jueves, 27 de febrero de 2014

Hoy es mi cumpleaños

Sms: “ Muchísimas Felicidades! Sigue cumpliendo años, te sientan de maravilla. Un besazo pibón”
Yo: “Muchas gracias cuerpo. Spero podamos celebrarlo sin ropa y con mucho interés. Bsts”
Sms: “No sabes lo que acabas de hacer. Voy a guardar este sms y voy a exigir su cumplimiento”.


Hoy es mi cumpleaños. Y cumplo treinta y tantos. Me he levantado temprano para, primero asimilar, después planificar, qué hacer en mi día de cumpleaños.
- ¿treinta y tantos, son tantos? – me pregunto.- ¿ y tantos son muchos?. - Freno mi reflexión en seco. Mejor no analizar la edad. Para no salir perdiendo. O ganando. Es mi día y debo pensar en celebrarlo.


Recibo un mail de un buen amigo, 8a. Hola princesa, me escribe. Y me propone una escapada de un fin de semana por ahí. De esos de gastar dinero, playa, risas, miradas y pasión. Apartados del mundo. - Te va bien Madeira?- me pregunta. Y aunque quiera decir que sí, pongo los pies en la tierra. Mejor esa celebración la dejamos para los cuarenta.


Nunca hemos tenido nada entre nosotros. Y nos conocemos desde que éramos unos críos. En aquel colegio de Ávila. En el último curso él estaba sentado detrás de mí. Era tímido. De mirada intensa. Muy alto y delgado. Hablábamos. A mí me gustaba un chico un poco mayor que nosotros que era del barrio. Además de mi vecino. Y que me ignoraba con todas las letras. Cuando yo le preguntaba a mi amigo por qué yo no gustaba a ese chico, él me respondía que era obvio. Yo estaba plana. Y mientras aquella palabra salía de su boca, con la mano golpeaba la mesa, y la movía de un lado a otro. Entendí entonces que tener dos buenas tetas no sería nunca mi objetivo y si por las glándulas mamarias empezaba el gusto de los chicos, yo tendría que dedicar mi adolescencia a leer libros. Y así lo hice.

A él le gustaba mi mejor amiga. Él me aseguró, años después, que esa suposición mía no era cierta. Yo sigo pensando que sí, aunque no tenga pruebas. Pero es que ella gustaba a todos. Y eso que no era muy alta. Y eso que llevaba gafas. Y eso que, sí, tenía buena delantera.


Pero nosotros éramos amigos. Y lo fuimos más una vez terminado el colegio. Yo me fui al instituto. Él decidió hacer formación profesional. Ya no coincidimos nunca más en la misma clase. Ni siquiera nos encontrábamos por el barrio. Sin embargo seguimos en contacto vía teléfono y carta. Porque yo cambié de ciudad. Y por suerte, de talla de sujetador.

Consolidamos nuestra amistad contándonos cómo éramos. Pero no como contamos que somos cuando queremos quedar bien. Cuando queremos impresionar. Sino contándonos aquello que a otros no gusta. Aquello por lo que otros nos van a juzgar. Él es como yo. Y yo soy como él. Nuestra vida es imperfecta. Porque la perfecta no nos convenció. Porque perfecta no asistió aquel día a clase. O nosotros hicimos pellas cuando tocó esa materia. Una de dos.


Su mirada sigue siendo intensa, aún con el paso del tiempo. Ya no es tan tímido. Y me cuenta que tiene una amante que ya no le excita. Porque lo que empezó siendo novedad ha pasado a rutina. A aquel cuerpo que le fascinó una noche de verano, hoy le sobran seis kilos. Y sueños de futuro. Aquello se complica, le digo. Si en una relación clandestina el sexo no funciona y los problemas empiezan, mejor pararlo a tiempo. Pero no es fácil. Como no lo es salir huyendo. Hay sentimientos que devoran por dentro. Y entonces vuelve a quedar con ella. Y acaricia sus curvas, aun sabiendo que no desea hacerlo. Y que no le ayudará el paso del tiempo.


Fue hace mucho cuando él y yo nos vimos por última vez. Los dos sabemos que nos queremos. Y quizá incluso nos deseemos. Puede que un día nos lo digamos. Hoy nos mandamos mails a cada tanto, contándonos que la vida nos sigue. Unas veces con buenas noticias. Otras nos persigue con no tan buenas. Y nos hacemos promesas de vernos pronto. Pero ese día nunca llega. Y mejor así si queremos mantenernos con la ropa puesta. Y mejor así.


Sigue siendo mi día de cumpleaños. Mi teléfono suena. Parece que hoy tendré algunas llamadas. Y mensajes. Y más mails. He escrito un recordatorio en facebook. Es bueno inventarse una razón para contactar de nuevo con los amigos y conocidos. Y yo hoy tengo la mía.

Hace meses que no sabía de él. De M.A. La última vez que nos vimos fue mucho antes de casarse, de tener un hijo y de dejar de llamarme. Luego pasó todo lo dicho. Nos conocimos en la playa. Hace años. Creo que por aquel entonces yo ni siquiera era mayor de edad. O casi. Fueron varios los veranos que coincidimos en la misma playa. Me enrollé a besos con uno de sus amigos. Después me desenrollé. Y luego nosotros nos hicimos más amigos. Compartimos mañanas de sol y tardes de paseo. Hasta que una noche quedamos. Y cuando estábamos los dos en la barra del chiringuito de turno pidiendo las copas del grupo, de pronto se apagaron las luces, y me plantó un beso en la boca. En Madrid repetimos la intensidad de los besos y pasamos al sexo. Lo hicimos alguna que otra vez. Prometiéndonos una relación libre y sin ataduras. Hasta que desapareció. O mejor, llamó a mi casa para decirme que no le llamase. Se lo dijo a mi contestador. Se había enamorado y ya no podíamos ser nada. Y nada era una palabra amplia. Pasados los años decidí escribirle un mail. Y contestó. Ya estaba casado, había tenido un hijo y seguía siendo parco en palabras. Hoy le he recordado que era mi cumpleaños y me ha respondido que la última vez que le escribí tenía una cena degustación para "nosecuantas" parejas de novios y al no volver a saber de mí, supuso que había sido yo el plato estrella. Al menos humor no le falta. Aunque hubiera preferido menos distancia.

A y yo quedamos a comer.
Con B lo celebraré esta noche.
C me ha mandado un mensaje. Mi regalo ya está en su casa. Más claro, en uno de los locales que tiene en su cartera de alquiler. Me gustará, me dice. Y ya imagino lo que puede ser.


Una llamada se cuela por mi teléfono. Cuando descuelgo escucho un Happy Birthday cantado en el tono que puso Marilyn cuando se lo dedicó a Kennedy. Pero la voz amorosa es masculina. Y como aquella acostumbraba a dormir desnuda, llevando sólo sobre su cuerpo unas gotas de perfume, pregunto si él lleva algo puesto mientras me canta. Y escucho la respuesta:
- Llevo una erección tremenda. Eso es lo que llevo. -
Y reímos a carcajadas.

Un último mail se asoma por mi bandeja de entrada. Es Rodri, un ex. “Feliz Cumpleaños. Aunque no lo creas, te quiero de verdad. Te deseo lo mejor. Besos, en los morros y en los otros labios”. Sonrío. Demasiados recuerdos. Unos buenos. Otros no tanto. Demasiado tarde. Ya las doce han pasado.

Hoy he cumplido los que me tocan. Unos preciosos treinta y nueve.

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