaras a preguntarla que por que coño piden esos documentos ahora. Yo no puedo romper ahora el momento preguntando ese tema.
Yo: Joder!. Vale, ya llamaré yo. A ver dónde coño voy yo a compulsar una fotocopia. Pero no sabe la tal Laura que estamos en el siglo veintiuno?. Buen fin de semana.
viernes, 7 de marzo de 2014
El juego que da cuando uno quiere jugar ( 1 )
La empresa Municipal de la Vivienda se descuelga ahora con que necesitamos colgar un cartel. Precio a sumar a un presupuesto del que se supone recibiremos una subvención que, como estamos como estamos, no nos llegará. Pero esas son las condiciones. Y con las ordenanzas no se juega.
Para J: Acuérdate de enviarme el "Cartel Collage" antes de imprimirlo. Para que valore qué tipo de "Cartel -Chapuza" vas a colgar en esta nuestra Comunidad. Que conociéndote...
J: Buenas tardes, en los últimos carteles de obras similares a la vuestra, he visto que se incluye foto de medio cuerpo del representante de la comunidad. Si no te importa, vas preparando una para incluir en el mismo y me la envías para ver si es válida o no. Entiendo que será para poder identificar con claridad y sin lugar a dudas, a dicho representante. También se incluye foto del técnico de la obra, pero de esa ya tengo yo. Mañana es posible lleve el certificado firmado. Hoy he estado de viaje y he pasado todo el día fuera de Madrid. No olvides lo de la foto. Saludos.
Yo: Muy bien, así que tú de viajecitos por aquí y por allá, disfrutando de la gastronomía típica mientras los demás curramos bajo el tórrido sol de la capital. Oye, que ok a lo de la foto. Buscaré alguna pero, suelo tenerlas con poca ropa y eso no sé si se permitirá. Que los del Ayuntamiento son muy conservadores y no creo que vean bien el despelote. Como tú sabes más de eso, me dices y ya está. Lo dicho, si se acepta foto en top less dímelo.
J: Si, la verdad es que un bocata después de tres horas al sol viendo un forjado es como para dar envidia a cualquiera, y es un buen ejemplo de gastronomía y viaje de placer. No te lo contaba por no darte envidia.
Tú que vas por la rama de letras, quizás puedas aclararme un refrán que dice "por la boca muere el pez". Yo, que estoy muy limitado en ese aspecto, entiendo que quiere decir que hay gente que habla mucho pero luego todo lo deja en eso, palabras, frases suspendidas en el aire que se lleva la brisa. Top qué?. Si luego nos paran la obra por falta del cartel ilustrado, remitiré causa a la comisión de obras. Por cierto, he consultado y también aceptan fotos de cuerpo completo, por si no encuentras de las otras.
Yo: Así que, ya estás morenito. Aprovechando el trabajo para broncearte al sol. Y te quejas? No sé exactamente a quién conoces que pudiera "morir por la boca de pez".Yo te mando la foto que quieras. Que tiene que ser sin ropa, pues sin ropa. Todo sea por la obra. Pero luego no me digas que te ha quedado un trauma o has tenido una discusión erótica-matrimonial. Vale? De qué medidas? Con cuántas prendas? Vamos a ver qué pez ni qué pez. Por cierto, envíame tu foto para ver si encaja con la mía y hago el collage. Va a quedar un cartel de cine.
J: Muy buenas. Ya esta entregado el certificado firmado original que pedía el ayuntamiento. A las alturas que estamos, ya tienes que tener elegido el balneario, spa, resort ó similar para largarte de Madrid. Puedes dar envidia a los que nos quedaremos, aunque al final tan solo te marches a la casa en el campo. Encima se me ha cascado ahora la moto. Me veo yendo a la obra en bicicleta, ya que allí no hay quien aparque el coche. No estoy dando con la foto apropiada. En unas se me ve mucho, en otras se me ve poco…
Para J: Acuérdate de enviarme el "Cartel Collage" antes de imprimirlo. Para que valore qué tipo de "Cartel -Chapuza" vas a colgar en esta nuestra Comunidad. Que conociéndote...
J: Buenas tardes, en los últimos carteles de obras similares a la vuestra, he visto que se incluye foto de medio cuerpo del representante de la comunidad. Si no te importa, vas preparando una para incluir en el mismo y me la envías para ver si es válida o no. Entiendo que será para poder identificar con claridad y sin lugar a dudas, a dicho representante. También se incluye foto del técnico de la obra, pero de esa ya tengo yo. Mañana es posible lleve el certificado firmado. Hoy he estado de viaje y he pasado todo el día fuera de Madrid. No olvides lo de la foto. Saludos.
Yo: Muy bien, así que tú de viajecitos por aquí y por allá, disfrutando de la gastronomía típica mientras los demás curramos bajo el tórrido sol de la capital. Oye, que ok a lo de la foto. Buscaré alguna pero, suelo tenerlas con poca ropa y eso no sé si se permitirá. Que los del Ayuntamiento son muy conservadores y no creo que vean bien el despelote. Como tú sabes más de eso, me dices y ya está. Lo dicho, si se acepta foto en top less dímelo.
J: Si, la verdad es que un bocata después de tres horas al sol viendo un forjado es como para dar envidia a cualquiera, y es un buen ejemplo de gastronomía y viaje de placer. No te lo contaba por no darte envidia.
Tú que vas por la rama de letras, quizás puedas aclararme un refrán que dice "por la boca muere el pez". Yo, que estoy muy limitado en ese aspecto, entiendo que quiere decir que hay gente que habla mucho pero luego todo lo deja en eso, palabras, frases suspendidas en el aire que se lleva la brisa. Top qué?. Si luego nos paran la obra por falta del cartel ilustrado, remitiré causa a la comisión de obras. Por cierto, he consultado y también aceptan fotos de cuerpo completo, por si no encuentras de las otras.
Yo: Así que, ya estás morenito. Aprovechando el trabajo para broncearte al sol. Y te quejas? No sé exactamente a quién conoces que pudiera "morir por la boca de pez".Yo te mando la foto que quieras. Que tiene que ser sin ropa, pues sin ropa. Todo sea por la obra. Pero luego no me digas que te ha quedado un trauma o has tenido una discusión erótica-matrimonial. Vale? De qué medidas? Con cuántas prendas? Vamos a ver qué pez ni qué pez. Por cierto, envíame tu foto para ver si encaja con la mía y hago el collage. Va a quedar un cartel de cine.
J: Muy buenas. Ya esta entregado el certificado firmado original que pedía el ayuntamiento. A las alturas que estamos, ya tienes que tener elegido el balneario, spa, resort ó similar para largarte de Madrid. Puedes dar envidia a los que nos quedaremos, aunque al final tan solo te marches a la casa en el campo. Encima se me ha cascado ahora la moto. Me veo yendo a la obra en bicicleta, ya que allí no hay quien aparque el coche. No estoy dando con la foto apropiada. En unas se me ve mucho, en otras se me ve poco…
jueves, 6 de marzo de 2014
Una de risas
La vida está hecha de pequeñas cosas. Y esas pequeñas cosas son las anécdotas que hacen que la vida tenga gracia. Una pena que no memoricemos esos momentos. Para reírnos de ellos. Para reírnos con ellos. Como el día que volví de Japón y una de mis hermanas tenía que organizar mi búsqueda en el aeropuerto. Tras estar casi un año fuera de casa, primero en Inglaterra y después en el país Nipón, volvía de nuevo a casa. Mi hermana por aquel entonces aún no tenía coche. Ni carnet de conducir. Hablamos que llamaría a uno de mis contactos para que la acompañara a recogerme. Tras varias llamadas repasando mi agenda, sólo estaba disponible, a medias, Fernando. Un compañero de partido. De cuando yo tenía inquietudes políticas. Y hablaron. Y quedaron. Realmente no es que yo esperase una bienvenida multitudinaria. Pero tampoco la estampa que me encontré en el aeropuerto. Se abrieron las puertas que conectaban la llegada de pasajeros con la sala de espera, y allí estaban los dos sentados en unas butacas. Apoyados el uno en el otro. Cabeceando. Ella porque la noche anterior había trabajado hasta tarde en la cafetería que por aquel entonces pagaba su nómina. Él porque había estado en las fiestas de su barrio hasta la madrugada. Resultado, ninguno de los dos podía con su cuerpo, y teníamos que llevar hasta el coche mi pesado equipaje de casi un año fuera de casa.
Después de los besos de bienvenida y haciendo acopio de entusiasmo por su parte, más simulado que sentido, llegamos al parking. La parte de Fernando que estaba operativa decía que las maletas no podían ir en el maletero porque tenía una caja llena de folletos. De esos con muchos colorines pero poca información útil. Vamos, la típica propaganda política de partido. Mi hermana insistía en que las maletas fueran en el maletero a pesar de la nombrada caja. Él de nuevo afirmando que aquella opción no era posible. Y mi hermana preguntando si es que la cojonera caja estaba clavada en aquella parte posterior del vehículo. Yo no podía más que reír, a pesar del jet lack. Y no es que aquella caja de la discordia estuviera clavada, que lo parecía, es que pesaba más de una tonelada. O lo que es lo mismo, mil kilos. Y no había moro ni cristiano que pudiera moverla, ni de derechas, ni de izquierdas. Finalmente cargué con las maletas en el asiento de atrás y me acomodé como pude. O mejor, me quedé espachurrada entre el tirador de la puerta y el del equipaje. Pagamos una hora más de parking. Tiempo extra gastado en intentar maniobrar con los mil kilos de doctrina ideológica y con otros tantos de mis libros y ropa. Pero… ¿y lo que nos reímos? Con lo fácil que hubiera sido, desde el principio, que mi amigo Fernando y ella se hubieran puesto de acuerdo. O que hubieran dormido. O que me hubieran propuesto aplazar mi viaje de vuelta a otro día. Cualquier cosa, menos aquella estampa. Aquella discusión absurda entre risas y bostezos. Por cierto, olvidé llevarme un folleto de recuerdo. De esos que no dicen nada pero ocupan sitio.
Después de los besos de bienvenida y haciendo acopio de entusiasmo por su parte, más simulado que sentido, llegamos al parking. La parte de Fernando que estaba operativa decía que las maletas no podían ir en el maletero porque tenía una caja llena de folletos. De esos con muchos colorines pero poca información útil. Vamos, la típica propaganda política de partido. Mi hermana insistía en que las maletas fueran en el maletero a pesar de la nombrada caja. Él de nuevo afirmando que aquella opción no era posible. Y mi hermana preguntando si es que la cojonera caja estaba clavada en aquella parte posterior del vehículo. Yo no podía más que reír, a pesar del jet lack. Y no es que aquella caja de la discordia estuviera clavada, que lo parecía, es que pesaba más de una tonelada. O lo que es lo mismo, mil kilos. Y no había moro ni cristiano que pudiera moverla, ni de derechas, ni de izquierdas. Finalmente cargué con las maletas en el asiento de atrás y me acomodé como pude. O mejor, me quedé espachurrada entre el tirador de la puerta y el del equipaje. Pagamos una hora más de parking. Tiempo extra gastado en intentar maniobrar con los mil kilos de doctrina ideológica y con otros tantos de mis libros y ropa. Pero… ¿y lo que nos reímos? Con lo fácil que hubiera sido, desde el principio, que mi amigo Fernando y ella se hubieran puesto de acuerdo. O que hubieran dormido. O que me hubieran propuesto aplazar mi viaje de vuelta a otro día. Cualquier cosa, menos aquella estampa. Aquella discusión absurda entre risas y bostezos. Por cierto, olvidé llevarme un folleto de recuerdo. De esos que no dicen nada pero ocupan sitio.
miércoles, 5 de marzo de 2014
Tapeando
Anoche quedamos la panda del parque en el Restaurante Velate a tapear. Silvia se perdió el encuentro así que quedamos que la pasaría un informe vía mail. Me quedó así:
“Querida Silvia,
La noche transcurrió muy tranquila. Ya sabes que somos gente "de bien", por lo que la conversación trató de distintos puntos, saltando de un tema a otro con la agilidad mental que nos caracteriza.
CV volvió a insistir que no era él el que paseaba con "su novia" Mónica la otra noche por el Parque. Que sería otro disfrazado de él quien iba con el brazo sobre ella, y que cuando giraron, tras pasar la caseta de los jardineros, bajó el brazo bruscamente. Argumentó que ese "alguien" disfrazó también a su perro, haciéndole pasar por Petra.
Irene insistió que las "Papeleras CSI" no mienten y el "Confidente" Pedrito tampoco.
Pedrito, que tras cerciorarse que sus padres iban a ir al tapeo de la panda, quedó con su novia en casa para: "disfrutar de un buen postre", palabras textuales de su padre Miguel.
Irene desmintió que su criatura pudiese hacer algo de ese tipo, y que seguramente su hijo y su novia estuviesen toda la noche estudiando ( anatomía quizás?.-)
Y como de hablar de "novias" empezó la conversación, Antoñito preguntó por la que CV le tiene prometida desde hace meses; una tal "Amayita" que nunca aparece, y que no sabemos si aparecerá.
Lo que apareció y tardó poco en desaparecer fueron las "Tostas Velate" y la Ración de Callos, dedicada a Alfredo. Dimos buena cuenta que todo estaba muy rico. Y de postre, unos "Canutillos de Crema" con los que Alfredo se chupaba los dedos. No sobró nada.
Nada, parece que NO era lo que se le marcaba a Antonio el día de la Cena en la casa Irene-Miguel. Delante de él comentamos el tema (tan trillado en las noches del parque), y prometió que nos deleitaría de nuevo con el mismo pantalón en otro encuentro.
Así pues, pendientes estaremos de la "chocolatina" y " otros atributos".
Y de atributos, a habilidades. Las que dice tener CV en la cocina. Habló de su arte para cocinar spaguetti con salsa de anchoas (no me apunto), almejas a su estilo (paso), choped empanado ( ni hablar) y fajitas mejicanas ( quizá), entre otras.
Así, quedó acordado, aunque pendiente de fecha, que la próxima será en casa de Antoñito (las malas lenguas dicen que es la siguiente más espaciosa) y nos deleitará con su cocina CV.
Chicos, si hay que echaros una mano (veremos dónde), contar con nosotras: Silvia, Irene y yo.
Después de las tostas y raciones, y para poner el punto y final a la noche, nos fuimos a tomar una copa. El sitio "Cuatro Bajo Cero", al lado del Teatro Alcalá, que estaba muy bien de diseño, aunque la música dejó bastante que desear por su tecno-chunda-chunda-yup....
Allí, mientras Viviana, acomodada en un sofá de cuero, se iba echando una cabezadita de las suyas, los demás trataron de convencer a “A” que lo mejor para mejorar las cifras de venta de su Restaurante es que abriese el domingo, y así hacer más negocio con el "tapeo familiar"....
La panda no valoró que como funcionario, lo de trabajar en domingo es peor que la tara rara de CV cuando saliva en exceso....
Así llegó la una de la madrugada y nos recogimos. Besos y un hasta mañana.
Te hubiera enviado a Jesús, el amigo oferta de Irene, para que te hiciera un cariño y te recuperases de ese catarro-gripe-fiebre-dolor de cabeza, pero primero, no vino al tapeo (no te mentiré como ella), y segundo, aún no tengo la ficha y no se si es de merecer y confiar. Y, a los del resto del grupo ya sabes cómo son, y que sólo valoran a las chicas nuevas por conocer, así que, hasta nuevos fichajes, mejor sola en la cama que mal acompañada.
Espero estés ya recuperada.
Aquí termina el informe resumido de la noche.
Besitos”.
“Querida Silvia,
La noche transcurrió muy tranquila. Ya sabes que somos gente "de bien", por lo que la conversación trató de distintos puntos, saltando de un tema a otro con la agilidad mental que nos caracteriza.
CV volvió a insistir que no era él el que paseaba con "su novia" Mónica la otra noche por el Parque. Que sería otro disfrazado de él quien iba con el brazo sobre ella, y que cuando giraron, tras pasar la caseta de los jardineros, bajó el brazo bruscamente. Argumentó que ese "alguien" disfrazó también a su perro, haciéndole pasar por Petra.
Irene insistió que las "Papeleras CSI" no mienten y el "Confidente" Pedrito tampoco.
Pedrito, que tras cerciorarse que sus padres iban a ir al tapeo de la panda, quedó con su novia en casa para: "disfrutar de un buen postre", palabras textuales de su padre Miguel.
Irene desmintió que su criatura pudiese hacer algo de ese tipo, y que seguramente su hijo y su novia estuviesen toda la noche estudiando ( anatomía quizás?.-)
Y como de hablar de "novias" empezó la conversación, Antoñito preguntó por la que CV le tiene prometida desde hace meses; una tal "Amayita" que nunca aparece, y que no sabemos si aparecerá.
Lo que apareció y tardó poco en desaparecer fueron las "Tostas Velate" y la Ración de Callos, dedicada a Alfredo. Dimos buena cuenta que todo estaba muy rico. Y de postre, unos "Canutillos de Crema" con los que Alfredo se chupaba los dedos. No sobró nada.
Nada, parece que NO era lo que se le marcaba a Antonio el día de la Cena en la casa Irene-Miguel. Delante de él comentamos el tema (tan trillado en las noches del parque), y prometió que nos deleitaría de nuevo con el mismo pantalón en otro encuentro.
Así pues, pendientes estaremos de la "chocolatina" y " otros atributos".
Y de atributos, a habilidades. Las que dice tener CV en la cocina. Habló de su arte para cocinar spaguetti con salsa de anchoas (no me apunto), almejas a su estilo (paso), choped empanado ( ni hablar) y fajitas mejicanas ( quizá), entre otras.
Así, quedó acordado, aunque pendiente de fecha, que la próxima será en casa de Antoñito (las malas lenguas dicen que es la siguiente más espaciosa) y nos deleitará con su cocina CV.
Chicos, si hay que echaros una mano (veremos dónde), contar con nosotras: Silvia, Irene y yo.
Después de las tostas y raciones, y para poner el punto y final a la noche, nos fuimos a tomar una copa. El sitio "Cuatro Bajo Cero", al lado del Teatro Alcalá, que estaba muy bien de diseño, aunque la música dejó bastante que desear por su tecno-chunda-chunda-yup....
Allí, mientras Viviana, acomodada en un sofá de cuero, se iba echando una cabezadita de las suyas, los demás trataron de convencer a “A” que lo mejor para mejorar las cifras de venta de su Restaurante es que abriese el domingo, y así hacer más negocio con el "tapeo familiar"....
La panda no valoró que como funcionario, lo de trabajar en domingo es peor que la tara rara de CV cuando saliva en exceso....
Así llegó la una de la madrugada y nos recogimos. Besos y un hasta mañana.
Te hubiera enviado a Jesús, el amigo oferta de Irene, para que te hiciera un cariño y te recuperases de ese catarro-gripe-fiebre-dolor de cabeza, pero primero, no vino al tapeo (no te mentiré como ella), y segundo, aún no tengo la ficha y no se si es de merecer y confiar. Y, a los del resto del grupo ya sabes cómo son, y que sólo valoran a las chicas nuevas por conocer, así que, hasta nuevos fichajes, mejor sola en la cama que mal acompañada.
Espero estés ya recuperada.
Aquí termina el informe resumido de la noche.
Besitos”.
martes, 4 de marzo de 2014
Dormir de Dormir
Envío sms: “Hola bombón. Q tal tu día? Me tienes olvidada. A dormir toca. Desayunamos mañana juntos? Dime si te apetece. Bsts.
Respuesta recibida:”Estoy fuera. No he llegado a casa. No te he olvidado. Recuerda que soy C. Dormimos Juntos?
Claro que sí, respondo. Me apetece que me abrace. Me apetece esconderme bajo las sábanas de su colchón tirado en el suelo. Me apetece que nos quedemos dormidos con la suave música jazz que deja puesta en su portátil.
Y aunque ya tengo el pijama puesto, me pongo de nuevo el vaquero. Y el jersey de cuello alto que llevaré mañana. Echo el maquillaje en mi bolso y ropa interior. Son pasadas las doce y media de la noche cuando salgo de casa.
Nos conocimos por casualidad. Mi hermana buscaba piso y éste fue su agente inmobiliario. Un argentino freelance. Ella quedó con él para las primeras visitas. A mí me le presentó justo antes de tomar la decisión de comprar. Quería saber mi opinión. Esto fue antes de enfadarnos. O mejor, de enfadarse conmigo. Así que quedamos. El piso tenía posibilidades, eso sí, echándole imaginación y reforma. Finalmente compró. Y nosotros quedamos. Propuso un domingo y a las cuatro. Tarde para comer y pronto para merendar. Así es él. Diferente para todo. Fuimos a un bar. Hablamos. De todo y de nada, como se hace en estos casos. Y entonces mirándome con sus grandes ojos avellana me preguntó si tenía novio. Como si fuéramos adolescentes. Suspiré y contesté: - No tengo uno, sino dos. Y le conté mi vida. Y me escuchó en silencio. Y me invitó a dormir con él.
Yo no podía complicarme más. Y eso que la emoción de una nueva conquista me podía. Pero no quería más mentiras. Volví a casa a media tarde. Aún sonaban en mi cabeza sus palabras de despedida: - Te esperaré en casa. Aunque vengas tarde.
Y fui. Era media noche. Cuando me abrió la puerta sus ojos me hipnotizaron. Me recibió con un beso en los labios y me invitó a pasar. Sus compañeros de piso estaban en sus habitaciones, algunos ya durmiendo, algunos estudiando. Entré de puntillas para no romper el silencio de las bombillas. Me llevó hasta su cuarto y me preguntó si deseaba un café, un te ó, vamos, tomar algo. Le dije que no. Estaba bien. Me prestó una de sus camisetas para dormir. Él se puso otra y nos tiramos en el colchón que había en el medio de su habitación. Apagó las velas y dejó la cortina que daba a la calle entreabierta. La iluminación de la farola nos dejaba media luz para rozarnos la piel. Nos besamos. Y nos besamos más y más. Nos miramos. Y nos miramos más y más. Nos abrazamos. Y lo hicimos con esa confianza que uno alcanza con el paso del tiempo. Y nuestro tiempo había cumplido tan sólo horas. Nada más.
Y dormimos de dormir. Sin más deseo, sin más sexo, sin más pasión que la de sentir la conexión de nuestras miradas.
Por la mañana sonó el despertador temprano. Ambos teníamos que trabajar. Me dí una ducha rápida en su baño compartido y antes de irme, tomamos café en la cocina. Volveríamos a hablar.
Y lo hicimos. Al día siguiente volvimos a quedar. A la misma hora fui hasta su casa. Tras organizar la mía. Tras comprobar que mi plan A y B dormían en sus respectivas.
Las calles estaban vacías. Era demasiado tarde para todo, menos para nosotros. Me puse de nuevo su camiseta, ahora ya mía. Él se puso la suya. Después nos las quitamos. Cuando nuestras lenguas dejaron de moverse para hablar y se intercalaron.
Otros días quedamos por la mañana. Para desayunar. Antes del trabajo. A las diez en su casa. A las diez en la mía. Un café rápido con beso de buenos días. Y unas risas. Y unas charlas. Y un plan para salir. Para irnos juntos algún día. “Vayámonos rubia” me decía.
Otras tantas noches quedamos. De madrugada. Y muchas de ellas hablamos, otras leímos juntos ó escuchamos música. Algunas tuvimos sexo y las que más, dormimos de dormir. Juntos. Muy juntos. Piel con piel.
Me mandó un sms para quedar. Después canceló la cita. Trabajo me dijo. Tenía una posible venta y no podía faltar. Las cosas estaban mal. Hacía tiempo que no tenía ingresos y ya no había ahorros en el colchón de Totó (macho, de raza indefinida y pelo largo, negro, para más señas).
Unos días después quedamos. Domingo y por la mañana. Para pasear. Yo iba acompañada de Flecha, él de Totó. No nos dio tiempo a avanzar muchos metros cuando mi móvil sonó. Era A. No podía creerlo. Estaba en el barrio. En mi barrio y en el de su ex mujer. Y al llegar y abrir el coche, Biko había salido corriendo. Le había perdido. En Madrid. En medio del centro. Y entonces cancelé, esta vez yo, nuestra cita. Hablaríamos luego.
Volví hacia casa. Corriendo. Flecha pensaba que jugábamos. Mordía la correa y saltaba. Yo apenas podía avanzar. Empecé a gritar su nombre: - Bikoooooooooooo. Bikoooooo.-Flecha buscaba a su hermano. Miraba nerviosa hacia todos los lados. Yo también. Pero pronto a ella se la olvidaba el propósito de mi carrera y volvía a querer jugar y tirar de la correa. Decidí subirla a casa. Encontré a una vecina a la que le conté el porqué de mis lágrimas. Ella también tenía perro, Lala (hembra, raza schnaucer y color gris para más señas).
Grite su nombre entre las calles. Volví a gritarlo. Pregunté a todo el que pasaba: - ¿Ha visto a un perro negro, tamaño mediano, raza labrador, suelto? - .
- No.- Fue la respuesta más repetida en todo el trayecto.
Me encontré a mi vecina, que iba con una amiga, que a su vez había informado a la policía local, que también estaba de búsqueda desde el coche patrulla. Y yo seguía voceando su nombre y suplicando que no le hubiese atropellado un coche. El barrio debió de pensar que una loca andaba suelta aquella mañana de marzo.
De pronto, y entre las lágrimas, me pareció verle. Pero volví a mirar y ya no estaba. Tal era mi deseo de encontrarle que se me aparecía en cada calle. Un niño me preguntó:
- ¿A quién buscas?-
Y repetí la descripción: - A un perro negro, tamaño mediano, raza labrador, que anda perdido.
- Le he visto – me contestó.
- ¿Dónde, dónde? – pregunté.
- Iba corriendo por esa calle y acaba de pasar por aquella – y mientras, me indicaba con las manos.
- Gracias le grité.- Y corrí.
Coincidí con el coche de la policía, que al verme salir corriendo me escoltó incluso por dirección prohibida.
Y allí estaba Biko. Sentado en la puerta del portal de mi casa. Allí estaba quieto, con la pata trasera izquierda atropellada. Sangrando. No me pareció, a simple vista, demasiado grave. Una herida para suficientes puntos y sobresalientes euros, diagnosticaría el veterinario después. Ah, y notable reposo. Para tener todas las calificaciones en su cartilla.
Le hubiera matado por el susto pero
, me alegré infinito al verle y le dí un buen abrazo. Eso sí, cuidando de no hacerle daño. Llamé a A. El estúpido que le había perdido. Y le conté. Montamos a Biko en su coche y le llevó al hospital. Yo no le acompañé. Tenía a Flecha en casa y un buen susto en el cuerpo.
C me estuvo llamando a cada tanto. Luego le llamé yo. Quedaríamos más tarde. Cuando estuviese relajada. Cuando Biko ya estuviese en casa. Cuando A hubiese recogido también a Flecha. Cuando nuestro paseo de domingo empezase de madrugada.
Llegué a su casa. Como siempre, a las tantas. Me esperaba. Me recibió con sus ojos color avellana y un ramillete de flores. Eran especiales. El detalle me encantó. Y me gustó más cuando me dijo que acababa de subir del parque frente a su casa y las había tomado prestadas. Iban envueltas en una bolsa de plástico, para no perder la tierra que cubría las raíces. Nos reímos. Sólo a él se le podía ocurrir regalar flores que acababa de robar en el jardín del ayuntamiento. Pero es que él es así. Un argentino peculiar con matiz italiano.
Dormimos de dormir una vez más. Ya tendríamos tiempo de sexo otro día.
Respuesta recibida:”Estoy fuera. No he llegado a casa. No te he olvidado. Recuerda que soy C. Dormimos Juntos?
Claro que sí, respondo. Me apetece que me abrace. Me apetece esconderme bajo las sábanas de su colchón tirado en el suelo. Me apetece que nos quedemos dormidos con la suave música jazz que deja puesta en su portátil.
Y aunque ya tengo el pijama puesto, me pongo de nuevo el vaquero. Y el jersey de cuello alto que llevaré mañana. Echo el maquillaje en mi bolso y ropa interior. Son pasadas las doce y media de la noche cuando salgo de casa.
Nos conocimos por casualidad. Mi hermana buscaba piso y éste fue su agente inmobiliario. Un argentino freelance. Ella quedó con él para las primeras visitas. A mí me le presentó justo antes de tomar la decisión de comprar. Quería saber mi opinión. Esto fue antes de enfadarnos. O mejor, de enfadarse conmigo. Así que quedamos. El piso tenía posibilidades, eso sí, echándole imaginación y reforma. Finalmente compró. Y nosotros quedamos. Propuso un domingo y a las cuatro. Tarde para comer y pronto para merendar. Así es él. Diferente para todo. Fuimos a un bar. Hablamos. De todo y de nada, como se hace en estos casos. Y entonces mirándome con sus grandes ojos avellana me preguntó si tenía novio. Como si fuéramos adolescentes. Suspiré y contesté: - No tengo uno, sino dos. Y le conté mi vida. Y me escuchó en silencio. Y me invitó a dormir con él.
Yo no podía complicarme más. Y eso que la emoción de una nueva conquista me podía. Pero no quería más mentiras. Volví a casa a media tarde. Aún sonaban en mi cabeza sus palabras de despedida: - Te esperaré en casa. Aunque vengas tarde.
Y fui. Era media noche. Cuando me abrió la puerta sus ojos me hipnotizaron. Me recibió con un beso en los labios y me invitó a pasar. Sus compañeros de piso estaban en sus habitaciones, algunos ya durmiendo, algunos estudiando. Entré de puntillas para no romper el silencio de las bombillas. Me llevó hasta su cuarto y me preguntó si deseaba un café, un te ó, vamos, tomar algo. Le dije que no. Estaba bien. Me prestó una de sus camisetas para dormir. Él se puso otra y nos tiramos en el colchón que había en el medio de su habitación. Apagó las velas y dejó la cortina que daba a la calle entreabierta. La iluminación de la farola nos dejaba media luz para rozarnos la piel. Nos besamos. Y nos besamos más y más. Nos miramos. Y nos miramos más y más. Nos abrazamos. Y lo hicimos con esa confianza que uno alcanza con el paso del tiempo. Y nuestro tiempo había cumplido tan sólo horas. Nada más.
Y dormimos de dormir. Sin más deseo, sin más sexo, sin más pasión que la de sentir la conexión de nuestras miradas.
Por la mañana sonó el despertador temprano. Ambos teníamos que trabajar. Me dí una ducha rápida en su baño compartido y antes de irme, tomamos café en la cocina. Volveríamos a hablar.
Y lo hicimos. Al día siguiente volvimos a quedar. A la misma hora fui hasta su casa. Tras organizar la mía. Tras comprobar que mi plan A y B dormían en sus respectivas.
Las calles estaban vacías. Era demasiado tarde para todo, menos para nosotros. Me puse de nuevo su camiseta, ahora ya mía. Él se puso la suya. Después nos las quitamos. Cuando nuestras lenguas dejaron de moverse para hablar y se intercalaron.
Otros días quedamos por la mañana. Para desayunar. Antes del trabajo. A las diez en su casa. A las diez en la mía. Un café rápido con beso de buenos días. Y unas risas. Y unas charlas. Y un plan para salir. Para irnos juntos algún día. “Vayámonos rubia” me decía.
Otras tantas noches quedamos. De madrugada. Y muchas de ellas hablamos, otras leímos juntos ó escuchamos música. Algunas tuvimos sexo y las que más, dormimos de dormir. Juntos. Muy juntos. Piel con piel.
Me mandó un sms para quedar. Después canceló la cita. Trabajo me dijo. Tenía una posible venta y no podía faltar. Las cosas estaban mal. Hacía tiempo que no tenía ingresos y ya no había ahorros en el colchón de Totó (macho, de raza indefinida y pelo largo, negro, para más señas).
Unos días después quedamos. Domingo y por la mañana. Para pasear. Yo iba acompañada de Flecha, él de Totó. No nos dio tiempo a avanzar muchos metros cuando mi móvil sonó. Era A. No podía creerlo. Estaba en el barrio. En mi barrio y en el de su ex mujer. Y al llegar y abrir el coche, Biko había salido corriendo. Le había perdido. En Madrid. En medio del centro. Y entonces cancelé, esta vez yo, nuestra cita. Hablaríamos luego.
Volví hacia casa. Corriendo. Flecha pensaba que jugábamos. Mordía la correa y saltaba. Yo apenas podía avanzar. Empecé a gritar su nombre: - Bikoooooooooooo. Bikoooooo.-Flecha buscaba a su hermano. Miraba nerviosa hacia todos los lados. Yo también. Pero pronto a ella se la olvidaba el propósito de mi carrera y volvía a querer jugar y tirar de la correa. Decidí subirla a casa. Encontré a una vecina a la que le conté el porqué de mis lágrimas. Ella también tenía perro, Lala (hembra, raza schnaucer y color gris para más señas).
Grite su nombre entre las calles. Volví a gritarlo. Pregunté a todo el que pasaba: - ¿Ha visto a un perro negro, tamaño mediano, raza labrador, suelto? - .
- No.- Fue la respuesta más repetida en todo el trayecto.
Me encontré a mi vecina, que iba con una amiga, que a su vez había informado a la policía local, que también estaba de búsqueda desde el coche patrulla. Y yo seguía voceando su nombre y suplicando que no le hubiese atropellado un coche. El barrio debió de pensar que una loca andaba suelta aquella mañana de marzo.
De pronto, y entre las lágrimas, me pareció verle. Pero volví a mirar y ya no estaba. Tal era mi deseo de encontrarle que se me aparecía en cada calle. Un niño me preguntó:
- ¿A quién buscas?-
Y repetí la descripción: - A un perro negro, tamaño mediano, raza labrador, que anda perdido.
- Le he visto – me contestó.
- ¿Dónde, dónde? – pregunté.
- Iba corriendo por esa calle y acaba de pasar por aquella – y mientras, me indicaba con las manos.
- Gracias le grité.- Y corrí.
Coincidí con el coche de la policía, que al verme salir corriendo me escoltó incluso por dirección prohibida.
Y allí estaba Biko. Sentado en la puerta del portal de mi casa. Allí estaba quieto, con la pata trasera izquierda atropellada. Sangrando. No me pareció, a simple vista, demasiado grave. Una herida para suficientes puntos y sobresalientes euros, diagnosticaría el veterinario después. Ah, y notable reposo. Para tener todas las calificaciones en su cartilla.
Le hubiera matado por el susto pero
, me alegré infinito al verle y le dí un buen abrazo. Eso sí, cuidando de no hacerle daño. Llamé a A. El estúpido que le había perdido. Y le conté. Montamos a Biko en su coche y le llevó al hospital. Yo no le acompañé. Tenía a Flecha en casa y un buen susto en el cuerpo.
C me estuvo llamando a cada tanto. Luego le llamé yo. Quedaríamos más tarde. Cuando estuviese relajada. Cuando Biko ya estuviese en casa. Cuando A hubiese recogido también a Flecha. Cuando nuestro paseo de domingo empezase de madrugada.
Llegué a su casa. Como siempre, a las tantas. Me esperaba. Me recibió con sus ojos color avellana y un ramillete de flores. Eran especiales. El detalle me encantó. Y me gustó más cuando me dijo que acababa de subir del parque frente a su casa y las había tomado prestadas. Iban envueltas en una bolsa de plástico, para no perder la tierra que cubría las raíces. Nos reímos. Sólo a él se le podía ocurrir regalar flores que acababa de robar en el jardín del ayuntamiento. Pero es que él es así. Un argentino peculiar con matiz italiano.
Dormimos de dormir una vez más. Ya tendríamos tiempo de sexo otro día.
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